Desde el pasado 1 de junio no
ha cesado el rosario de dislates a cada cual más hilarante que, aquí, los
sufridos españoles nos hemos visto obligados a soportar como consecuencia,
directa o indirecta, de la zafia conjura que ha dinamitado la estabilidad
nacional. Y es que el estafador ha resultado estafado; pensó, Sánchez, que
contaba con el apoyo para sacar adelante su descalabrada moción cuando el
respaldo lo fue, en realidad, para desbancar a un debilitado Rajoy y claro,
como era de esperar, ahora cada quien exige la devolución del favor prestado.
En un retorcido ejercicio de malabarismos mentales los golpistas, por un lado,
y los herederos legítimos de la asesina ETA, por el suyo, vienen repitiendo el
mantra de que “no se pueden resolver los problemas políticos mediante el
recurso a la Justicia” olvidando que en un Estado democrático de Derecho, como
lo es el nuestro y así lo consagra la Constitución, toda cuestión política ha
de ser también jurídica necesariamente ya que de no ajustarse a la Ley tampoco
sería democrática, deducción que se alcanza mediante el simple recurso a la más
mínima lógica elemental. Aun así, el nuevo Ministro de Interior –antaño
considerado un Magistrado conservador que se erigió en el mayor azote de los
terroristas en el, parece que ya olvidado por él mismo, caso Faisán que lo
catapultara al Olimpo de los idolatrados, por la ciudadanía de bien, “Jueces
estrella” - tras reunirse con los familiares de las víctimas del terrorismo, en
un intento de nadar y guardar la ropa, ha hablado de “acercamientos
individualizados” de los asesinos hacia sus lugares de origen, acercamientos sometidos
a no sabemos bien qué criterios legales cuando es obvio que responden, única y
exclusivamente no permitan que les engañen, a las torticeras alianzas políticas
que posibilitaron, en tan plural como obsceno contubernio, el acceso al
Gobierno de Pedro Sánchez. Si bien, y en honor a la verdad, el inicio de tan benévola
actitud hacia los terroristas hemos de buscarlo cuando el PP liberó al
sanguinario Bolinaga quien, enfermo de cáncer, durante los dos años que
sobrevivió con más miedo a morir del que en su día tuviera a matar, siguió
formando parte de esa enardecida horda que jaleaba impunemente a la ETA más
despiadada, la de sus inicios, evocando sus hazañas y ensalzando a sus gudari.
Me pregunto si, en realidad, el PNV busca crear una especie de Spandau donde
recluir – como ya se hiciera en ésta a los criminales nazis – a las viejas
glorias etarras para evitar que las familias de estos canallas malnacidos hayan
de desplazarse por los diferentes puntos de nuestra geografía nacional o bien
sacralizar el recinto como un lugar de peregrinaje de los nostálgicos – que no
arrepentidos - pero no olvidemos jamás que, caso de ceder a tan disparatada
tropelía y pagar, así, el precio del apoyo que el PNV brindara tan
interesadamente en la conjura que le dio el gobierno al PSOE, el Estado, a
quien considero autor del segundo asesinato de todas y cada una de las víctimas,
a manos de esa ignominiosa traición institucional, al acercar a los presos,
reos de terrorismo y asesinato, a sus lugares de residencia no estaría sino
devolviendo el favor a los asesinos de ETA que, durante más de cuatro décadas, estuvieron
acercando a guardias civiles y policías nacionales a los cementerios más
próximos a sus hogares. Que Pedro Sánchez les explique, si tiene el valor, a
las viudas y huérfanos de los asesinados por ETA que favor con favor se paga
mientras yo, sintiéndome parte de ese colectivo zaherido por la cobardía
estatal y arrogándome la legitimidad para responderle, sólo le recordaría la
Ley del Talión: ojo por ojo, Pedro Sánchez, y diente por diente.
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