Aquél que una vez dieron por
muerto y que se alzara luego con una victoria en las primarias, tras crispar a
los barones del PSOE con una obcecada actitud que casi destruye al Partido, se
ha convertido, tras prometer –sin Biblia ni crucifijo- un cargo usurpado, en el
nuevo inquilino de la Moncloa con el apoyo del exclusivo y selecto club de los
enemigos declarados de España: separatistas, herederos de ETA e izquierda
radical le han abierto, con ganzúa, la puerta de atrás, consecuencia de esos
extraños avatares que, con frecuencia, favorecen las ambiciones personales
premiando, injustamente, la soberbia y la estulticia más peligrosa. El oportuno
desencadenante no ha sido otro que la sentencia del caso Gürtel, nada nuevo ha
desvelado más allá de plasmar, con la solemnidad que otorgan los formulismos
jurídicos, el recorrido cenagoso de una organización política cuyo pecado
capital ha sido el endeble liderazgo de un estafermo remiso, permisivo y
displicente. Reconozco que la actuación del PP ha sido, en términos éticos, más
que cuestionable habiéndome erigido, muy a mi pesar y bien cierto es, en su
peor azote pero habrá de convenirse también en que gracias a la gestión
económica del gobierno de Rajoy, España empezaba a encontrar la estabilidad
necesaria para volver a despegar dejando atrás la fiera crisis sufrida durante
los últimos años. El batacazo en las urnas era previsible siendo por ello que
se debería haber permitido al Gobierno, por el bien de la nación, agotar la
legislatura en lugar de urdir un “pucherazo” en toda regla que ha hecho Presidente
al más inepto de los aspirantes que, en toda la historia de nuestra Democracia,
es posible encontrar. Una conjura orquestada sobre los cimientos del ego personal
de Sánchez que ha hecho converger a los falsarios enemigos de España bajo la
única consigna de “desalojar al PP” a cualquier precio y eso era lo de menos porque,
aquí, quienes pagamos a escote somos los españoles. Estas alimañas carroñeras
han medido al milímetro el beneficio que les va a reportar tan ilegítima
conspiración y las consecuencias de poner al timón a un botarate como, se ha
demostrado, es Pedro Sánchez y, sin duda, se habían percatado previamente de la
situación de inestabilidad que iba a generarse en los mercados y la más que
predecible pérdida de confianza de los inversores pues esta panda de
conspiradores busca sólo la destrucción de nuestro país. Escuchar el agresivo
discurso de Hernando desde la tribuna de oradores durante la mañana del pasado
viernes fue confirmar que el PP y, por ende, Don Mariano iban a morir matando y
que lejos de hacerse, por éste, un ejercicio de generosa responsabilidad y patriotismo
ofreciendo su dimisión por el bien de España y manteniéndose en funciones hasta
convocar nuevas elecciones otorgó a Sánchez el papel de gran gurú en ese
suicidio colectivo que es, sin duda, lo que nos espera. Hay que saber reconocer
los errores, tener la humildad de asumirlos y la gallardía para superarlos y
los españoles nos merecíamos la oportunidad de elegir a nuestros representantes
en lugar de cargar, inermes, con las consecuencias de la azarosa carambola que ha
terminado dando a Judas el miserable las armas con las que destruirnos: las fuerzas
y demás grupúsculos que han amparado la tentativa de un golpe de Estado y que
debían estar ilegalizados son quienes han propiciado el poder a un traidor incapaz
de combatirlos y que lo terminarán destruyendo. Así es nuestra Democracia que,
un día, se entendió modernizada tras quebrar aquél denostado, hoy añorado,
bipartidismo. Me van a permitir, amigos lectores, que no felicite al nuevo y
flamante Presidente pues termino de escribir estas líneas contemplando el
incierto y más que oscuro horizonte que se le presenta a España mientras pienso
en que se ha quedado una preciosa tarde de domingo… para que nos atropelle un
tren.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario
VIVA JAÉN, 04/06/2018.
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