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lunes, 23 de abril de 2018

Ni olvido ni perdón.




En contra de lo que algunos ingenuamente creen, ETA sigue siendo una organización criminal, hoy, aún más perversa y cruel que antes. No sé si me ha producido más asco o estupor leer el comunicado emitido por los asesinos en su diario de cabecera y que desdice el jubiloso titular con el que nos desayunábamos el pasado viernes: “ETA PIDE PERDÓN”. No lo ha hecho. Si el asesinato es un acto que envilece al ser humano aún lo envilece más no expresar un arrepentimiento y perdón sinceros. Habrá de reputarse pues una obscenidad moral declarar “En estas décadas se ha padecido mucho en nuestro pueblo: muertos, heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir al extranjero. Un sufrimiento desmedido. ETA reconoce la responsabilidad directa que ha adquirido en ese dolor”, la mente enferma del ideólogo de semejante atrocidad se responsabiliza del “sufrimiento desmedido” irrogado al pueblo vasco: “muertos, heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir al extranjero”, victimizando, así, a los verdugos que dejaron un siniestro reguero de viudas y huérfanos, en su mayoría de la Guardia Civil, desde la sórdida desvergüenza de considerar damnificados a los miembros de la banda armada, empleando tan impúdicos términos como “tortura” o “secuestro” e imputando su autoría, precisamente, a quienes sólo  ellos privaron de vida o de libertad: a padres de familia que se limitaban a cumplir con su obligación. Sí, “los de verde”, los mismos a los que una jauría rabiosa, en Alsasua, agredió salvajemente en un pub; ésos que no huyen sino que exponen sus vidas al ir tras los asesinos cumpliendo con su deber que no es sino el de proteger el orden social y el cumplimiento de la legalidad; los que no torturan pero reciben el castigo del desprecio, esputado en sus rostros abnegados, de quienes les ofenden y que tampoco secuestran, liberan a los secuestrados. Hay que ser un demente para declarar “Entendemos que muchos consideren y expresen que nuestra actuación ha sido inaceptable e injusta, y lo respetamos, pues a nadie se le puede forzar a decir lo que no piensa o siente. Para otros muchos también han sido totalmente injustas, pese a utilizar el disfraz de la ley, las acciones de las fuerzas del Estado y de las fuerzas autonomistas que han actuado conjuntamente, y tampoco esos ciudadanos y ciudadanas merecen ser humillados. De lo contrario, deberíamos interpretar que ha existido un daño justo que merece aplauso. ETA, en cambio, tiene otra posición: ojalá nada de eso hubiese ocurrido, ojalá la libertad y la paz hubiesen echado raíces en Euskal Herria hace mucho tiempo” hablar de “humillación”, de “disfraz de la ley” y justificar, con ello, la execrable actuación de esta sangrienta comparsa de matarifes es provocar la náusea en las personas de bien. No, amigos lectores, no se dejen engañar: ETA no ha pedido perdón, jamás lo hará. ETA ha sido, es y será, siempre, una banda organizada de asesinos, de los peores que puede haber: aquellos que quitan la vida cobardemente y a traición, los  del tiro en la nuca y la Goma2 detonada a distancia para asegurar su huida. Los mismos que usan el eufemismo de “conflicto” cuando se están refiriendo a 857 ejecuciones, a 857 familias injustamente destrozadas. La que, casi sesenta años después, sigue zahiriendo a todas y cada una de sus víctimas. Ésa es ETA, aquella para la que jamás habrá ni olvido ni perdón.

Con el mayor de mis respetos, agradecimiento y admiración a la honrosa memoria de todos y cada uno de los caídos en la lucha contra el terrorismo de ETA.
Siempre en nuestros corazones.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 23/04/2018.

lunes, 16 de abril de 2018

CalíoPP






Cuenta la mitología griega que de nueve noches de amor, entre Zeus y la titánida Mnemósine (la Memoria), nacieron nueve musas. La mayor de todas, Calíope la de la bella voz, era la inspiradora de la belleza, de la elocuencia y de la poesía épica. Tengo para mí que es, la personal adaptación que de ella he hecho, la que me lleva susurrando al oído desde hace algunos años mis reflexiones acerca de un Partido que, sin duda, tiene a gala la magnífica gestión económica, de justicia es reconocérselo, que en su día impidió nuestra intervención por Europa y que, luego, ha conseguido reactivar la economía con una tasa de crecimiento por la que pocos apostaban pero que arrastra también, en su demérito, un incesante reguero de casos de corruptelas que eclipsan el rédito de sus incuestionables logros. No negaré que el último episodio, a cuenta de Cristina Cifuentes a quien, personalmente, dispenso una gran simpatía, comentado – tan ácida como torticeramente – por Ramón Espinar, vástago de uno de los imputados en el caso de las tarjetas black y reconocido especulador de viviendas de protección oficial, me parece todo un alarde de obscenidad; tanto como las consideraciones que sobre el particular pueda emitir Monedero que cobró 425.000 € por un informe inexistente; la opinión de Echenique, el defraudador de la misma Seguridad Social que le otorgó, sin haber cotizado, el derecho al formidable aparato que le posibilita una mejora ostensible en su calidad de vida; las mordaces puyas del anodino Errejón quien cobraba por no poner un pie en la Universidad o el curriculum inventado, con base en una Licenciatura en Matemáticas, del socialista José Manuel Franco que tampoco se ha mordido la lengua. Sinceramente, no creo que ninguno de los citados detente la más mínima autoridad moral para valorar una conducta que, es obvio, no comparto, es más, recrimino y que debió gestionarse de un modo bien distinto. La bravura de Cifuentes está fuera de toda sospecha, razón por la que hubo de reconocer la falsedad, extremo que le hubiera honrado y que no habría afectado a su, hasta la fecha, impecable gobierno de la Comunidad de Madrid pero ese empecinamiento suyo en mantener la legitimidad de un Título académico que poco o nada afecta a su solvente capacidad como Presidenta, se va a terminar cobrando no sólo su credibilidad sino el gobierno del que, no creo equivocarme, antes que después terminará saliendo por la puerta de atrás. No ha sido éste sino un nuevo episodio, otro más, de los que ha sufrido el PP, derivando hacia una progresiva pérdida de confianza en el único partido político que ha facilitado un Gobierno eficaz en tiempos difíciles y que ha venido pagando, paulatinamente en las urnas, el alto precio de soberbias y egolatrías, de la insaciable avidez de dinero fácil de muchos de sus dirigentes y de su habitual laxitud frente a actuaciones individuales más que cuestionables. Conocen ya Vds., amigos lectores, que mi pensamiento se encuentra ubicado dentro del mismo espectro ideológico del PP, lo que hace aún más dolorosa mi censura, y aunque me precio de haber alabado sus aciertos y reprochado, siempre también, sus errores, mi musa – a quien íntimamente le he conferido el nombre, no podía ser de otro modo, de CalíoPP – me inspira ya, hastiada, no un giro en mi ideología o una abjuración de mis valores sino la reivindicación de la dignidad que pasa necesariamente por la exigencia, a quienes una vez les conferimos el valioso don de nuestro voto, de una rauda regeneración íntegra, estructural y orgánica del Partido Popular porque o es eso o es seguir esperando una nueva inspiración, otra más, alentada por la bella voz de esa deidad a quien deseo, de todo corazón, una rápida e irreversible afonía. Basta ya de bochornos.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 16/04/2018.




lunes, 9 de abril de 2018

Con -Z de zafiedad.



No ha sido, ni será tampoco éste, el único numerito que a Su Majestad se le ha ocurrido montar. Ya apuntaba maneras con aquél lapidario “Déjame hablar” dirigido a un risueño, aún Príncipe, Felipe que soltó, ruborizado, una carcajada nerviosa ante tan espontáneo aunque ya significativo desplante de esa altanera presentadora de televisión que se nos mostraba con un dos piezas de Armani anunciando a bombo y platillo que allí estaba ella, Letizia con –Z, la futura Reina de España a la que nadie iba a restar ningún protagonismo. Luego vinieron los continuos retoques estéticos que, paulatinamente, la han ido convirtiendo en el clon de Rania de Jordania y un, cada vez más, insufrible encopetamiento pues, a medida que Felipe se tornaba más cercano al pueblo, ella se hacía con los réditos de una profunda antipatía. Me pregunto si esa absurda rivalidad que mantiene con la Reina, Doña Sofía siempre llevará a gala haber nacido hija de Reyes y educada, como tal, para reinar y haber vivido siendo hermana, esposa y madre de Reyes, omito deliberadamente ahora decir, no obstante, que abuela ya que la institución monárquica, único elemento de cohesión que mantiene hoy la unidad de esta gran nación, se está deteriorando a pasos agigantados, con –Z también, y no las tengo yo todas conmigo de que la rubísima Princesa de Asturias, que es zurda, come muy sano, toma clases de violonchelo e incluso estudia chino, llegue algún día a reinar bajo el nombre de Leonor II – Dios la guarde, si así fuera, de terminar sus días como su malograda tocaya Leonor de Castilla, primogénita de Fernando IV y Constanza de Portugal, asesinada a manos de su sobrino, Pedro I, en el castillo de Castrojeriz –, temor debería causarnos sólo pensar que alguien quien, ya con doce años, dispensa a su abuela un desabrido manotazo, en público o privado tanto me da, pueda, algún día, representar a la Corona de este viejo y noble Reino que es España. No entraré en si protocolariamente resultaba, o no, adecuado que la Reina se retratara con la Princesa y su hermana, la Infanta; no cuestionaré los pedestres modales cotidianos de una periodista, plebeya por cuna, progre, atea y republicana, reconvertida a todo lo contrario por obra y gracia de un origen divino del poder que le ha venido dado por su condición de consorte, posición que, a la vista está, le queda no grande sino enorme y que nos ha terminado poniendo en los titulares de medio mundo. Tampoco entraré a analizar el trato que una Señora Reina emérita, para mí la única y verdadera Soberana, merece sino que me ceñiré a lo que Doña Sofía de Grecia, Sofía, es por encima de cualquier otro título: ¿quién puede negarle a una abuela el derecho a disfrutar de sus nietas?, ¿en base a qué real prebenda se le impide hacerse un retrato con ellas?, ¿qué madre ante un tierno beso, dado en la frente por una abuela, tiene el vergonzante gesto de limpiarlo?... ¿No será que la monarquía, a base de tan liberal y vanguardista intrusismo, se ha terminado ‘proletarizando’? porque ¿puede alguien adquirir, en unos pocos años, la obligada profesionalidad en el desempeño de tan inefable cargo para el que otros se llevan preparando toda una vida?. ¿Acaso no somos conscientes de la importancia de servir a España desde tan privilegiada institución? o ¿es que no tenemos derecho a exigir una imagen de España a la altura y de una categoría conforme a la dignidad que, a lo largo de la historia, hemos demostrado poseer?... Aun cuando se nos escape lo que el Rey, en el ámbito particular, pudo manifestarle sobre tan bochornoso episodio a la propia causante del mismo, debería el monarca tener presente por el bien del Estado, de la Corona y del Pueblo Español que Doña Sofía, la Reina nacida y educada para serlo, siempre será su madre y que a Letizia, con –Z, la encontró en… un telediario.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 09/04/2018.

lunes, 2 de abril de 2018

Las ratas de Waterloo.

Siempre me he sentido cautivada por ese entrañable personaje de “El Nini”, el niño sabio, casi profético, de la novela de Delibes. ‘Las Ratas’ se desarrolla en un pueblo de la España profunda, a modo de denuncia social de la tiranía ejercida por los latifundistas sobre la mísera población rural castellana. Su padre, el Tío Ratero, las cazaba para el propio sustento y vio peligrar su medio de vida cuando, por diversión, un vecino de un pueblo cercano comienza también a atraparlas en el mismo territorio provocando así un descenso de las presas, tan necesarias para su subsistencia. Son curiosas las asociaciones de ideas que el ignoto cerebro humano es capaz de realizar. Desde que diera inicio la actuación de la justicia frente a los golpistas, he venido acordándome de esta obra; desconozco si lo evocador, en mi subconsciente, es su título o si lo son los personajes pero ha sido inevitable realizar el recurrente paralelismo. El Nini, aun cuando tengo mis dudas si en la trama real del secesionismo lo personifica el Juez Llarena o nuestro magnífico Servicio de Inteligencia, ha terminado dando caza a la rata más gorda, también la más cobarde pues fue la que diera inicio a una deshonrosa huida, secundada más tarde por otros cabecillas del golpe de Estado llevado a cabo desde la, hoy se confirma lo que siempre supimos, ilusoria creencia de una total impunidad. Nadie puede estar abocado, eternamente, a la huida o a ese mal llamado “exilio”… Ya me pareció aciago para Puigdemont que optara, en su excelsa cortedad, por fijar su residencia en Waterloo, allí donde el sueño de Napoleón muriera definitivamente a manos de Wellington y con él los delirios de grandeza del perturbado personaje que, sin duda, bien pudo haber inspirado los sueños dementes de quien, una vez, intentó coronarse como el gran hacedor de una quimérica República Catalana que ha resultado ser como el champagne: tras descorchar con fuerza la botella las burbujas se han ido escapando, perdiendo fuerza, hacia el centro de Europa; huyendo como lo hacen las ratas en los naufragios. Cabía esperar valentía, sacrificio y lucha por parte de los artífices de tan extravagante proyecto que hubiera podido darle, quizás, un ápice de credibilidad pero esta vil rebelión contra el Estado de Derecho ha quedado reducida a un sainete de huida y retirada, en algunos, y a la opereta del espectáculo dado a la entrada en prisión de quienes se consideran mártires habiendo sido los victimarios del orden y la paz social en una parte de España. Ni siquiera compartían, en esa beoda enajenación, un proyecto común – la CUP confirma la fractura de las fuerzas independentistas desde el germen mismo de la rebelión -, no han dado el menor atisbo de solvencia y tan sólo han convencido a una parte de la población, intentando implantar una República sin raigambre histórica, sin fundamentos económicos ni el menor viso, tampoco, de su reconocimiento a nivel internacional. Ha sido, sin duda, un gran fraude en el que sólo unos pocos, los menos, han tenido la gallardía de afrontar las consecuencias de sus actos y en el que otros muchos, como Puigdemont y el resto de los huidos, siempre quedarán inscritos en el índice más vergonzante, aquél que comienza con la –c de COBARDÍA. Abatidos, como las ratas, en plena evasión. El soberbio de Carlos debió tener presente la Historia puesto que, ya se sabe, “de los escarmentados, nacen los avisados” aunque, como a Napoleón, le haya terminado perdiendo su propia demencia ególatra, sorda a cualquier advertencia, y es que… nunca hubo ratas en Waterloo.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 02/04/2018.