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lunes, 19 de marzo de 2018

Clamor de justicia.



Aspiro profundamente el aroma que desprende su pelo rubio y, escudriño en mi memoria olfativa, es el mismo desde que naciera hace ya seis años. Gonzalo se ha quedado dormido y su naricilla respingona exhala un vaho agradable que me cosquillea en el cuello a intervalos acompasados. Respira tranquilo, reposa sobre tu tía desde la confianza, plácida y serena, de una sensación de protección. Lo abrazo fuerte intentando aprehender esa fragancia balsámica a inocencia, a dulzura… a amor. Sí, huele a puro amor. Pienso entonces en el “Pescaito”, ese pequeño de ocho años a quien un desvarío desalmado le ha arrebatado la vida. Y pienso, cómo no hacerlo, en sus padres. En un enorme vacío ocupado ahora por la nada; una nada fría, gris, lúgubre que espero y deseo no los acabe engullendo. Es duro, muy duro. El ser humano no está, no puede estarlo, preparado para asumir la pérdida de un hijo y menos en condiciones tan execrables. No quiero ni imaginar el dolor de esa madre a quien le han desgarrado las mismas entrañas que una vez le dieran la vida a su niño muerto, no puedo pensar en la sensación de culpabilidad del padre quien, de modo totalmente involuntario, puso en el camino del hijo al monstruo que lo terminaría convirtiendo, por unos días, en el hijo de todos los españoles que hemos seguido, con angustia y desazón, esos doce días de horror hasta el fatal desenlace. No puedo omitir, tampoco, mi admiración y respeto hacia los “cazadores de brujas” que, sin cejar en su empeño, cumplieron con la palabra empeñada de encontrar a Gabriel; lo hicieron aunque ese siniestro hallazgo les provocara el llanto, por tantos días contenido. Lágrimas de dolor, un dolor tan fino como el que causa el cristal al resbalar por la piel mojada. El “Pescaito” yacía en un maletero. Ocho cortos años de vida dormían un sueño eterno, cubiertos de barro y arropados por una sucia manta. Un niño, otro más, inerte. Su asesina a quien le niego el derecho de haber actuado empujada por un delirio celotípico -los psicópatas carecen de sentimientos, viven anclados en un desierto en el que la empatía es sólo un espejismo- que pudiera atenuar la gravedad de su condena, deberá cumplir, ahora, su deuda con la sociedad asumiendo la pena que se le imponga pero jamás podrá saldar la moral: la pérdida irreparable de una vida humana destrozando, también, las de toda una familia. Veremos si se le aplica, además, esa ley no escrita de la cárcel, la verdadera condena que dudo pueda resistir, y que vendrá impartida por la propia población reclusa: las presas ya han dictado Sentencia haciendo suyo el hijo muerto. Y aunque no creo que la solución para proteger el bien común sea instaurar la pena de muerte pues la sociedad se deshumanizaría al presentar un comportamiento similar al que precisamente pretende punir creo, firmemente, que el único medio efectivo para salvaguardar el orden social y preservar, de este modo, a los más vulnerables es desterrar a quien no está preparado para habitar entre sus congéneres sin atentar contra ellos. No es sed de venganza sino un profundo clamor de justicia. ¿Imaginan cómo nos sentiríamos si, por uno de esos desatinados avatares del destino, se cruzara algún día en nuestras vidas una “Ana Julia”, un “Chicle” o un “Bretón” cualquiera?, ¿acaso no impetraríamos un castigo proporcional a la gravedad del daño sufrido?, ¿de verdad pensamos que nuestro actual sistema penitenciario tiene un fin tendente a la reinserción social del delincuente?, ¿alguien cree que un ser que no tiene escrúpulo alguno en privar de vida o violar a otro puede modificar su conducta?... Perdónenme, amigos lectores, pero no estoy segura de, llegado el caso, poder ser una Patricia Ramírez, un Juan Carlos Quer, un Juan José Cortés o un Antonio del Castillo más aceptando, desde la serena entereza, semejante dolor. No. Prefiero prevenir a tener que llorar… Gonzalo abre los ojos y me sonríe, es cuando le prometo que siempre haré lo que esté en mi mano por protegerlo incluso exigir la prisión permanente revisable. Es mi deber, ¿no lo consideran también el suyo?.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 19/03/2018.

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