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lunes, 9 de julio de 2018

La ceguera voluntaria.



Desconozco si será la supina ignorancia en los nuevos salvapatrias, de uno u otro signo, o cuanto más su capacidad de manipulación sobre la colectiva pues no existe, actualmente, una sólida base cultural que permita rebatir las mentiras que se vienen vertiendo desde la fractura del bipartidismo. El adoctrinamiento de las exiguas mentes permeables dada la carencia de conocimientos históricos y la manifiesta incapacidad para pensar de modo autónomo junto con la ausencia de las claves críticas precisas para conformar un criterio veraz acerca de la realidad actual, se va cerniendo peligrosamente como la mayor de las amenazas que pesan sobre nuestra, cada vez más, disminuida sociedad. Movimientos feministas total y absolutamente desnaturalizados reivindicando lo que ni tan siquiera saben bien qué; puentes de diálogo tendidos hacia los refractarios dinamitadores de los cimientos legales de la unidad nacional sin importar la pérdida de formas por parte de quien, se supone, representa institucionalmente a todos los españoles y prometió –que no juró- cumplir y hacer cumplir la Constitución; exaltación, en definitiva, del analfabetismo funcional más pedestre. Así, no debería sorprender a nadie, esa incongruencia que presenta nuestro sistema parlamentario que, injustamente, otorga tan ingente poder decisorio a pequeños grupúsculos que sólo persiguen destruirlo al pretender la extinción del Estado Democrático. Se ha posibilitado el Gobierno a un partido de tan sólo 84 diputados en la Cámara con el apoyo, que resultó fundamental, de 5 expertos extorsionadores ante los que se ha humillado la dignidad de toda una Nación con tal de saciar una voracidad que, a la vista queda, no conoce límite. No es algo nuevo, esta claudicación de Pedro Sánchez, pues desde hace años los dos grandes partidos, que no han sabido o no han querido vertebrar la unidad, se han venido turnando en el Gobierno a cambio del pago de cuantiosos estipendios de nuestra soberanía de un modo tan infame como vergonzante, alimentando con ello a la bestia que ahora parece dominar nuestros designios. El fulgurante brillo de esa estrella fugaz ocupando La Moncloa se traducirá en un daño irreparable al patrimonio común territorial y cultural de lo que un día fue España. El historiador latino Lucio Anneo Floro ya diagnosticó nuestro mal con una frase lapidaria que quedará dentro del panegírico de la gloria del Imperio Romano “La nación hispana o la Hispania Universa, no supo unirse contra Roma. Defendida por los Pirineos y el mar habría sido inaccesible. Su pueblo fue siempre valioso pero mal jerarquizado”, veinte siglos después y tras haber conquistado y después perdido medio mundo, seguimos sin haber aprendido la lección limitándose, el Gobierno de turno, a aumentar el importe de las canonjías debidas en pro de una destrucción paulatina y quebrando los dos grandes bloques ideológicos en segmentos entre los que cada vez resulta más difícil encontrar a quien confiar el voto pues, a la postre, los fines a los que obedece su participación política quedan reducidos a esa frase proferida por quienes ellos, lejos de mimar como el colectivo votante, deben ver despectivamente como el vil y manipulable populacho que tan recurrentemente escuchamos: “Todos son iguales pero a alguien habrá que votar” y mientras, quienes no nos conformamos con el trato borreguil dispensado o el indolente apesebramiento de una ceguera voluntaria, somos condenados al ostracismo, en el mejor de los casos, o al insulto puesto que, en definitiva, en este santo y bendito Reino de España si tu ideología se encuentra enclavada dentro de la derecha liberal independiente, estás proscrito: la rancia derechona intenta apuñalarte y la izquierda, por su parte, denostarte.

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