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martes, 2 de diciembre de 2014

Esperando al amanecer: los episodios trashumantes.


Que no todo el mundo detenta las aptitudes exigibles para vivir en comunidad es una verdad irrefutable. Que, por otro lado, la educación es una lengua que no todo el mundo habla, también lo es. Que, en estos tiempos que corren, la desconsideración y falta de respeto generalizada parecen ser valores en alza… es, por su parte y finalmente, algo evidente.
Llevo un par de años sufriendo, invariablemente, el estrepitoso despertar a una hora excesivamente temprana, con sendos portazos que se suceden en la puerta metálica de acceso al garaje de mi edificio, uno tiene lugar a las 5.30 y otro, poco después, a las 5.45. A pesar de mi paciente actitud, de abnegada resignación y considerada súplica, esto ha venido a determinar que llegue a experimentar problemas de sueño que, obvia y evidentemente, repercuten, debido a la falta de descanso, en el resto de las facetas cotidianas: trabajo, carácter, etc., así que esta insufrible circunstancia fue lo que motivó que, hastiada de que mis educados apercibimientos a los causantes de semejante estrépito no dieran resultado, remitiese el siguiente correo que ahora reproduzco, a los Sres. Presidente y Secretario Administrador de mi Comunidad, si bien, obviamente preservando ahora su identidad.

Y tal y como narro, ocurre cada una de las noches… a la eterna espera de mi ‘idílico’ amanecer…
Comparto a continuación, con vosotros, el contenido de la citada comunicación:

Estimado Compañero y, siempre buen amigo, XXX y en similares términos, también, para el Sr. Presidente de la Comunidad a quien pongo en copia por dispensarle idéntica estima:

A pesar de ser consciente de que no todo el mundo se encuentra en posesión de las más mínimas aptitudes para convivir en comunidad, ni goza, tampoco, de la educación suficiente como para dispensar un comportamiento cívico y considerado, que podríamos tildar simplemente ya de aceptable sin ninguna otra pretensión mayor, hacia el resto de las personas que, como es el presente caso, nos vemos en la – sufrida - obligación de compartir las zonas comunes de un edificio, te dirijo el presente en tu calidad de Secretario Administrador de la C.P. de XXX, desde el convencimiento de que te será, sin duda, tan violento transmitir a quien corresponda su contenido, como lo está siendo para mí, en este momento, hacerte partícipe de la situación, razón por la cuál te agradezco por adelantado, muy sinceramente, tu gestión.

Entrando ya, sin más paliativos, en el fondo del asunto, te diré que, desde hace un par de años, vengo soportando, de manera impenitente, cada madrugada, sendos portazos que si sitúan en torno a las 5.30 y 5.45 de la mañana, cuando, al parecer, propietarios de vehículos depositados en el garaje del inmueble, acceden al mismo para proceder a su retirada.

Se trata de un turismo - el que se retira en primer lugar - y de un ciclomotor, poco después, cuyo conductor, SIN BAJARSE DE ESTE - lo que por otro lado encierra un indudable riesgo para su integridad, Dios permita permanezca por muchos años inalterada -, cierra la puerta metálica con el estruendo lógico, derivado de dicha acción, dada la fuerza que debe imprimirle para forzar su cierre encaramado a dicho vehículo. Supongo que, en ninguno de los casos, las personas implicadas deben ser conscientes de que sus vehículos se encuentran estacionados, no en un PARKING PÚBLICO, como probablemente y dadas las circunstancias, me aventuro a afirmar, sería lo más conveniente, sino en un GARAJE PRIVADO y que, pese a su encomiable - por otro lado – abnegación por el esfuerzo, sin duda, de concurrir a sus respectivos trabajos a horas tan infames en las que el resto de los mortales aún gozamos - o así lo intentamos - del reparador descanso nocturno, sería aconsejable trasladar a los propietarios de las plazas de garaje - las tengan o no cedidas en régimen de alquiler, extremo que desconozco en relación al asunto que nos ocupa y que, en cualquier caso, resulta irrelevante - la perentoria necesidad de dispensar, a la hora de proceder a la retirada de los vehículos en ellas estacionados, el tacto exigible a cualquier ser humano que, insisto, pese a gozar de nuestra admiración por el suplicio que sufren al poner fin a su reposo a una hora quizás demasiado temprana, intenten, en la medida de lo posible, no alterar el del resto de los condueños que habitamos el edificio, pues no todos nos vemos, afortunadamente, en la necesidad de madrugar tanto, agradeciendo, al menos así resulta en mi caso, el clásico recurso al despertador y no a los continuos sobresaltos que motiva la irrupción - en el, ahora añorado por solazado, silencio nocturno - de esos estallidos que más se asemejan a los prolegómenos de un apocalíptico derribo inminente que a la salida de un estacionamiento por parte de un bípedo.

Este correo te lo dirijo, no obstante, por si no estuviera perdida, aún, toda esperanza y fuera posible rectificar semejantes comportamientos, tan molestos como recurrentes, en las dos personas en cuestión y con carácter previo a emprender, ya fuera por la Comunidad o únicamente a mi personal instancia, las acciones que, estime, asisten a mi derecho pues dicha conducta, ruidosa y molesta, empieza ya a incidir en mi propia salud, sin que tenga obligación alguna, por otro lado y resulta evidente, de seguir soportándola ya que, en todo caso, se trata de la salida de una "casa de vecinos" en plena madrugada, supongo deberías transmitir, y no del Parking Público de La Alameda al que, sin duda, siempre podrán recurrir caso de no poder evitar su escandalosa salida a horas tan tempranas, dado que, estoy convencida, en dicho establecimiento no presentarán molestia alguna sus respectivas y desconsideradas actuaciones.

Reiterándote mi agradecimiento por tu, y de ello estoy convencida, diligente gestión en aras de resolver tan abyecto lance,  aprovecho para enviarte un fuerte abrazo.

Carmen Millán Cerceda.
Propietaria del XX

P.D.- Pese al tinte jocoso que puedas percibir en las líneas precedentes, se trata de una grave cuestión por su, reitero, indudable y obvia incidencia en la salud, la mía personal, que estoy dispuesta a llevar a sus últimos extremos caso de no producirse el cese inmediato de los comportamientos que he puesto de manifiesto. ¡Quiero, NECESITO, dormir!.

Y así fue, amigos lectores, como, ante mi más absoluta desesperación, lo puse en conocimiento de la ‘autoridad competente’… y a la espera estoy de que se tomen las medidas precisas para evitar las molestias que se vienen produciendo en lo que ya parece ser una zona de trashumancia, en lugar de una zona de paso común de un edificio habitado por bípedos.

Seguiré informando, no obstante, del resultado obtenido por las gestiones del diligente Sr. Secretario Administrador, gran amigo y Compañero, aunque no espero milagros pues ya se sabe que ‘la educación conviene sólo para usarla con quien la tiene’…

Me pregunto ahora si algunos asesinatos con ensañamiento entre convecinos no deben estar sobradamente justificados…