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lunes, 30 de julio de 2018

Vuelta a los orígenes exigidos.





Los discursos, especialmente en sede política, se pronuncian para ser cumplidos, para ser honrados desde la coherencia y fiel observancia del compromiso públicamente adquirido. El que catapultó a la Presidencia del PP a Pablo Casado, tras una más que impredecible derrota de la favoritísima que se arrogaba su legitimidad amparándose en el voto mayoritario de la militancia, es el discurso de un triunfador y en su mano estará que, lejos de enterrar al, aún hoy, maltrecho Partido, sea quien le devuelva a España su antiguo esplendor bajo los auspicios de la derecha democrática a cuyos mandos se ha puesto. Para ello se hace preciso abandonar ese relativismo ideológico que ha venido desnaturalizando al único Partido solvente que, en origen, aglutinaba en sus filas tanto a conservadores como liberales hasta hacerlo irreconocible en su identidad y entrar, sin paliativos, en fiero y desinhibido combate por la defensa de los principios y valores que siempre han distinguido al Partido Popular como el partido de la vida, el de la defensa de la inquebrantable integridad del territorio nacional constitucionalmente consagrada; el de la intransigencia ante los tributos chantajistas y demás desafíos de corte nacionalista; el del respeto de su dignidad a las olvidadas víctimas del terrorismo; el de una fiscalidad equitativa que dispense a los autónomos de ser quienes terminen pagando, irremisiblemente, el precio de toda crisis económica derivada de una pésima gestión estatal. Ese ilusionante mensaje de Casado, preñado de optimismo, de “Vuelve el PP” habrá de ser interpretado, necesariamente, como el advenimiento del antiguo ideario, del arrojo para enfrentarse, con valentía y argumentos de peso, a la izquierda y el de una reivindicación, sin ambages ni complejos, de los símbolos nacionales. El PP ha resurgido, como el Ave Fénix, tras la desintegración de la tibieza ideológica y moral y el escándalo de una corrupción, larvada y tolerada a lo largo de tantos años, que ha minado sus cimientos. Quienes pensábamos que otro PP ya no era posible y que fuimos ideológicamente expulsados de su electorado, por esa pérdida de identidad paulatina, volvemos hoy a recobrar la confianza en el regreso de un Partido combativo ante los omnipresentes dogmas de una izquierda radical, más manipuladora y retrógrada que nunca, a recuperar la fe en el coraje dialéctico de altura desde el que hacerse fuertes en los que siempre fueron los principios ideológicos y defenderlos hasta el final, sin miedo a las críticas y reclamando el lugar que por derecho corresponde al Partido, que lo fue, de las mayorías absolutas. El anhelado “¡Viva España!” con el que pusiera el colofón a su intervención el nuevo aspirante a Presidente del Gobierno de la Nación ha hecho virar la intención de voto, nuevamente hacia el PP, a todos aquellos que, frustrados, habíamos ido migrando en pos de otras formaciones como última esperanza de mantener la coherencia electoral, nos estremeció, nos alentó, nos sedujo. El PP, el de siempre, puede y debe volver pero esta vez habrá de ser para quedarse pues sólo así habrá ganado la Organización verdaderamente regenerada y renovada que nos ha sido prometida y con ello lo habrá hecho, también, toda España. Esperemos que no nos defraude, en esta ardua tarea, Pablo Casado y confiemos en que no lo haga por su bien, por el del Partido Popular y por el de los hijos pródigos que, con él, estamos dispuestos a retornar a la formación que siempre representó nuestros orígenes ideológicos, aquellos que, desde hace tiempo, les estaban siendo exigidos a quienes, por puro afán de poder, los desoían. Vuelve, por fin, el PP para el alivio de muchos y la congoja, también, de otros.


Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 30/07/2018.

lunes, 23 de julio de 2018

De la desmemoria histórica y otras sandeces varias.






El conocimiento, como las buenas formas y maneras, nos salva o nos condena pues si la soberbia es un defecto, el orgullo puede ser virtud así como la ignorancia es carcelera mientras la sabiduría rompe las cadenas de la manipulación. Pese al obcecado empecinamiento por disfrazar la verdad de inmoralidad reprobable, persiguiéndola a golpe de Código Penal y cincelando, a sonoros martillazos, una Ley de Memoria Histórica impuesta por la renegada y resentida izquierda en pávida connivencia con una desmembrada derecha sin identidad y en pugna, yo, en el legítimo uso de mi derecho a pensar de forma tan crítica como me dé la realísima gana, me pregunto a qué obedece la tendenciosa imposición de generar, entre la población, ese miedo irracional a conocer la verdad, a decir la verdad. Existe un hecho objetivo que podrá gustar o disgustar, en mayor o menor grado dependiendo de a quién se solicite su personal parecer,  de que el levantamiento del General Franco no fue sino el último de varias intentonas golpistas acometidas durante la II República, no pudiendo omitir que la mayoría fueron auspiciadas por la izquierda ni que aquél militar sublevado, lejos de atentar contra ninguna democracia pues es obvio que no la había o contra un orden constitucional que era inexistente, se alzó contra la amenaza bolchevique impidiendo el fenecimiento del clero, el expolio cultural  y -¿por qué no decirlo también?- patrimonial de la Iglesia pero sobre todo frustrando lo que, con toda probabilidad, se hubiera instaurado como la primera dictadura estalinista en Occidente. No justifico, no podría hacerlo por ir en contra de mis principios y creencias, un orden político basado en el totalitarismo; no creo, ni creeré jamás, en Tribunales de Orden Público ni en la dictatorial condena a aquellos que piensan de forma distinta como tampoco concibo un sistema que no esté regido por la diferenciación clara de los Poderes del Estado pero no voy a tolerar a ningún inquisidor acorralando a la verdad como, a la vista está, es Pedro Sánchez. A golpe de ese tremendo pucherazo hipotecario se ha hecho con el gobierno del Estado perjurando no sólo sobre una inmediata convocatoria de elecciones, hoy negada, sino que la televisión pública estaría encomendada a la neutralidad informativa. Es el mismo farsante traidor que tiende puentes de diálogo a quienes han intentado quebrar el orden constitucional imperante desde 1978; el que promueve un paulatino acercamiento, porque “ya no matan”, de los asesinos de inocentes hacia sus lugares de origen y que, no ha de olvidarse, intenta desenterrar a Franco que, al parecer y más de cuarenta años después de su fallecimiento, sigue matando. Y es que Pedro Sánchez, el rencoroso hurón depredador de verdades históricas, ha venido para quedarse intentando fundamentar su débil posición en el Congreso mediante el recurso a un ovillo normativo de jerigonzas y privilegios carente de todo valor o principio, un quebradizo sistema orquestado sin un proyecto sólido de liderazgo ante el temor de una parte de la ciudadanía, entre la que yo me encuentro, del inminente retorno de ese funesto fantasma de una nueva crisis enmarcada por el atávico peligro del nacionalismo, el revanchismo y la más pura y simple de todas las demagogias, la amparada por las entelequias del progreso y la justicia social. Y es que, aquí, ya sufrimos un trauma cuando nos enteramos de quienes eran, en realidad, los Reyes Magos para que nos vengan, ahora, con chocolate del loro o muertos en cunetas, los hubo también en las checas y nadie hace caldo con sus huesos. Sólo desde la objetiva comprensión de lo que, de verdad, ocurrió cada quien será, luego, muy dueño de encomiar el 14 de abril, el 18 de julio o el 6 de diciembre y a nuestra legalidad corresponderá garantizar que, en cualquiera de los casos, prime el respeto a esa sagrada libertad.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 23/07/2018.

lunes, 16 de julio de 2018

La gitanilla de los jazmines.


Sentada en la terraza de un bar de Córdoba me deleito en las bondades de una cerveza helada en agradable conversación con mi acompañante. De vez en cuando nos interrumpen las cantarinas risas infantiles de los niños que juegan bajo la atenta vigilancia de sus padres, todos, vecinos de mesa. Es una noche poco calurosa para el inclemente verano cordobés y contribuye a hacerla aún más grata el sistema de nebulización instalado, las diminutas gotas de agua que rocían la piel erizan el vello ante la caricia de la brisa. Pienso, no sé por qué, en lo injusta que la vida puede llegar a ser y en que esa injusticia debería ser ajena a todos aquellos que aún no han frisado la edad adulta. Se acerca una niña de cinco o seis años, a diferencia de los otros que juegan, con un helado o un bocadillo en la mano, trae una cestita de mimbre rebosante de jazmines arracimados en moñas. Va de mesa en mesa con una ingente sonrisa, una hilera perfecta de perlillas blancas que resalta sobre el color de su tez, supongo que aún no se le ha caído el primer diente de leche, es morena y se recoge el pelo en una trenza. De facciones perfectas: un óvalo regordete, propio de la edad infantil, adornado por dos hoyuelos, una naricilla respingona y dos enormes ojos del color del café. Me sorprende que la gente la ignore cuando ofrece su fragante mercancía, no se dignan ni a mirarla, pero la niña parece inmune y sigue, inalterable, su recorrido por las mesas sin dejar de sonreír. En la de al lado hay una pareja, ella enjuta y arrugada, pintada como una puerta y con un escote demasiado generoso para lucir su ya ajada pechera; habla mientras come los calamares fritos que pincha a pares con el tenedor, a cada palabra deposita pequeños trozos en la mesa e, incluso, sobre el rostro de su acompañante quien se los limpia mecánicamente con el dorso de la mano y sin alterarse lo más mínimo. Él, corpulento y abundante, parece reposar su torso sobre la prominente barriga que apenas tapa una camiseta naranja bajo la que asoma un ombligo grande y peludo; bebe, a grandes y sonoros sorbos, de una copa de fino sin limpiarse las manos, de dedos cortos y gruesos, que cogen directamente del plato las crujientes piezas. La niña está tan próxima que ya percibo el aroma de los jazmines, se detiene ante ellos y pregunta zalamera: “¿No quiere el señor una moña para su esposa?” lo acompaña, nuevamente, de esa candorosa sonrisa a la que es casi imposible no corresponder de manera involuntaria. El gordo le esputa lo que se podría interpretar como un desabrido “No” en mitad de un descomunal eructo que la gitanilla no debe tomar por respuesta e insiste: “Con lo guapa que es su mujer se merece estos jazmines a un euro”. El animal se retira, entonces, el aceite chorreante de las comisuras de la boca con lo que podían pasar por sendas morcillas de Burgos en lugar de un pulgar y un índice y con cara de fastidio le suelta sin más: “Niña, te he dicho que no y deja ya de molestar, ¿eres tonta o sorda?” en un tono de voz que hace que la mayoría de los que nos encontramos allí le dirijamos una mirada entre la reprobación y la aversión más profunda. Me muerdo la lengua no sin dispensarle, antes, una mirada cargada de desprecio y aprovecho que la niña ya se está dando la vuelta para decirle que yo sí quiero. Se para delante de mí y extendiéndome el canastillo me dice: “Elije la que quieras, señora”, “Hummm, no sé, dame tú la que más te guste”, coge con delicadeza, después de dudar, una y me la ofrece, mientras la huelo le pregunto si las hace ella, “Sí. Yo, mi abuela, mi padre y mi hermana”. Le doy dos euros: “Éste, por la flor y éste, para ti” le digo guiñándole un ojo, me mira como jamás nadie en el mundo lo había hecho antes, se los guarda en el bolsillo y se aleja. Un hombre la espera, debe ser su padre, y emprenden juntos el camino hacia la siguiente terraza. La gitanilla vuelve varias veces la cabeza y me saluda, le devuelvo el saludo aspirando la fragancia de la inocencia más pura que ha dejado suspendida en el ambiente.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de Butaca, diario VIVA JAÉN, 16/07/2018.-

lunes, 9 de julio de 2018

La ceguera voluntaria.



Desconozco si será la supina ignorancia en los nuevos salvapatrias, de uno u otro signo, o cuanto más su capacidad de manipulación sobre la colectiva pues no existe, actualmente, una sólida base cultural que permita rebatir las mentiras que se vienen vertiendo desde la fractura del bipartidismo. El adoctrinamiento de las exiguas mentes permeables dada la carencia de conocimientos históricos y la manifiesta incapacidad para pensar de modo autónomo junto con la ausencia de las claves críticas precisas para conformar un criterio veraz acerca de la realidad actual, se va cerniendo peligrosamente como la mayor de las amenazas que pesan sobre nuestra, cada vez más, disminuida sociedad. Movimientos feministas total y absolutamente desnaturalizados reivindicando lo que ni tan siquiera saben bien qué; puentes de diálogo tendidos hacia los refractarios dinamitadores de los cimientos legales de la unidad nacional sin importar la pérdida de formas por parte de quien, se supone, representa institucionalmente a todos los españoles y prometió –que no juró- cumplir y hacer cumplir la Constitución; exaltación, en definitiva, del analfabetismo funcional más pedestre. Así, no debería sorprender a nadie, esa incongruencia que presenta nuestro sistema parlamentario que, injustamente, otorga tan ingente poder decisorio a pequeños grupúsculos que sólo persiguen destruirlo al pretender la extinción del Estado Democrático. Se ha posibilitado el Gobierno a un partido de tan sólo 84 diputados en la Cámara con el apoyo, que resultó fundamental, de 5 expertos extorsionadores ante los que se ha humillado la dignidad de toda una Nación con tal de saciar una voracidad que, a la vista queda, no conoce límite. No es algo nuevo, esta claudicación de Pedro Sánchez, pues desde hace años los dos grandes partidos, que no han sabido o no han querido vertebrar la unidad, se han venido turnando en el Gobierno a cambio del pago de cuantiosos estipendios de nuestra soberanía de un modo tan infame como vergonzante, alimentando con ello a la bestia que ahora parece dominar nuestros designios. El fulgurante brillo de esa estrella fugaz ocupando La Moncloa se traducirá en un daño irreparable al patrimonio común territorial y cultural de lo que un día fue España. El historiador latino Lucio Anneo Floro ya diagnosticó nuestro mal con una frase lapidaria que quedará dentro del panegírico de la gloria del Imperio Romano “La nación hispana o la Hispania Universa, no supo unirse contra Roma. Defendida por los Pirineos y el mar habría sido inaccesible. Su pueblo fue siempre valioso pero mal jerarquizado”, veinte siglos después y tras haber conquistado y después perdido medio mundo, seguimos sin haber aprendido la lección limitándose, el Gobierno de turno, a aumentar el importe de las canonjías debidas en pro de una destrucción paulatina y quebrando los dos grandes bloques ideológicos en segmentos entre los que cada vez resulta más difícil encontrar a quien confiar el voto pues, a la postre, los fines a los que obedece su participación política quedan reducidos a esa frase proferida por quienes ellos, lejos de mimar como el colectivo votante, deben ver despectivamente como el vil y manipulable populacho que tan recurrentemente escuchamos: “Todos son iguales pero a alguien habrá que votar” y mientras, quienes no nos conformamos con el trato borreguil dispensado o el indolente apesebramiento de una ceguera voluntaria, somos condenados al ostracismo, en el mejor de los casos, o al insulto puesto que, en definitiva, en este santo y bendito Reino de España si tu ideología se encuentra enclavada dentro de la derecha liberal independiente, estás proscrito: la rancia derechona intenta apuñalarte y la izquierda, por su parte, denostarte.

lunes, 2 de julio de 2018

Favor por favor y… ojo por ojo.






Desde el pasado 1 de junio no ha cesado el rosario de dislates a cada cual más hilarante que, aquí, los sufridos españoles nos hemos visto obligados a soportar como consecuencia, directa o indirecta, de la zafia conjura que ha dinamitado la estabilidad nacional. Y es que el estafador ha resultado estafado; pensó, Sánchez, que contaba con el apoyo para sacar adelante su descalabrada moción cuando el respaldo lo fue, en realidad, para desbancar a un debilitado Rajoy y claro, como era de esperar, ahora cada quien exige la devolución del favor prestado. En un retorcido ejercicio de malabarismos mentales los golpistas, por un lado, y los herederos legítimos de la asesina ETA, por el suyo, vienen repitiendo el mantra de que “no se pueden resolver los problemas políticos mediante el recurso a la Justicia” olvidando que en un Estado democrático de Derecho, como lo es el nuestro y así lo consagra la Constitución, toda cuestión política ha de ser también jurídica necesariamente ya que de no ajustarse a la Ley tampoco sería democrática, deducción que se alcanza mediante el simple recurso a la más mínima lógica elemental. Aun así, el nuevo Ministro de Interior –antaño considerado un Magistrado conservador que se erigió en el mayor azote de los terroristas en el, parece que ya olvidado por él mismo, caso Faisán que lo catapultara al Olimpo de los idolatrados, por la ciudadanía de bien, “Jueces estrella” - tras reunirse con los familiares de las víctimas del terrorismo, en un intento de nadar y guardar la ropa, ha hablado de “acercamientos individualizados” de los asesinos hacia sus lugares de origen, acercamientos sometidos a no sabemos bien qué criterios legales cuando es obvio que responden, única y exclusivamente no permitan que les engañen, a las torticeras alianzas políticas que posibilitaron, en tan plural como obsceno contubernio, el acceso al Gobierno de Pedro Sánchez. Si bien, y en honor a la verdad, el inicio de tan benévola actitud hacia los terroristas hemos de buscarlo cuando el PP liberó al sanguinario Bolinaga quien, enfermo de cáncer, durante los dos años que sobrevivió con más miedo a morir del que en su día tuviera a matar, siguió formando parte de esa enardecida horda que jaleaba impunemente a la ETA más despiadada, la de sus inicios, evocando sus hazañas y ensalzando a sus gudari. Me pregunto si, en realidad, el PNV busca crear una especie de Spandau donde recluir – como ya se hiciera en ésta a los criminales nazis – a las viejas glorias etarras para evitar que las familias de estos canallas malnacidos hayan de desplazarse por los diferentes puntos de nuestra geografía nacional o bien sacralizar el recinto como un lugar de peregrinaje de los nostálgicos – que no arrepentidos - pero no olvidemos jamás que, caso de ceder a tan disparatada tropelía y pagar, así, el precio del apoyo que el PNV brindara tan interesadamente en la conjura que le dio el gobierno al PSOE, el Estado, a quien considero autor del segundo asesinato de todas y cada una de las víctimas, a manos de esa ignominiosa traición institucional, al acercar a los presos, reos de terrorismo y asesinato, a sus lugares de residencia no estaría sino devolviendo el favor a los asesinos de ETA que, durante más de cuatro décadas, estuvieron acercando a guardias civiles y policías nacionales a los cementerios más próximos a sus hogares. Que Pedro Sánchez les explique, si tiene el valor, a las viudas y huérfanos de los asesinados por ETA que favor con favor se paga mientras yo, sintiéndome parte de ese colectivo zaherido por la cobardía estatal y arrogándome la legitimidad para responderle, sólo le recordaría la Ley del Talión: ojo por ojo, Pedro Sánchez, y diente por diente.



lunes, 25 de junio de 2018

¿Dónde están mis papás, Donald?.




Hace sol pero sigo teniendo frío. La manta que nos han dado al llegar y que me recuerda a la que ponen sobre los muertos en los accidentes de auto que salen en los noticiarios, la he usado para arropar a mi hermano pequeño; estaba aterrado y se orinó encima cuando nos traían. Ahora duerme, rendido por el llanto del que aún quedan restos en sus mejillas regordetas, respira de forma entrecortada en un sueño inquieto. Pongo mi mano en su cabeza, como hace mamá conmigo cuando tengo pesadillas, y le retiro despacio el pelo que tiene pegado a la frente, puede que así se sosiegue. Hay policías a nuestro alrededor y hablan, entre ellos, en una lengua que no entiendo, las escasas veces que se dirigen a nosotros lo hacen en un español muy raro. Gritan y, a menudo, dan golpes con la porra en la malla metálica que nos rodea diciendo que nos callemos, que no lloremos más. Hay muchos niños, algunos como yo, otros mayores y, los menos, pequeños, muy pequeños. Están asustados, lloran en silencio y tiemblan llamando a sus padres. Cierro los ojos y pienso en mi abuela María Fernanda, antes de marcharnos me dio una medalla de la Virgen de Guadalupe para que me protegiera, meto la mano en mi camiseta y la aprieto fuerte, le suplico que papá y mamá vengan pronto a buscarnos. No sé dónde pueden estar. Cuando íbamos por la carretera dos coches de policía nos impidieron el paso, nos hicieron bajar de la camioneta y nos separaron: los niños por un lado, los papás por otro y las mamás, aparte. Lágrimas y lamentos, mamá implorando que no nos llevaran. Angustia, miedo, desesperación. No sé qué pasó, papá nos dijo que íbamos a un lugar muy bonito donde había casas con césped y niños jugando a baseball en la calle. Que comeríamos hamburguesas e iríamos al colegio en bus y no caminando durante horas. Que allí, a donde íbamos, yo no tendría que repartir periódicos para ganarme unas monedas y que, tanto mi hermano como yo, podríamos ser lo que quisiéramos de mayores, incluso astronautas. Íbamos a tener zapatillas de deporte para jugar al balón y él trabajaría mucho para comprar un auto y puede que hasta un perro, dijo, pero aquí no hay nada de eso, sólo hay una tela metálica. Me llamo Santiago, tengo once años, no sé qué hago aquí ni dónde están mis papás. Mi hermano abre los ojos y me pregunta de nuevo por mamá, cuándo va a venir. No lo sé. En ese momento dos hombres hablan y oigo un nombre: Donald. Le sonrío a mi hermano mientras le limpio los mocos resecos, que permanecen sobre su labio, con los restos del agua de la botella que una señora muy amable me ha dado antes de cerrar la puerta metálica, “¿Ves, José?, ¿lo has oído?, esos policías están diciendo algo del Pato Donald, a lo mejor esto es sólo la sala de espera para entrar a Disneyland… Papá y mamá seguro que ya están dentro y nos están esperando con Coca colas y perritos calientes. Venga, tranquilo, estamos en la antesala de un mundo mágico, ¿acaso no quieres ver a Mickey y a Pluto?. No llores, hombre… No llores, José, que Donald no te vea nunca así”.

“Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas…” (Carlos Ruiz Zafón).




lunes, 18 de junio de 2018

Un domador de pulgas, un astronauta iluso y un exministro “VOGUE”.



Recuerdo que, en las largas y cálidas tardes de agosto de mi lejana infancia, mi abuelo me contaba historias, ahora sospecho que casi todas inventadas, a fin de mitigar el tedio vespertino durante la merienda. Una de ellas, mi preferida, narraba las andanzas de un circo de pulgas que un pillo decidió instalar, con gran boato, en plena calle ante el asombro y entusiasmo de los viandantes que se dejaban todas sus monedas en el cestillo situado, a tal fin, bajo la pista central. Aquél pícaro, en realidad – me aseguraba mi abuelo –, no utilizaba insecto alguno sino que creaba esa ilusión en los espectadores gozando de una pasmosa habilidad para convencer a la concurrencia de la existencia de tan prodigiosos artistas. Tras conocer el elenco de nuevos Ministros se me vino a la memoria el domador de pulgas de mi niñez. Vi entonces, en Pedro Sánchez, al avispado granuja vendedor de ilusiones que, para regocijo de su público, ha creado el espejismo de un portentoso Gobierno que viene al rescate de esta España nuestra que comenzaba ya, tímidamente, a remontar. Ignoro el precio al que ascenderá la hipoteca asumida por su demencia para obtener la ansiada poltrona aunque no me cabe duda de quienes seremos los sufridos pagadores de la canonjía implícita a ese asalto a la Moncloa que, lejos de dispensar confianza y estabilidad, nos presenta un índice de carteras, la mayoría sin escaño y por ello con el consiguiente incremento de salarios, pintoresco: el astronauta Pedro Duque es el encargado de “poner en órbita a España”, una Ministra de Hacienda que ostenta por toda credencial su pertenencia al núcleo duro del gobierno de los ERE fraudulentos o un, hoy dimitido, Ministro del Deporte vago redomado que admitía, sin rubor, no seguir ni practicar ninguno; contertulio mediático y exitoso escritor que no se pensó dos veces el bizarro atuendo con el que compareció a animar a nuestro campeonísimo Rafa Nadal. No podía pergeñarse, aquél empoderado Màxim de palco en la final del Roland Garros bajo el ridículo aunque chic sombrerito, que pasaría a los anales de nuestra Historia como el del más corto ministerio y es que, aquí, el señor periodista defraudó al Fisco la nada desdeñable cantidad de 218.322 € que ha dado con sus huesos en una prematura defenestración auspiciada por el aciago espectro de la corrupción que le costara el poder a un Gobierno legítimamente elegido en las urnas, esa misma sintonía –ya rancia- sonaba al abandonar su despacho sin darle tiempo a elegir ni el color de las paredes, ¿qué menor nivel de ética sería exigible ante la cuestionable moción de censura que ha permitido alinear un catálogo de “Ministras y Ministros” que debería ser objeto de estudio en todas las escuelas de marketing y publicidad?. Pero el plato fuerte estaba aún por llegar y llegó, llegó con nombre de bebida isotónica. Nos sobresaltó la noticia de que el buque Aquarius – previamente repudiado por Italia – ponía rumbo al puerto de Valencia con seiscientas pobres almas a bordo abandonadas a su suerte por las mafias que se lucran con el deleznable tráfico de seres humanos. Desgraciados individuos instrumentalizados hábilmente, aun cuando dudo de que tan magistral maniobra no fuera producto de sus asesores, por Sánchez al convertir las deplorables existencias de esos apátridas navegantes en honra y loa del PSOE evitando, así, la zozobra de los náufragos y la de su escasa credibilidad y erigiéndose con ello, además, en paladín del discurso –también usurpado a la izquierda radical – de “REFUGIADOS BIENVENIDOS”. Y esto como último número, por ahora, de ese gran espectáculo que orquesta el domador de pulgas porque alguien dijo que, una vez, el PSOE ganaba las elecciones para acceder al Gobierno de la nación hoy, en cambio, se ve obligado a hurtar el Gobierno para ganar unas elecciones. Pírrica victoria ésta.

lunes, 4 de junio de 2018

Judas el miserable.




Aquél que una vez dieron por muerto y que se alzara luego con una victoria en las primarias, tras crispar a los barones del PSOE con una obcecada actitud que casi destruye al Partido, se ha convertido, tras prometer –sin Biblia ni crucifijo- un cargo usurpado, en el nuevo inquilino de la Moncloa con el apoyo del exclusivo y selecto club de los enemigos declarados de España: separatistas, herederos de ETA e izquierda radical le han abierto, con ganzúa, la puerta de atrás, consecuencia de esos extraños avatares que, con frecuencia, favorecen las ambiciones personales premiando, injustamente, la soberbia y la estulticia más peligrosa. El oportuno desencadenante no ha sido otro que la sentencia del caso Gürtel, nada nuevo ha desvelado más allá de plasmar, con la solemnidad que otorgan los formulismos jurídicos, el recorrido cenagoso de una organización política cuyo pecado capital ha sido el endeble liderazgo de un estafermo remiso, permisivo y displicente. Reconozco que la actuación del PP ha sido, en términos éticos, más que cuestionable habiéndome erigido, muy a mi pesar y bien cierto es, en su peor azote pero habrá de convenirse también en que gracias a la gestión económica del gobierno de Rajoy, España empezaba a encontrar la estabilidad necesaria para volver a despegar dejando atrás la fiera crisis sufrida durante los últimos años. El batacazo en las urnas era previsible siendo por ello que se debería haber permitido al Gobierno, por el bien de la nación, agotar la legislatura en lugar de urdir un “pucherazo” en toda regla que ha hecho Presidente al más inepto de los aspirantes que, en toda la historia de nuestra Democracia, es posible encontrar. Una conjura orquestada sobre los cimientos del ego personal de Sánchez que ha hecho converger a los falsarios enemigos de España bajo la única consigna de “desalojar al PP” a cualquier precio y eso era lo de menos porque, aquí, quienes pagamos a escote somos los españoles. Estas alimañas carroñeras han medido al milímetro el beneficio que les va a reportar tan ilegítima conspiración y las consecuencias de poner al timón a un botarate como, se ha demostrado, es Pedro Sánchez y, sin duda, se habían percatado previamente de la situación de inestabilidad que iba a generarse en los mercados y la más que predecible pérdida de confianza de los inversores pues esta panda de conspiradores busca sólo la destrucción de nuestro país. Escuchar el agresivo discurso de Hernando desde la tribuna de oradores durante la mañana del pasado viernes fue confirmar que el PP y, por ende, Don Mariano iban a morir matando y que lejos de hacerse, por éste, un ejercicio de generosa responsabilidad y patriotismo ofreciendo su dimisión por el bien de España y manteniéndose en funciones hasta convocar nuevas elecciones otorgó a Sánchez el papel de gran gurú en ese suicidio colectivo que es, sin duda, lo que nos espera. Hay que saber reconocer los errores, tener la humildad de asumirlos y la gallardía para superarlos y los españoles nos merecíamos la oportunidad de elegir a nuestros representantes en lugar de cargar, inermes, con las consecuencias de la azarosa carambola que ha terminado dando a Judas el miserable las armas con las que destruirnos: las fuerzas y demás grupúsculos que han amparado la tentativa de un golpe de Estado y que debían estar ilegalizados son quienes han propiciado el poder a un traidor incapaz de combatirlos y que lo terminarán destruyendo. Así es nuestra Democracia que, un día, se entendió modernizada tras quebrar aquél denostado, hoy añorado, bipartidismo. Me van a permitir, amigos lectores, que no felicite al nuevo y flamante Presidente pues termino de escribir estas líneas contemplando el incierto y más que oscuro horizonte que se le presenta a España mientras pienso en que se ha quedado una preciosa tarde de domingo… para que nos atropelle un tren.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 04/06/2018.

lunes, 28 de mayo de 2018

Cuando "investigado" era "imputado".






Si no fuera por la experta intervención de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil cuyo sólido informe sirve de base al Auto que determina la existencia de "indicios suficientes para atribuir a las personas denunciadas, con la provisionalidad propia de esta fase procesal, la posible comisión de los ilícitos penales" pensaría que nuestro, otrora, Excmo. Sr. Alcalde, hoy ya Excelso Secretario de Estado de la Hacienda Pública por obra y gracia del Ministro Montoro, ha vuelto a ser víctima de esa recalcitrante inquina que suscita, también, entre las filas socialistas. Tras ser galardonado como uno de los peores gestores municipales, al dejar nuestras arcas con un agujero de 550 millones de euros, muchos paisanos se asombraron de que el dedo divino de D. Cristóbal lo ungiera como el llamado a ser su mano derecha en la administración de los dineros públicos aunque algunos biempensantes prefiriéramos verlo, entonces, como un cordial y próvido guiño a nuestra tierra a la que, sin duda, habría que cambiar el nombre para pasar a llamarla el Reino del Duro Rostro. No voy a ser yo quien dinamite el sacralizado derecho a la presunción de inocencia ni se erija, tampoco, en vengadora justiciera de reconocidas fobias, propias y ajenas, pero habrá de concederse que son varios los hechos objetivos que nos llevan a concluir que ese enorme débito que nos queda hoy como reliquia podía, quizás, haberse evitado ayer – o no -, ¿por qué se adjudicó, dicen los murmuradores que a dedo y sin mediar una licitación pública, la gestión de nuestras fuentes ornamentales y el mantenimiento de semáforos a una empresa foránea – ¡de Zamora nada menos, oigan!- cuando aquí, sin duda, hay entidades que podían haber asumido tal encomienda?, ¿acaso un Interventor municipal que desaprueba el abono de unas facturas que, previamente, un técnico conforma sin comprobar ni la ejecución de los trabajos que se decían facturados ni el empleo de los materiales utilizados, no supone una clara advertencia a quien había de autorizar los desembolsos y responder, tal es ahora el caso, por ellos?. Es innegable el derecho de todo quien a prosperar y a ascender escalafones dentro de la profesión que haya elegido, en función del ansia de poder o de notoriedad que experimente, pero lo reprobable es que el desempeño de cargos inferiores, que pudiéramos entender como “preparatorios” para el acceso a esferas más altas, se realice como un simple medio para cubrir el trámite del exigido bagaje como credencial a aportar pues ante este episodio sólo cabe el dolo, en el peor de los supuestos, o la ineptitud en el más sangrante de ellos. Lo del PP, para quienes pensamos que otro PP es aún posible, es una infamia a plazos y es que empieza a cundir la sensación de que en tan honroso Partido – ¡gloria a aquél que un día fuera! – no dan, paradójicamente, una a derechas, hemos pasado de “la herencia recibida” que, durante un tiempo, justificara la ausencia de resultados a un “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario y tengo derecho a defenderme”. Y ahí andan: de Juzgado en Juzgado y de escándalo en escándalo, más de 30 casos y casi 850 “investigados” acorralan ya a la desplumada gaviota genovesa mientras Ciudadanos se frota las manos salivando, que éstos son de los de “a Dios rogando y con el mazo dando”, y los de la vieja guardia, esos que nos consideramos de la derecha liberal, ya nos decantamos esperanzadoramente por VOX – por supuesto no como opción en unas elecciones municipales, ¡Dios nos libre de tránsfugas y trepas!, pero sí en unas generales -. El PP está herido de muerte, agonizante, exangüe por las continuas dentelladas de la corrupción y demás sospechas varias ante la exasperante actitud de aquél que confunde la prudencia con el temor y la paciencia de sus votantes con la más absoluta idiocia. Veremos si tras el próximo 5 de junio seguimos siendo, nosotros, los únicos idiotas.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 28/05/2018.

lunes, 21 de mayo de 2018

Y Pablito se cortó la coleta.


Hay que ser cauto, en los cenagosos albañares de la política más rastrera, y asegurarse de que el arma arrojadiza que se emplea para atacar al oponente no es producto de la propia envidia para no perder, luego, ni un ápice de esa credibilidad borreguil, dispensada por hordas lobotomizadas, hacia el, otrora, agitador de masas encrespadas. Aquél desaliñado treintañero de hace unos años que, desde el púlpito callejero de la indignación más recalcitrante, arengaba con sus soflamas a la izquierda radical, invitando, cual Mesías redentor, a la ruptura del orden social, justificando el terrorismo y alentando la desobediencia civil y tributaria, la ‘okupación’ y la agresión masiva a los agentes del orden; el mismo que incendiara las redes sociales cuestionándose quién “entregaría la política económica de un país a quien se gasta 600.000 € en un ático de lujo” es, hoy, el flamante propietario de un casoplón de ciento diez millones de las antiguas rubias: 2.000 m2 de parcela en la Sierra de Guadarrama, un amplio jardín, piscina, casa de invitados y una vivienda principal de casi 300 m2. Inmueble este, claro, que no obstante ha debido ser financiado mediante un préstamo con garantía hipotecaria concedido por la Caja de Ingenieros –cooperativa próxima al vivero de rebeldes separatistas que es Ómnium Cultural – con unas inmejorables condiciones financieras que nos son vetadas a la generalidad de los españoles. El comunista vallecano, despiadado instigador del capitalismo, ahora, reconvertido por obra y gracia de los acólitos que lo auparon, en su día, a la categoría de Sumo Pontífice de la izquierda regeneradora que venía a “descubrir la pólvora”, en un sátrapa totalitario a quien no le tiembla el pulso a la hora de defenestrar a todo aquél que ose interponerse en su demencial escalada hacia la autocoronación presidencial de una nación a la que, es obvio, odia. Y es que, el desembolso realizado por este “camarada” no lo ha sido a fin de someterse, por ejemplo, a un costoso tratamiento de ortodoncia al alcance, sólo, de algunos en cuyo caso, a la vista está, estaría más que justificado el dispendio sino en la “casa que necesita para desarrollar su proyecto de familia”. Se ve que, aquí, la mayoría de los españoles no tenemos tales proyectos o son menos ambiciosos o no queremos tanto a nuestros hijos y los privamos del contacto directo con la Naturaleza o es que, simplemente, no nos los podemos permitir. De modo que si Iglesias, Don Pablo ya, no ha adquirido este fabuloso chalé a fin de albergar, en la casa de invitados, a una familia de refugiados sirios; ceder la piscina para los alegres chapuzones veraniegos de los niños saharauis o los ejercicios de rehabilitación de la Asociación Vallecana de Jubilados o bien construir, en el jardín, un huerto urbano del que surtir los comedores sociales de la Comunidad de Madrid es que, finalmente, el antisistema de Pablo Iglesias se ha cortado la coleta, abandonando definitivamente la “clase obrera” para integrarse en la de los elegidos potentados. Me pregunto si, visto lo visto, no habrá sido determinante, en su elección, la ubicación de la casa a sólo 20 km del Valle de los Caídos…  Tiene, la demagogia, corta memoria casi tanto como la desvaída coleta del nuevo burgués. ¿“Volverán – quizás - banderas victoriosas”?.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 21/05/18.


lunes, 7 de mayo de 2018

Catalá no lee a Montesquieu.


Las resoluciones judiciales han de ser, siempre, merecedoras del mayor respeto debiendo acatarse aun cuando no se compartan. Ningún Juez ni Magistrado dicta, a sabiendas, una Sentencia injusta. Podrán estar, en sus razonamientos, más o menos acertados pero el Derecho no es una ciencia exacta sino que se encuentra basado en la interpretación siendo por ello, los pronunciamientos judiciales, susceptibles de revisión ante instancias superiores. He de reconocer que la nefanda expresión del Magistrado firmante del voto particular en la Sentencia de La Manada, que no entraré ahora a valorar, de “ni dolor, ni asco, era excitación sexual… un jolgorio” dada su falta de empatía con la víctima –apenas una adolescente aún, frente a cinco fieras investidas de un licencioso desenfreno libidinoso en un habitáculo poco transitado a esas horas y sin escapatoria posible -, me resultó indecorosa por impropia de alguien que viste una toga, a la que se le debe recato y honorabilidad, motivando mi espontánea afirmación de “ese comentario es meritorio de inhabilitación profesional”. Es cierto que es la primera reacción que una, no ya sólo como mujer sino como jurista, experimenta y es, lógicamente, humana pero no es menos cierto que el visionado de una grabación se presta a múltiples y muy variopintas interpretaciones, por lo que teniendo presente, además, que la tipificación de conductas punibles –sin que puedan ser subsumidas, en ellas, las hipotéticas reacciones que ante un hecho determinado pueda presentar la propia víctima – se determinan en función de las percepciones de los Juzgadores, hube, necesariamente, de rectificar: no merece inhabilitación, el hombre, se ha limitado a cumplir con su labor que no es sino la de juzgar y ha considerado, equivocada, o no, pero lícitamente, que la actuación procesada no debe conllevar un reproche penal para sus autores. Un juicio, el realizado por el Magistrado Ricardo González, que, insisto, podrá ser más o menos afortunado pero, en todo caso, respetable. Uno de los pilares de nuestro sistema judicial es la imparcialidad de los servidores públicos que lo integran, encontrándose desprovistos de vinculaciones fácticas que garantizan su absoluta independencia. Fue el propio Montesquieu quien en su obra “El espíritu de las Leyes” determinó, entre otros muchos postulados aún hoy vigentes en nuestras modernas democracias, que es precisamente esta división de poderes la que atestigua que “los jueces sean la voz muda que pronuncia las palabras de la Ley”. Siendo la razón, amigos lectores, por la que habremos de buscar el fallo no tanto en el Poder Judicial como en el Ejecutivo quien, por obra y gracia del Ministro de Justicia, ha cometido una injerencia imperdonable por el daño irrogado a la Judicatura en su conjunto y a la sociedad en general, una intromisión, la suya, tan zafia como vil al apuntar ladinamente hacia “ciertos problemas singulares de este Juez” y puede también, pues todo así lo indica, que previamente el error haya estado en el Legislativo que debe ocuparse, por su parte, de regular el contenido de cada uno de los delitos, qué conductas, de forma indubitada, los componen y las penas que, irremisiblemente, se le han de aplicar a quienes los cometen. Pero, mientras tanto y a falta de su dimisión, seguiremos teniendo un problema y ese problema es el Ilustre Ministro de Justicia, el Sr. Rafael Catalá, junto con todos los que, de modo tan irresponsable como ignorante, han participado en el linchamiento descarnado de Jueces y Magistrados con la mezquina intención de sacar el rédito de un apoyo electoral que, es evidente, hace tiempo perdieron anclados en ese maniqueísmo que les hace posicionarse, indefectiblemente, en el lado del bien que es, y será siempre, el suyo aunque ellos nunca lean a Montesquieu.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 07/05/2018.



miércoles, 2 de mayo de 2018

Marnie, la ladrona.



Finalmente se han cumplido mis vaticinios y Cifuentes se ha visto obligada a dimitir. No ha sido a causa de su mala gestión de la información, aventada por vocingleros propios y extraños al PP pero al fiel servicio de los primeros, acerca del Máster dadivosamente otorgado por la Universidad Rey Juan Carlos sino abatida por la munición, disparada desde sus propias filas, contra aquél que suponga el menor escollo en la aspiración sucesoria de un Partido, cada vez más, reducido a escombros tras los continuos bombardeos de la corrupción. No le encuentro ningún sentido al acto, por supuesto reprobable, de introducir disimuladamente en un bolso de dos mil euros un par de cremas de apenas cuarenta. Resulta, incluso, cómico que alguien que viste de Prada escamotee cosméticos, de gama media, si no es con motivo de una patología, tal parece ser el caso. La cleptomanía, en psicología clínica, presenta una serie de síntomas entre los que se encuentra la ausencia de intencionalidad maliciosa; el descontrolado impulso de sisar, normalmente objetos de escaso valor, no lo es para el beneficio personal del cleptómano sino porque no puede domeñarlo, le resulta imposible y lo hace como medio de aliviar su ansiedad. De modo que, es obvio, quienes padecen tal trastorno sufren una alteración que termina tratándose con terapias conductuales y farmacopea a fin de aliviar los sentimientos de culpa, remordimiento y vergüenza que con posterioridad experimentan. No hablamos de delincuentes –como en el caso de aquellos que, consciente y deliberadamente, incurren en la apropiación indebida o la estafa, donde predomina un propósito de lucro-, puesto que esta desviación del comportamiento no está, no puede estar, tipificada en la Ley Penal. Es curioso que haya podido pervivir, en las albañares políticos, una cinta de seguridad de hace siete años que nula o escasa utilidad podía presentar tras el abono voluntario, por la “infractora”, del importe de lo hallado en su bolso, cuando la LOPD establece que las imágenes captadas por un sistema de seguridad privada no deben, jamás, superar los 30 días de antigüedad, límite que no se alcanzará si las necesidades de captación y almacenamiento se cubren con el archivo registrado de un período inferior en atención al principio de proporcionalidad. Por lo que ese día, en aquella superficie comercial, se produjo un conato de delito leve que fue solventado, quebrando de este modo la denuncia y la tramitación de cualquier proceso judicial pero, también, una radical vulneración de las normas reguladoras de la Protección de Datos al conservarse una grabación que, por Ley, debió ser destruida y no se hizo, facilitándose, más tarde, su difusión y exponiendo, así, públicamente la alteración patológica de una persona susceptible de ser tratada por profesionales y que, con independencia de su cargo, tiene derecho a su intimidad. Imágenes que salen a la luz, haciendo escarnio, en un momento muy delicado de la interesada quien precisamente se había mostrado como la más implacable censora de los casos de corrupción de su Partido. Empiezo a pensar que existen unos expedientes clasificados que guardan las miserias de todos y cada uno de nuestros representantes públicos y que salen a la luz sólo cuando los mismos resultan molestos. Desconozco si será el precio que han de pagar en sus personales vendettas o si, por el contrario, sea que el sacrosanto derecho a la información está al servicio del poder de turno por parte de esos sicarios, custodes de las más pestilentes alcantarillas de miserias ajenas, amparando impunemente el robo de la intimidad de ciertas personas. Tras releer estas líneas me pregunto quién de todos ellos, en esta trama, desempeña mejor el papel de ‘Marnie’.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 30/04/2018.


lunes, 23 de abril de 2018

Ni olvido ni perdón.




En contra de lo que algunos ingenuamente creen, ETA sigue siendo una organización criminal, hoy, aún más perversa y cruel que antes. No sé si me ha producido más asco o estupor leer el comunicado emitido por los asesinos en su diario de cabecera y que desdice el jubiloso titular con el que nos desayunábamos el pasado viernes: “ETA PIDE PERDÓN”. No lo ha hecho. Si el asesinato es un acto que envilece al ser humano aún lo envilece más no expresar un arrepentimiento y perdón sinceros. Habrá de reputarse pues una obscenidad moral declarar “En estas décadas se ha padecido mucho en nuestro pueblo: muertos, heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir al extranjero. Un sufrimiento desmedido. ETA reconoce la responsabilidad directa que ha adquirido en ese dolor”, la mente enferma del ideólogo de semejante atrocidad se responsabiliza del “sufrimiento desmedido” irrogado al pueblo vasco: “muertos, heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir al extranjero”, victimizando, así, a los verdugos que dejaron un siniestro reguero de viudas y huérfanos, en su mayoría de la Guardia Civil, desde la sórdida desvergüenza de considerar damnificados a los miembros de la banda armada, empleando tan impúdicos términos como “tortura” o “secuestro” e imputando su autoría, precisamente, a quienes sólo  ellos privaron de vida o de libertad: a padres de familia que se limitaban a cumplir con su obligación. Sí, “los de verde”, los mismos a los que una jauría rabiosa, en Alsasua, agredió salvajemente en un pub; ésos que no huyen sino que exponen sus vidas al ir tras los asesinos cumpliendo con su deber que no es sino el de proteger el orden social y el cumplimiento de la legalidad; los que no torturan pero reciben el castigo del desprecio, esputado en sus rostros abnegados, de quienes les ofenden y que tampoco secuestran, liberan a los secuestrados. Hay que ser un demente para declarar “Entendemos que muchos consideren y expresen que nuestra actuación ha sido inaceptable e injusta, y lo respetamos, pues a nadie se le puede forzar a decir lo que no piensa o siente. Para otros muchos también han sido totalmente injustas, pese a utilizar el disfraz de la ley, las acciones de las fuerzas del Estado y de las fuerzas autonomistas que han actuado conjuntamente, y tampoco esos ciudadanos y ciudadanas merecen ser humillados. De lo contrario, deberíamos interpretar que ha existido un daño justo que merece aplauso. ETA, en cambio, tiene otra posición: ojalá nada de eso hubiese ocurrido, ojalá la libertad y la paz hubiesen echado raíces en Euskal Herria hace mucho tiempo” hablar de “humillación”, de “disfraz de la ley” y justificar, con ello, la execrable actuación de esta sangrienta comparsa de matarifes es provocar la náusea en las personas de bien. No, amigos lectores, no se dejen engañar: ETA no ha pedido perdón, jamás lo hará. ETA ha sido, es y será, siempre, una banda organizada de asesinos, de los peores que puede haber: aquellos que quitan la vida cobardemente y a traición, los  del tiro en la nuca y la Goma2 detonada a distancia para asegurar su huida. Los mismos que usan el eufemismo de “conflicto” cuando se están refiriendo a 857 ejecuciones, a 857 familias injustamente destrozadas. La que, casi sesenta años después, sigue zahiriendo a todas y cada una de sus víctimas. Ésa es ETA, aquella para la que jamás habrá ni olvido ni perdón.

Con el mayor de mis respetos, agradecimiento y admiración a la honrosa memoria de todos y cada uno de los caídos en la lucha contra el terrorismo de ETA.
Siempre en nuestros corazones.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 23/04/2018.

lunes, 16 de abril de 2018

CalíoPP






Cuenta la mitología griega que de nueve noches de amor, entre Zeus y la titánida Mnemósine (la Memoria), nacieron nueve musas. La mayor de todas, Calíope la de la bella voz, era la inspiradora de la belleza, de la elocuencia y de la poesía épica. Tengo para mí que es, la personal adaptación que de ella he hecho, la que me lleva susurrando al oído desde hace algunos años mis reflexiones acerca de un Partido que, sin duda, tiene a gala la magnífica gestión económica, de justicia es reconocérselo, que en su día impidió nuestra intervención por Europa y que, luego, ha conseguido reactivar la economía con una tasa de crecimiento por la que pocos apostaban pero que arrastra también, en su demérito, un incesante reguero de casos de corruptelas que eclipsan el rédito de sus incuestionables logros. No negaré que el último episodio, a cuenta de Cristina Cifuentes a quien, personalmente, dispenso una gran simpatía, comentado – tan ácida como torticeramente – por Ramón Espinar, vástago de uno de los imputados en el caso de las tarjetas black y reconocido especulador de viviendas de protección oficial, me parece todo un alarde de obscenidad; tanto como las consideraciones que sobre el particular pueda emitir Monedero que cobró 425.000 € por un informe inexistente; la opinión de Echenique, el defraudador de la misma Seguridad Social que le otorgó, sin haber cotizado, el derecho al formidable aparato que le posibilita una mejora ostensible en su calidad de vida; las mordaces puyas del anodino Errejón quien cobraba por no poner un pie en la Universidad o el curriculum inventado, con base en una Licenciatura en Matemáticas, del socialista José Manuel Franco que tampoco se ha mordido la lengua. Sinceramente, no creo que ninguno de los citados detente la más mínima autoridad moral para valorar una conducta que, es obvio, no comparto, es más, recrimino y que debió gestionarse de un modo bien distinto. La bravura de Cifuentes está fuera de toda sospecha, razón por la que hubo de reconocer la falsedad, extremo que le hubiera honrado y que no habría afectado a su, hasta la fecha, impecable gobierno de la Comunidad de Madrid pero ese empecinamiento suyo en mantener la legitimidad de un Título académico que poco o nada afecta a su solvente capacidad como Presidenta, se va a terminar cobrando no sólo su credibilidad sino el gobierno del que, no creo equivocarme, antes que después terminará saliendo por la puerta de atrás. No ha sido éste sino un nuevo episodio, otro más, de los que ha sufrido el PP, derivando hacia una progresiva pérdida de confianza en el único partido político que ha facilitado un Gobierno eficaz en tiempos difíciles y que ha venido pagando, paulatinamente en las urnas, el alto precio de soberbias y egolatrías, de la insaciable avidez de dinero fácil de muchos de sus dirigentes y de su habitual laxitud frente a actuaciones individuales más que cuestionables. Conocen ya Vds., amigos lectores, que mi pensamiento se encuentra ubicado dentro del mismo espectro ideológico del PP, lo que hace aún más dolorosa mi censura, y aunque me precio de haber alabado sus aciertos y reprochado, siempre también, sus errores, mi musa – a quien íntimamente le he conferido el nombre, no podía ser de otro modo, de CalíoPP – me inspira ya, hastiada, no un giro en mi ideología o una abjuración de mis valores sino la reivindicación de la dignidad que pasa necesariamente por la exigencia, a quienes una vez les conferimos el valioso don de nuestro voto, de una rauda regeneración íntegra, estructural y orgánica del Partido Popular porque o es eso o es seguir esperando una nueva inspiración, otra más, alentada por la bella voz de esa deidad a quien deseo, de todo corazón, una rápida e irreversible afonía. Basta ya de bochornos.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 16/04/2018.




lunes, 9 de abril de 2018

Con -Z de zafiedad.



No ha sido, ni será tampoco éste, el único numerito que a Su Majestad se le ha ocurrido montar. Ya apuntaba maneras con aquél lapidario “Déjame hablar” dirigido a un risueño, aún Príncipe, Felipe que soltó, ruborizado, una carcajada nerviosa ante tan espontáneo aunque ya significativo desplante de esa altanera presentadora de televisión que se nos mostraba con un dos piezas de Armani anunciando a bombo y platillo que allí estaba ella, Letizia con –Z, la futura Reina de España a la que nadie iba a restar ningún protagonismo. Luego vinieron los continuos retoques estéticos que, paulatinamente, la han ido convirtiendo en el clon de Rania de Jordania y un, cada vez más, insufrible encopetamiento pues, a medida que Felipe se tornaba más cercano al pueblo, ella se hacía con los réditos de una profunda antipatía. Me pregunto si esa absurda rivalidad que mantiene con la Reina, Doña Sofía siempre llevará a gala haber nacido hija de Reyes y educada, como tal, para reinar y haber vivido siendo hermana, esposa y madre de Reyes, omito deliberadamente ahora decir, no obstante, que abuela ya que la institución monárquica, único elemento de cohesión que mantiene hoy la unidad de esta gran nación, se está deteriorando a pasos agigantados, con –Z también, y no las tengo yo todas conmigo de que la rubísima Princesa de Asturias, que es zurda, come muy sano, toma clases de violonchelo e incluso estudia chino, llegue algún día a reinar bajo el nombre de Leonor II – Dios la guarde, si así fuera, de terminar sus días como su malograda tocaya Leonor de Castilla, primogénita de Fernando IV y Constanza de Portugal, asesinada a manos de su sobrino, Pedro I, en el castillo de Castrojeriz –, temor debería causarnos sólo pensar que alguien quien, ya con doce años, dispensa a su abuela un desabrido manotazo, en público o privado tanto me da, pueda, algún día, representar a la Corona de este viejo y noble Reino que es España. No entraré en si protocolariamente resultaba, o no, adecuado que la Reina se retratara con la Princesa y su hermana, la Infanta; no cuestionaré los pedestres modales cotidianos de una periodista, plebeya por cuna, progre, atea y republicana, reconvertida a todo lo contrario por obra y gracia de un origen divino del poder que le ha venido dado por su condición de consorte, posición que, a la vista está, le queda no grande sino enorme y que nos ha terminado poniendo en los titulares de medio mundo. Tampoco entraré a analizar el trato que una Señora Reina emérita, para mí la única y verdadera Soberana, merece sino que me ceñiré a lo que Doña Sofía de Grecia, Sofía, es por encima de cualquier otro título: ¿quién puede negarle a una abuela el derecho a disfrutar de sus nietas?, ¿en base a qué real prebenda se le impide hacerse un retrato con ellas?, ¿qué madre ante un tierno beso, dado en la frente por una abuela, tiene el vergonzante gesto de limpiarlo?... ¿No será que la monarquía, a base de tan liberal y vanguardista intrusismo, se ha terminado ‘proletarizando’? porque ¿puede alguien adquirir, en unos pocos años, la obligada profesionalidad en el desempeño de tan inefable cargo para el que otros se llevan preparando toda una vida?. ¿Acaso no somos conscientes de la importancia de servir a España desde tan privilegiada institución? o ¿es que no tenemos derecho a exigir una imagen de España a la altura y de una categoría conforme a la dignidad que, a lo largo de la historia, hemos demostrado poseer?... Aun cuando se nos escape lo que el Rey, en el ámbito particular, pudo manifestarle sobre tan bochornoso episodio a la propia causante del mismo, debería el monarca tener presente por el bien del Estado, de la Corona y del Pueblo Español que Doña Sofía, la Reina nacida y educada para serlo, siempre será su madre y que a Letizia, con –Z, la encontró en… un telediario.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 09/04/2018.

lunes, 2 de abril de 2018

Las ratas de Waterloo.

Siempre me he sentido cautivada por ese entrañable personaje de “El Nini”, el niño sabio, casi profético, de la novela de Delibes. ‘Las Ratas’ se desarrolla en un pueblo de la España profunda, a modo de denuncia social de la tiranía ejercida por los latifundistas sobre la mísera población rural castellana. Su padre, el Tío Ratero, las cazaba para el propio sustento y vio peligrar su medio de vida cuando, por diversión, un vecino de un pueblo cercano comienza también a atraparlas en el mismo territorio provocando así un descenso de las presas, tan necesarias para su subsistencia. Son curiosas las asociaciones de ideas que el ignoto cerebro humano es capaz de realizar. Desde que diera inicio la actuación de la justicia frente a los golpistas, he venido acordándome de esta obra; desconozco si lo evocador, en mi subconsciente, es su título o si lo son los personajes pero ha sido inevitable realizar el recurrente paralelismo. El Nini, aun cuando tengo mis dudas si en la trama real del secesionismo lo personifica el Juez Llarena o nuestro magnífico Servicio de Inteligencia, ha terminado dando caza a la rata más gorda, también la más cobarde pues fue la que diera inicio a una deshonrosa huida, secundada más tarde por otros cabecillas del golpe de Estado llevado a cabo desde la, hoy se confirma lo que siempre supimos, ilusoria creencia de una total impunidad. Nadie puede estar abocado, eternamente, a la huida o a ese mal llamado “exilio”… Ya me pareció aciago para Puigdemont que optara, en su excelsa cortedad, por fijar su residencia en Waterloo, allí donde el sueño de Napoleón muriera definitivamente a manos de Wellington y con él los delirios de grandeza del perturbado personaje que, sin duda, bien pudo haber inspirado los sueños dementes de quien, una vez, intentó coronarse como el gran hacedor de una quimérica República Catalana que ha resultado ser como el champagne: tras descorchar con fuerza la botella las burbujas se han ido escapando, perdiendo fuerza, hacia el centro de Europa; huyendo como lo hacen las ratas en los naufragios. Cabía esperar valentía, sacrificio y lucha por parte de los artífices de tan extravagante proyecto que hubiera podido darle, quizás, un ápice de credibilidad pero esta vil rebelión contra el Estado de Derecho ha quedado reducida a un sainete de huida y retirada, en algunos, y a la opereta del espectáculo dado a la entrada en prisión de quienes se consideran mártires habiendo sido los victimarios del orden y la paz social en una parte de España. Ni siquiera compartían, en esa beoda enajenación, un proyecto común – la CUP confirma la fractura de las fuerzas independentistas desde el germen mismo de la rebelión -, no han dado el menor atisbo de solvencia y tan sólo han convencido a una parte de la población, intentando implantar una República sin raigambre histórica, sin fundamentos económicos ni el menor viso, tampoco, de su reconocimiento a nivel internacional. Ha sido, sin duda, un gran fraude en el que sólo unos pocos, los menos, han tenido la gallardía de afrontar las consecuencias de sus actos y en el que otros muchos, como Puigdemont y el resto de los huidos, siempre quedarán inscritos en el índice más vergonzante, aquél que comienza con la –c de COBARDÍA. Abatidos, como las ratas, en plena evasión. El soberbio de Carlos debió tener presente la Historia puesto que, ya se sabe, “de los escarmentados, nacen los avisados” aunque, como a Napoleón, le haya terminado perdiendo su propia demencia ególatra, sorda a cualquier advertencia, y es que… nunca hubo ratas en Waterloo.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 02/04/2018.


lunes, 26 de marzo de 2018

Un café frío, una tarde de perros y los posos de la tiranía tecnológica.





Sentada en la mesa del fondo de una cafetería, e-book en mano y un café enfriándose, levanto la vista cada vez que el movimiento de un cuerpo se interpone entre la luz y mi lectura, espero a mi amiga. Estoy diez minutos antes de la hora marcada, simple manía. Llueve a intervalos rabiosos y, de vez en cuando, tras la violenta descarga de cada uno de esos torrentes expelidos sin piedad por unas nubes grises arreciadas por el viento, asoman tímidamente unos segundos de sol. Hay menos gente en el establecimiento de lo que el estridente ruido de ambiente parece indicar. En la mesa de al lado una familia, padre, madre y niña de unos cinco años. Él, corpulento y con el rostro congestionado, probablemente la copa de coñac que bebe a sonoros sorbos no sea ni la tercera ni, tampoco, la cuarta de ese día, está pegado al móvil por el que habla a voces como queriendo participarnos, al resto, la interesante conversación que mantiene con su amigo Lolín; la madre, entrada en carnes y con cierta carencia de un retoque en el tinte desvaído, parte con las manos grandes trozos de un croissant que se desmiga y que mete, casi a presión, en la boca de la niña a quien le afloran lágrimas, supongo que por la sofocación, apenas si le da tiempo a masticar aunque deglute a la misma velocidad que la madre destripa el bollo. La niña tiene la vista fija en otro teléfono móvil que reproduce alguna serie de animación a todo volumen. Las conversaciones, telefónicas en su mayoría, se entremezclan en ruidosa pugna por prevalecer sobre las demás, una irritante atmósfera cargada de la sonora lucha de egos por imponer la soberanía del timbre de voz más rotundo que me va alterando el sistema nervioso. Mi amiga no llega, normal, aún no es la hora. Vaya tarde de perros y yo que buscaba un refugio tranquilo donde guarecerme de esta inclemente lluvia en buena conversación… Es imposible concentrar la atención en las líneas de la pantalla con tanto ruido. Desisto. De modo distraído voy posando la mirada en las mesas ocupadas y detecto que, en la mayoría de los casos, la gente no mira a los ojos de sus interlocutores, tiene los propios clavados en el teléfono. El teléfono móvil, ese demoníaco aparato que nos ha terminado esclavizando hasta el punto de omitir toda comunicación si no es a través de su tecnológica anatomía, nada escapa a su férrea y opresiva dictadura. El ruido sigue en aumento, fuera llueve como si estuviese próximo el fin de los tiempos, el café se ha quedado frío y mi amiga no viene. Intento llamar la atención del camarero que, con cara de tedio, se encuentra apoyado en la barra, ajeno a las necesidades de la atronadora clientela y absorto en la conversación que, sin duda, tiene lugar en su WhatsApp. Aguardo, esperanzada, a que aun cuando sea de modo involuntario o por un simple acto reflejo levante la mirada presta a hacerle señas para que me dé la cuenta. No aguanto más. Es la oportuna carcajada que ha provocado alguna ocurrencia del tal Lolín en mi vecino de mesa lo que le hace reaccionar, levanta la cabeza, aprovecho y le hago el gesto. Se acerca con desgana y con el móvil en la mano escribiendo un mensaje, apenas me mira cuando me dice el importe. Saco un par de monedas y las dejo sobre la mesa, junto al café frío. Me sobresalta el aviso de la recepción de un mensaje, se enciende la pequeña luz led que me anuncia la causa del retraso, ahora ya sí, de mi amiga a nuestra cita: “He tenido que volver a por el móvil, se me había olvidado. Ya voy ;oP”. Resoplo contrariada mientras pienso en que las relaciones humanas en nuestros días se han terminado limitando a no escuchar al de enfrente sino a embutir, a toda velocidad, palabras tecleadas y absurdos iconos en sofisticadas maquinitas que, cada vez, nos aíslan más de la realidad mermando nuestras habilidades sociales y convirtiéndonos en desconsiderados prisioneros de una ficticia comunicación virtual. ¡Bendita tecnología!.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 26/03/2018.

lunes, 19 de marzo de 2018

Clamor de justicia.



Aspiro profundamente el aroma que desprende su pelo rubio y, escudriño en mi memoria olfativa, es el mismo desde que naciera hace ya seis años. Gonzalo se ha quedado dormido y su naricilla respingona exhala un vaho agradable que me cosquillea en el cuello a intervalos acompasados. Respira tranquilo, reposa sobre tu tía desde la confianza, plácida y serena, de una sensación de protección. Lo abrazo fuerte intentando aprehender esa fragancia balsámica a inocencia, a dulzura… a amor. Sí, huele a puro amor. Pienso entonces en el “Pescaito”, ese pequeño de ocho años a quien un desvarío desalmado le ha arrebatado la vida. Y pienso, cómo no hacerlo, en sus padres. En un enorme vacío ocupado ahora por la nada; una nada fría, gris, lúgubre que espero y deseo no los acabe engullendo. Es duro, muy duro. El ser humano no está, no puede estarlo, preparado para asumir la pérdida de un hijo y menos en condiciones tan execrables. No quiero ni imaginar el dolor de esa madre a quien le han desgarrado las mismas entrañas que una vez le dieran la vida a su niño muerto, no puedo pensar en la sensación de culpabilidad del padre quien, de modo totalmente involuntario, puso en el camino del hijo al monstruo que lo terminaría convirtiendo, por unos días, en el hijo de todos los españoles que hemos seguido, con angustia y desazón, esos doce días de horror hasta el fatal desenlace. No puedo omitir, tampoco, mi admiración y respeto hacia los “cazadores de brujas” que, sin cejar en su empeño, cumplieron con la palabra empeñada de encontrar a Gabriel; lo hicieron aunque ese siniestro hallazgo les provocara el llanto, por tantos días contenido. Lágrimas de dolor, un dolor tan fino como el que causa el cristal al resbalar por la piel mojada. El “Pescaito” yacía en un maletero. Ocho cortos años de vida dormían un sueño eterno, cubiertos de barro y arropados por una sucia manta. Un niño, otro más, inerte. Su asesina a quien le niego el derecho de haber actuado empujada por un delirio celotípico -los psicópatas carecen de sentimientos, viven anclados en un desierto en el que la empatía es sólo un espejismo- que pudiera atenuar la gravedad de su condena, deberá cumplir, ahora, su deuda con la sociedad asumiendo la pena que se le imponga pero jamás podrá saldar la moral: la pérdida irreparable de una vida humana destrozando, también, las de toda una familia. Veremos si se le aplica, además, esa ley no escrita de la cárcel, la verdadera condena que dudo pueda resistir, y que vendrá impartida por la propia población reclusa: las presas ya han dictado Sentencia haciendo suyo el hijo muerto. Y aunque no creo que la solución para proteger el bien común sea instaurar la pena de muerte pues la sociedad se deshumanizaría al presentar un comportamiento similar al que precisamente pretende punir creo, firmemente, que el único medio efectivo para salvaguardar el orden social y preservar, de este modo, a los más vulnerables es desterrar a quien no está preparado para habitar entre sus congéneres sin atentar contra ellos. No es sed de venganza sino un profundo clamor de justicia. ¿Imaginan cómo nos sentiríamos si, por uno de esos desatinados avatares del destino, se cruzara algún día en nuestras vidas una “Ana Julia”, un “Chicle” o un “Bretón” cualquiera?, ¿acaso no impetraríamos un castigo proporcional a la gravedad del daño sufrido?, ¿de verdad pensamos que nuestro actual sistema penitenciario tiene un fin tendente a la reinserción social del delincuente?, ¿alguien cree que un ser que no tiene escrúpulo alguno en privar de vida o violar a otro puede modificar su conducta?... Perdónenme, amigos lectores, pero no estoy segura de, llegado el caso, poder ser una Patricia Ramírez, un Juan Carlos Quer, un Juan José Cortés o un Antonio del Castillo más aceptando, desde la serena entereza, semejante dolor. No. Prefiero prevenir a tener que llorar… Gonzalo abre los ojos y me sonríe, es cuando le prometo que siempre haré lo que esté en mi mano por protegerlo incluso exigir la prisión permanente revisable. Es mi deber, ¿no lo consideran también el suyo?.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 19/03/2018.

lunes, 12 de marzo de 2018

Llamadme Ismael...


“Llamadme Ismael…” pocos comienzos hay tan famosos en la historia de la Literatura. Con esa frase y no otra inicia, el narrador de Moby Dick, el épico relato de la caza de la gran ballena blanca. Lo que se gestaba en la mente de Melville al relatar, magistralmente, la travesía del ballenero ‘Pequod’ nadie podrá saberlo a ciencia cierta, una obra es tanto mejor cuanto mayor es el número de significados que de ella se desprendan y, es inevitable, cada lector la interpretará de forma subjetiva variando en función de la época, las circunstancias o, incluso, de la personal visión que del mundo tenga quien se sumerja en sus páginas. Aunque parezca obvio que la novela trata sobre la venganza, no puede negarse el paralelismo entre el demente proceder del Capitán Ahab y la moralizante obsesión puritana de los fundadores de las “Trece Colonias”. Para mí es, simplemente, una de las más bellas alegorías de la política humana atemporal, aquella que queda reducida a la pérdida de la dignidad o, incluso, la vida tras los pasos de un líder que hace tiempo sucumbió a la sinrazón llevando al desastre del hundimiento a la nave y a su tripulación. Pienso que la novela, que traspira una gran riqueza descriptiva arrastrando al lector hacia una apasionante navegación por experiencias metafísicas, culminó para su autor con el nacimiento de una criatura monstruosa que lo terminaría engullendo, como a Jonás, mientras a través de sus líneas nos enseña a esperar igual que esperaron atónitos, en medio de tempestades y atardeceres en calma, los arponeros del barco, siempre sometidos a la totalitaria y enfermiza voluntad del Capitán. Apago, hastiada, el televisor y resuena en mi mente, con un eco casi metálico, ese “Llamadme Ismael”… La proyección mediática de lo que han venido en denominar “paro histórico” ha copado la actualidad informativa hasta el hartazgo, postulada como una movilización apolítica en favor de la mujer se invocaba a la unidad frente a no sé bien qué. Han salido así, a la calle, miles de mujeres – no emplearé, deliberadamente, el término “feminista” para no desnaturalizarlo, yo lo soy y nunca permitiría que nadie pusiera voz a mis palabras, no toleraría un trato desigual por mi condición y, por supuesto, no me considero inferior ni superior a ningún hombre como tampoco a ninguna mujer- y han ejercido, quienes lo han considerado oportuno, su derecho a huelga; no haciéndolo aquellas otras que, a su libre criterio, han optado por lo contrario. Yo, el pasado 8 de marzo, desde el profundo reconocimiento y sincera admiración hacia quienes nos precedieron y contribuyeron, con su esfuerzo, a levantar la sociedad actual, lo dediqué a cumplir con mi obligación y no porque me muestre a favor de la discriminación de ningún ser humano, por la causa que sea, sino porque creo que el lugar que cada uno quiere ocupar lo gana con trabajo y con sacrificio. La educación que recibí de mis padres fundamenta una mentalidad crítica hacia todo aquello que pueda venir impuesto y si jamás aceptaría tener un portavoz, no sé por qué extraña razón iba a consentir que lo fuera una “portavoza”. Ya lo ven, no creo en el politizado “apesebramiento” de protestas reivindicativas y cuando, alguna vez, me he sentido víctima de un acto machista y créanme que han sido frecuentes en mi profesión, tradicionalmente masculina hasta hace bien poco, me he defendido, sin perder jamás las formas, poniendo en su sitio al mentecato autor de semejante osadía. Siempre he preferido ser yo quien inicie la solitaria persecución de mi personal gran ballena blanca sin arrastrar a nadie más, especialmente si se torna obsesiva, razón por la que no permito que me incluyan en guerras colectivas con las que no puedo ni debo identificarme. No veo la necesidad de exigir un derecho que ya se encuentra consagrado, ni la de defender de modo colectivo una vulneración individual del mismo. Cada quien, hombre o mujer, habrá de narrar, en primera persona, la historia de su propia lucha pues sólo así se habrá ganado el derecho a ser llamado Ismael…


Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, el 12/03/2018.

lunes, 5 de marzo de 2018

Las cigüeñas burguesas: crónica de dos realidades paralelas.





Es curioso que no haya, en Badajoz, una sola chimenea o campanario que no estén coronados por un nido de cigüeña. Estoy trabajando en la habitación de la última planta del hotel cuando reparo en la existencia de dos aves de regio porte, entorno los ojos intentando agudizar la vista. Hieráticas, sobre sus esbeltas patas, observan desde la altura y, en un alarde de simpleza vital, parecen conformarse con asistir, impertérritas, al discurrir de la vida que tiene lugar ahí abajo. Apenas se mueven, sólo leves giros de cabeza. Me pregunto qué pensarán, si es que piensan, de esos insignificantes bípedos, incapaces de desplazarse por el aire, ajenos a la majestuosidad del vuelo y el planeo. Sí; estoy convencida de que nos consideran inferiores. Vuelvo al café que, poco antes, me ha traído la camarera de planta pero no puedo desprender los ojos de las cigüeñas. Las cigüeñas… esos extraños seres, otrora, migratorios. Es asombroso el paralelismo que encuentro entre ellas, las cigüeñas, y nuestra clase política, también extraña y migratoria. Antes, cuando la temperatura se hacía menos benévola, alzaban el vuelo en busca de climas más benignos: los pájaros hacia África, los humanos hacia la orilla que mayor indulgencia pudiera proporcionar a la bandada. Me sorprende que hayan modificado, dentro de la cadena trófica, sus hábitos alimentarios abandonando el natural instinto de la caza de saltamontes y otros pequeños insectos, peces o anfibios por la placidez del cómodo abastecimiento en basureros urbanos, lugares, éstos, donde con menor esfuerzo se nutren de la inmundicia que les permite dar continuidad a su ciclo vital. Exactamente igual que nuestros políticos que, lejos de batirse en los honorables combates dialécticos de antaño, desde la solemnidad de un hemiciclo considerado el templo de la sagrada representación institucional de todos los españoles, han descendido paulatinamente, auspiciados en su caída por rastas y vaqueros rotos, a la ciénaga del ataque personal, la corrupción y el enriquecimiento propio a costa de los exangües ciudadanos a quienes nos consideran, sin duda, insignificantes bípedos incapaces de desplazarnos por el aire, ajenos a la majestuosidad de su vuelo y planeo en ese cielo de las altas esferas. Sí; nuestros políticos son cigüeñas. Así, el polluelo de la orgullosa cigüeña naranja cuando rompió el cascarón crotoró con fuerza reivindicando su condición para ir variando luego, su plumaje, hacia un tono entre el azul o el rojo, según le conviniera, iniciando una predecible oscilación a fin de saciar la gula acumulada durante su proceso de gestación. En cambio, la conocida como cigüeña de plumaje azul conserva, como principal característica, un severo estatismo pues, a modo de alarde de simpleza vital, se conforma con asistir, impertérrita, al discurrir de la vida que tiene lugar bajo sus esbeltas patas; sin prisas, sin tiempos. La de cola roja, por su parte, presenta mayor similitud con el comportamiento de las avestruces, con frecuencia ni está ni se la espera más allá de mantener la cabeza bajo tierra y sacarla del agujero sólo cuando el hambre aprieta, por contraposición a la más agresiva de la especie, producto de un accidente de la democrática Madre Naturaleza: la morada; ave a la que, hace tiempo, se incluye dentro de las carroñeras por alimentarse de la biomasa en descomposición aunque, dicen los entendidos, se encuentra en vías de extinción dado que, con frecuencia y pese al instinto de supervivencia, los especímenes que presentan algún defecto o tara en su morfología acaban siendo fagocitados por otros. Su fin es inevitable… Elucubro acerca de esos movimientos migratorios y en ambos casos, el animal y el humano, concluyo que el motor de esos ciclos de migración, más que en la temperatura, se explica en el sustento: ¿por qué conseguir con esfuerzo lo que se obtiene sin él aunque sea en un vertedero?. El café se ha quedado frío. El cursor parpadea en la pantalla a la espera de que abandone mis pensamientos y me centre en mi tarea. Las cigüeñas siguen arriba, en su nido, ajenas al discurrir de la vida y nuestros políticos, hieráticos, en el suyo, también ajenos. Es… mi crónica de dos realidades paralelas.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 05/03/2018.