En contra de lo que algunos
ingenuamente creen, ETA sigue siendo una organización criminal, hoy, aún más perversa
y cruel que antes. No sé si me ha producido más asco o estupor leer el
comunicado emitido por los asesinos en su diario de cabecera y que desdice el
jubiloso titular con el que nos desayunábamos el pasado viernes: “ETA PIDE
PERDÓN”. No lo ha hecho. Si el asesinato es un acto que envilece al ser humano
aún lo envilece más no expresar un arrepentimiento y perdón sinceros. Habrá de
reputarse pues una obscenidad moral declarar “En estas décadas se ha padecido mucho en nuestro pueblo: muertos,
heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir
al extranjero. Un sufrimiento desmedido. ETA reconoce la responsabilidad
directa que ha adquirido en ese dolor”, la mente enferma del ideólogo de
semejante atrocidad se responsabiliza del “sufrimiento
desmedido” irrogado al pueblo vasco: “muertos,
heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir
al extranjero”, victimizando, así, a los verdugos que dejaron un siniestro
reguero de viudas y huérfanos, en su mayoría de la Guardia Civil, desde la
sórdida desvergüenza de considerar damnificados a los miembros de la banda
armada, empleando tan impúdicos términos como “tortura” o “secuestro” e
imputando su autoría, precisamente, a quienes sólo ellos privaron de vida o de libertad: a padres
de familia que se limitaban a cumplir con su obligación. Sí, “los de verde”,
los mismos a los que una jauría rabiosa, en Alsasua, agredió salvajemente en un
pub; ésos que no huyen sino que exponen sus vidas al ir tras los asesinos cumpliendo
con su deber que no es sino el de proteger el orden social y el cumplimiento de
la legalidad; los que no torturan pero reciben el castigo del desprecio,
esputado en sus rostros abnegados, de quienes les ofenden y que tampoco
secuestran, liberan a los secuestrados. Hay que ser un demente para declarar “Entendemos que muchos consideren y expresen
que nuestra actuación ha sido inaceptable e injusta, y lo respetamos, pues a
nadie se le puede forzar a decir lo que no piensa o siente. Para otros muchos
también han sido totalmente injustas, pese a utilizar el disfraz de la ley, las
acciones de las fuerzas del Estado y de las fuerzas autonomistas que han
actuado conjuntamente, y tampoco esos ciudadanos y ciudadanas merecen ser
humillados. De lo contrario, deberíamos interpretar que ha existido un daño
justo que merece aplauso. ETA, en cambio, tiene otra posición: ojalá nada de
eso hubiese ocurrido, ojalá la libertad y la paz hubiesen echado raíces en
Euskal Herria hace mucho tiempo” hablar de “humillación”, de “disfraz de la
ley” y justificar, con ello, la execrable actuación de esta sangrienta comparsa
de matarifes es provocar la náusea en las personas de bien. No, amigos lectores,
no se dejen engañar: ETA no ha pedido perdón, jamás lo hará. ETA ha sido, es y
será, siempre, una banda organizada de asesinos, de los peores que puede haber:
aquellos que quitan la vida cobardemente y a traición, los del tiro en la nuca y la Goma2 detonada a
distancia para asegurar su huida. Los mismos que usan el eufemismo de
“conflicto” cuando se están refiriendo a 857 ejecuciones, a 857 familias injustamente
destrozadas. La que, casi sesenta años después, sigue zahiriendo a todas y cada
una de sus víctimas. Ésa es ETA, aquella para la que jamás habrá ni olvido ni
perdón.
Con el mayor de mis respetos, agradecimiento y admiración a la honrosa
memoria de todos y cada uno de los caídos en la lucha contra el terrorismo de
ETA.
Siempre en nuestros corazones.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 23/04/2018.
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