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lunes, 23 de enero de 2017

Séneca, Pitágoras y las cláusulas suelo.




Hace unos meses nos las prometíamos muy felices pues habíamos evitado unas nuevas y  bochornosas elecciones. Teníamos, al fin, un Gobierno estable y condenado al consenso, pero en un alarde de “a que todavía me supero”, no hay semana en la que no nos desternillemos, por no llorar claro está, a cuenta de las disparatadas ocurrencias de nuestro Ejecutivo. La última, de momento, ya ha provocado un nuevo colapso de las líneas telefónicas en los despachos de abogados que, tras el varapalo dado por la Justicia Europea a nuestro Alto Tribunal, se afanaban con celeridad en reclamaciones de cláusulas suelo, a fin de que paralizaran la interposición de los procedimientos y es que, ahora, el Séneca que nos gobierna en perniciosa connivencia con el Pitágoras que ostenta la oposición política, ha decidido implementar un próvido sistema que evite la saturación judicial, “forzando” -es un decir… entiéndanme- la devolución “voluntaria” de las cantidades cobradas de más a los Clientes por parte de las Entidades Bancarias y esto, dicen, en sólo tres meses, apercibiendo al ciudadano del elevado coste que podría asumir en caso de declinar el ofrecimiento de la Entidad. Es decir, aquellos que, durante años no han tenido ningún escrúpulo para imponer cláusulas abusivas a sus Clientes, han cobrado lo que, sabían, no les correspondía, se han quedado con las garantías de los créditos que, en realidad, no valían lo que sus propios tasadores dijeron que valían y que cuando, humillados y exprimidos los Clientes y atiborrados, los bancos, de inmuebles a los que no podían dar salida, se negaron a asumir las pérdidas, nuestro Séneca, en lugar de exigirles la responsabilidad debida, les inyectó una ingente cantidad de dinero, liquidez que lejos de invertirse en la protección de los famélicos y damnificados usuarios de sus servicios – votantes del Séneca, del Pitágoras y demás morralla multicolor –, se empleó en seguir incrementando sus pingües beneficios, porque ya se sabe que, en España, es la Banca quien decide y el Estado el que otorga, algo obvio si tenemos en cuenta que los principales deudores de los Bancos son los sindicatos y los propios partidos políticos. Pues, pese a todo esto -deben pensar, estos genios, que aquí el personal se ha caído de un guindo- ahora intentan amparar a esos mismos cuatreros implantando un “código de buenas prácticas” cuyo funcionamiento, plazo y resultado están por ver, oigan, lo mismo esta “espléndida” panacea pasa por callarnos la boca ofreciéndonos un innovador televisor de plasma o una elegante batería de cocina, con cubertería a juego y todo, “total -nos dirán- así no tiene que tributar…”, mi respuesta, como obligada y abnegada usuaria de estos demoníacos servicios y, no menos, como indignada profesional del Derecho, es palmaria: “No, mire Vd, mejor me devuelve Vd. mis dineros que ya, si eso, me voy al Corte Inglés y me lo compro allí”. En definitiva, señores, no se dejen engañar por esta falsa quimera de transparencia y buen hacer institucional, si, de verdad, quieren recuperar todo lo que han pagado de más, incluyendo los gastos de constitución de hipoteca como son los de tasación, gestoría, impuestos, Notaría y Registro, no permitan que les den chocolate del loro: declinen cualquier oferta, recurran a un abogado de confianza para ejercer sus derechos y no les tengan tanto miedo ni a las costas ni a los Jueces, después del revés del Tribunal de Justicia de la Unión Europea podemos tener claro que “la Banca, en España, no siempre gana”. Veremos qué hacen los Sénecas y Pitágoras de turno cuando asuman que no pueden seguir insultando nuestra inteligencia con tan piadosas dádivas. ¿Acaso no lo imaginan?.


Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, en VIVA JAÉN el 23/01/2017.

viernes, 20 de enero de 2017

El lujo de vivir en España para los autónomos y profesionales.




Acabo de tomarme un paracetamol, a ver si consigo que se me pase la tiritona, la gripe es un exceso que no me puedo permitir, un día de trabajo perdido es un día más de asfixia y angustia calculadora en ristre, pues, mediado el mes de enero, D. Cristóbal ya anda frotándose las manos. Los autónomos y profesionales liberales, esa extraña clase media que “pagamos a pachas” los excesos de un gobierno de Zapatero que nos llevó a la debacle más absoluta y ahora, también, las promesas huecas de otro que, en el fondo, nos anima a seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades, somos los más castigados en esa contribución nuestra al Erario Público desde que recibiéramos el castigo divino de ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Así, el paisano Montoro, decidió ampliar el margen del déficit de las autonomías del 0,3% al 0,7%, entre otros “ajustes” que, en definitiva, somos nosotros, esa extinta clase media de despertador y eternas jornadas laborales, quienes tendremos que sufragarlos. El Gobierno que se postulaba en su día como el gran libertador al preconizar, como único medio posible, la bajada de la presión fiscal para fomentar el crecimiento de la economía – bendita sea la demagogia y benditas sean, por siempre, las promesas electorales -, se descuelga con una subida de impuestos, una deuda insostenible y un déficit incontrolado que bien le ha valido el oportuno pescozón de Aznar, pero lo peor ha sido ese anuncio, realizado con el inconfundible acento - tan catalán, tan nasal- de Dolores Montserrat, Ministra de Sanidad por obra y gracia de D. Mariano, de la disparatada idea de hacer, también, progresivo el copago farmacéutico a los pensionistas, toma ya, no es suficiente con toda una vida de esfuerzo y de trabajo para hacerse merecedor de una pensión, propia de “ricos”, esto es,  más de 30.000 euros anuales, sino que precisamente el premio es pagar, por todo, más que nadie. Claro, se entiende, es mucho más popular demonizar al “rico” que realizar recortes en el gasto público y mientras tanto, “los de arriba” se congratulan que ya pasamos de los “brotes verdes” a “España va bien” y suma y sigue, viviendo a crédito y endeudándonos más de lo que, la prudencia nos indica, es lo aconsejable. Que los números no salen, nueva canonjía, siempre a cuenta de esa sufrida clase media, son muchos los servicios que han de mantenerse, instituciones, organismos, funcionariado, cargos de confianza, curiosamente todos necesarios e imprescindibles. Y mientras continúan tirando con pólvora del rey yo me pregunto qué será lo próximo, pues cada decisión gubernamental supone una nueva tajada de “esa libra de carne sin hueso” que se llevan, sosteniendo las arcas de un Estado que no parece tener freno pero trabajando sin parar para ver, cada día, un poco más menguados nuestros ingresos pues muchos son los gastos sociales, esquilmando trimestralmente nuestros ahorros y apretando un poco más la soga hasta que el último de nosotros desaparezca o se den cuenta de que nada hay más perjudicial, para el desarrollo económico, que castigar a los verdaderos motores de la riqueza. Pero mientras tanto, para el autónomo o el profesional liberal, vivir en España es todo un lujo. Paciencia y salud.


Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, VIVA JAÉN 16/01/17.

lunes, 9 de enero de 2017

El año que dejó huérfana a la Generación Perdida.


Me siento tranquila, al abrigo de esa placidez, casi irreverente, de los días “tontos”, esos días laborables en fechas navideñas en los que, como hoy, poco o nada se hace pese a no ser festivo, en la terraza de una cafetería del centro, aprovechando los últimos rayos de un sol tenue de invierno. Pido un café y enciendo el e-book para sumergirme en una vida, más allá de la real, en la que una puede ser lo que se le antoje. Un niño pequeño – de apenas cinco o seis años – se estampa contra el respaldo de la silla, debía ir distraído o no tiene una buena visión con el casco de Darth Vader que lleva, la madre lo sujeta por el hombro: “Mira por donde vas, hombre. Disculpa” me dice; el niño me mira, o eso intuyo, y balbucea un tímido “Perdón” amortiguado por la máscara. Le acaricio el hombro mientras le contesto “No pasa nada, ha sido sin querer. ¡Que la Fuerza te acompañe, joven Padawan!”, lo veo alejarse mientras mueve la espada láser, a modo de saludo de despedida, girando un par de veces la cabeza antes de desaparecer de mi campo de visión. Me ha traído recuerdos, me he visto a mí misma, también con el casco de Darth Vader, asistiendo al estreno de lo que sería el inicio de una mítica saga en el teatro Asuán, a finales de 1977. Pienso en aquellos años y pienso, también, como el 2016 ha sido el que ha dejado huérfana a la Generación Perdida, esa que integramos los que ya hemos cruzado el umbral de los 40, también llamada X. Es mi generación, a la que el pasado año nos ha despojado del traje de Peter Pan para asestarnos los mazazos de la desaparición – escalonada bien es cierto aunque no por ello menos dolorosa – de los iconos de nuestra bisoñez.
Perdimos primero a David Bowie, inspirador de esos estilismos imposibles durante los 80 al grito de “We can be heroes… just for one day…”, apenas nos estábamos recuperando cuando nos sorprendió la muerte de Manolo Tena y días después la del inimitable Prince, ese necesario enfrentamiento con la realidad nos iba haciendo conscientes de que parte de nuestra adolescencia y primera juventud se iba agotando, como la silenciosa arena que se desliza implacable del compartimento superior al inferior, provocando la angustia del inexorable paso del tiempo en el reloj. Con Leonard Cohen, el poeta de la voz rota, pensábamos – pobres ilusos – que se daba por concluida la siniestra pléyade de óbitos e intentábamos conservar, a duras penas, la imagen nítida en nuestra memoria de los últimos rescoldos que nos transportaban a aquellas tardes de primavera en las que todo eran canciones y reuniones con amigos, cintas rebobinadas con bolígrafos Bic y las primeras cañas. Acababa, casi ya, el año cuando lloramos con el entrañable “Last Christmas” de George Michael, esta vez, siendo más conscientes que nunca de que fueron sus últimas Navidades y lo peor aún estaba por llegar, aun cuando se nos venía anunciando que, tras sufrir un infarto en pleno vuelo, la Princesa Leia se debatía entre la vida y la muerte en un hospital californiano, fue el desenlace fatal lo que nos hizo llorar la marcha de la hermana melliza de Luke Skywalker que ya forma parte de las estrellas de esa galaxia muy lejana… la de nuestra cándida adolescencia.
Apuro el pitillo y pienso en aquél magistral ensayo de Unamuno en el que describía su tiempo, un tiempo triste que es el mismo que se sigue expandiendo más de un siglo después, “Extiéndese y se dilata por toda nuestra sociedad una enorme monotonía que se resuelve en atonía, uniformidad mate, ingente ramplonería. Todo por empeñarse en disociar lo asociado y formular lo informulable… (…) … Las fuerzas más frescas y juveniles se agotan en establecerse en la lucha por el destino. Se ahoga a la juventud sin comprenderla”  y de repente también me siento vieja.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca,  VIVA JAÉN 09/01/17.