“Llamadme Ismael…” pocos
comienzos hay tan famosos en la historia de la Literatura. Con esa frase y no
otra inicia, el narrador de Moby Dick, el épico relato de la caza de la gran
ballena blanca. Lo que se gestaba en la mente de Melville al relatar,
magistralmente, la travesía del ballenero ‘Pequod’ nadie podrá saberlo a
ciencia cierta, una obra es tanto mejor cuanto mayor es el número de
significados que de ella se desprendan y, es inevitable, cada lector la
interpretará de forma subjetiva variando en función de la época, las
circunstancias o, incluso, de la personal visión que del mundo tenga quien se sumerja
en sus páginas. Aunque parezca obvio que la novela trata sobre la venganza, no
puede negarse el paralelismo entre el demente proceder del Capitán Ahab y la
moralizante obsesión puritana de los fundadores de las “Trece Colonias”. Para
mí es, simplemente, una de las más bellas alegorías de la política humana atemporal,
aquella que queda reducida a la pérdida de la dignidad o, incluso, la vida tras
los pasos de un líder que hace tiempo sucumbió a la sinrazón llevando al
desastre del hundimiento a la nave y a su tripulación. Pienso que la novela, que
traspira una gran riqueza descriptiva arrastrando al lector hacia una apasionante
navegación por experiencias metafísicas, culminó para su autor con el
nacimiento de una criatura monstruosa que lo terminaría engullendo, como a
Jonás, mientras a través de sus líneas nos enseña a esperar igual que esperaron
atónitos, en medio de tempestades y atardeceres en calma, los arponeros del
barco, siempre sometidos a la totalitaria y enfermiza voluntad del Capitán. Apago,
hastiada, el televisor y resuena en mi mente, con un eco casi metálico, ese
“Llamadme Ismael”… La proyección mediática de lo que han venido en denominar “paro
histórico” ha copado la actualidad informativa hasta el hartazgo, postulada
como una movilización apolítica en favor de la mujer se invocaba a la unidad
frente a no sé bien qué. Han salido así, a la calle, miles de mujeres – no emplearé,
deliberadamente, el término “feminista” para no desnaturalizarlo, yo lo soy y
nunca permitiría que nadie pusiera voz a mis palabras, no toleraría un trato
desigual por mi condición y, por supuesto, no me considero inferior ni superior
a ningún hombre como tampoco a ninguna mujer- y han ejercido, quienes lo han
considerado oportuno, su derecho a huelga; no haciéndolo aquellas otras que, a
su libre criterio, han optado por lo contrario. Yo, el pasado 8 de marzo, desde
el profundo reconocimiento y sincera admiración hacia quienes nos precedieron y
contribuyeron, con su esfuerzo, a levantar la sociedad actual, lo dediqué a
cumplir con mi obligación y no porque me muestre a favor de la discriminación
de ningún ser humano, por la causa que sea, sino porque creo que el lugar que
cada uno quiere ocupar lo gana con trabajo y con sacrificio. La educación que
recibí de mis padres fundamenta una mentalidad crítica hacia todo aquello que
pueda venir impuesto y si jamás aceptaría tener un portavoz, no sé por qué
extraña razón iba a consentir que lo fuera una “portavoza”. Ya lo ven, no creo
en el politizado “apesebramiento” de protestas reivindicativas y cuando, alguna
vez, me he sentido víctima de un acto machista y créanme que han sido
frecuentes en mi profesión, tradicionalmente masculina hasta hace bien poco, me
he defendido, sin perder jamás las formas, poniendo en su sitio al mentecato
autor de semejante osadía. Siempre he preferido ser yo quien inicie la solitaria
persecución de mi personal gran ballena blanca sin arrastrar a nadie más,
especialmente si se torna obsesiva, razón por la que no permito que me incluyan
en guerras colectivas con las que no puedo ni debo identificarme. No veo la
necesidad de exigir un derecho que ya se encuentra consagrado, ni la de defender
de modo colectivo una vulneración individual del mismo. Cada quien, hombre o
mujer, habrá de narrar, en primera persona, la historia de su propia lucha pues
sólo así se habrá ganado el derecho a ser llamado Ismael…
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario
VIVA JAÉN, el 12/03/2018.
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