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viernes, 22 de marzo de 2013

La historia del pavo y la pava.





Cuando, con el hastío que confiere la habitualidad al involuntario espectador que la sufre, repaso las noticias que pueblan nuestros diarios y telediarios, no sé ya si reír –ante la manifiesta y más que acreditada, por solvente, ineptitud de quienes gobiernan nuestros designios -, o, llorar – por la desesperación y la incertidumbre, al no ser capaz de vislumbrar el final - …

Me cuestiono, con más frecuencia de la que debiera ser deseable, en qué tipo de país, de continente, de mundo, es en el que vivimos. Desconozco si es que la piel se nos ha endurecido hasta el extremo de hacernos insensibles a cuanto ocurre a nuestro alrededor o si, es que, acostumbrados al profundo grado de idiocia que aqueja a nuestros dirigentes, nos hemos terminado sumiendo en esa soporífera indiferencia, amarga resignación del impotente, que nos impide ver más allá de nuestro propio ombligo, que últimamente, bastante tenemos si conseguimos mantener lo poco que la voraz crisis no ha engullido ya a su paso: reventando negocios y empresas, hogares y familias. Vidas.

Cada mañana, cuando me levanto y, mientras desayuno, enciendo el televisor, no consigo alegrar el día que me propongo vivir, ningún auspicio favorable se nos presenta propicio, pues los dioses han decidido darnos la espalda. Todo son penas, descalabros y tristezas. Pasividad e impericia. Me viene entonces a la cabeza la historia del pavo y la pava. La historia de lo que parecen ser los Gobiernos actuales:

Y el pavo mira a la pava. Y la pava mira al pavo…. “¡Gluuuuuuuuuuuuugh!”, le dice el pavo a la pava. Y “¡Gluuuuuuugh!”, le contesta, luego, la pava al pavo. Y así siguen, cada uno a lo suyo, día tras otro. El pavo que mira, la pava que también. El pavo que gluglutea y la pava, por no ser menos, también. El pavo, animal imbécil por naturaleza. Un singracia, sin más aspiraciones que picotear hasta cebarse y alegrar los estómagos de los felices – por beodos ya – comensales en una mesa navideña.

“¡Gluuuuuuuuuuuuuuuuuuugh!”, dice el Presidente del Gobierno…  “¡Gluuuuuuuuuuuuuuuuugh!”, le contesta el de la Oposición. Luego, el Presidente mira al adversario. El adversario, mira, también, al Presidente. “¡Gluuuuuuuuuuuuuuuuugh!”… Y así siguen, el par de idiotas, cada uno a lo suyo, día tras otro. Y gluglutean, los dos, y se miran. Y vuelven a gluglutear y luego a mirarse otra vez… “¡Gluuuuuuuuuuuuuuugh!”… El Político, animal imbécil por naturaleza. Un singracia, otro más, sin mayor aspiración que la de picotear hasta cebarse los propios bolsillos y alegrar los estómagos felices – por corruptos – de quienes, compinches ya de su vileza, participan de tan obsceno festín.

Porque si tonto era el pavo, más tonta era la pava… ¡Gluuuuuuuuuuuugh!.


 “Y si finalmente se prohíbe la tauromaquia en España…
¿dejarán ya, todos éstos desgraciados, de torearnos?”.
- Pregunta formulada por un sabio anónimo -


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