Lola tiene
el pelo lacio y largo, recogido en una trenza. Siempre lleva unos pantalones
vaqueros dos tallas más grandes de la que, en realidad, necesita y los
bolsillos repletos de pipas de girasol. La tranquilizan, dice, no comerlas sino,
simplemente, saber que las lleva encima. Los pantalones los sujeta con un
cordoncito de cuero marrón que se anuda a la cintura. En verano lleva chanclas.
En invierno - llueva o no - unas botas de agua amarillas.
Tenemos la misma
edad, aunque para ser sincera, ella nació una semana antes que yo - hubo una
temporada en que le dio por decir que éramos gemelas sólo que yo me retrasé un poco - y ni siquiera me acuerdo
del día que nos hicimos amigas aunque debió ser en el parvulario.
Lola, en
realidad, se llama Alejandra, una bipolaridad de nombres, la suya, que le ha
acarreado algún que otro malentendido – sobre todo con la Administración -,
desconozco si ha iniciado los trámites registrales para cambiárselo pero
tampoco creo que le preocupe eso mucho. Una mañana cuando llegó al Colegio me
dijo: “A partir de hoy, he
decidido que me llamo Lola”. La explicación fue muy simple, como todo
lo que tiene que ver con Lola, me comentó que mientras se lavaba los dientes,
sobre aquellos pequeños taburetes que nos dejaban en el baño para poder
alcanzar a los grifos, pues supongo que no llegaríamos aún al 1.20 de estatura,
se dio cuenta de que el rostro que le devolvía el espejo era un rostro más
propio de una “Lola” que de una
“Alejandra”.
Eso fue todo.
Lola y yo
hicimos E.G.B., luego
empezamos B.U.P. y con
él, llegaron esos veranos en los que te mandaban a practicar inglés a Irlanda.
Lola había decidido que si tenía que aprender otro idioma sería el chino
mandarín porque el inglés no le suscitaba, en modo alguno, ningún atractivo y se
contentó con negarse a aprender ni una sola palabra con la vana esperanza de
que sus padres, finalmente, accedieran a su viaje a China – por
aquella época había leído Marco Polo y
quería viajar por la Ruta de la Seda
- en lugar de enviarla a Dublín. Eso ocurrió durante tres años consecutivos.
Así, mientras los demás nos íbamos familiarizando con la lengua extranjera y
adentrándonos en su útil dominio, ella, se limitaba a mantener la boca cerrada
y, supongo que, también, los oídos, en una especie de “autismo inducido”
que milagrosamente concluía siempre a su vuelta a casa. Jamás dijo – o yo no
soy consciente – ni una sola palabra en inglés.
Lola iría a
China más tarde, claro, pero no entonces y no estoy segura de si conoce algún
vocablo en mandarín. Pero no importa, ella quería ir a China, como Marco Polo. Y fue.
Terminó el
año de C.O.U., nos
examinamos en junio de Selectividad y después nos vimos en la obligación de elegir una
Carrera. No hubo sorpresas: yo opté por Derecho;
Lola, Filosofía.
Fue una despedida dolorosa, casi trágica, pero seguimos manteniendo el contacto.
Una tarde,
al volver de la Universidad me encontré una nota en el frigorífico, Lola había
llamado y dejó un número de teléfono para que le devolviera la llamada. Me
apresuré a hacerlo y cuando descolgó, sólo me dijo: “Vuelvo mañana,
recógeme en la Estación”. Supongo que decidió que dos años eran
suficientes para aprender toda la Filosofía que le iba a ser útil en la vida o,
simplemente, dejó de interesarle.
Llegó a la tarde
siguiente en un autobús casi vacío, con una maleta y su guitarra a la espalda, la misma que estuvo
arrastrando donde quiera que fuese durante el primer mes tras su regreso. Otra
noche, cuando volvía a casa, vio una pequeña bola peluda que temblaba de frío
junto a un contenedor de basura: era un perrito abandonado. Decidió adoptarlo como mascota y lo llamó “Perro”, me
explicó que no había un nombre más adecuado para llamar a aquél cachorro pulgoso. Años más tarde, cuando "Perro"
creció, me confesaría que tenía la más que fundada sospecha, por el
comportamiento que mantenía con otros congéneres en el parque, de que era "lesbiano",
me pregunto que significaría el término para ella.
Supongo que
si algún día Lola tuviera un hijo, lo llamaría, simplemente “Persona” por
aquello de la idoneidad de los nombres y probablemente, catalogaría al niño dentro
de alguno de esos conceptos que inventa o adapta. Lola es así.
Tiene
también, tres caracoles en una botella de cristal sobre la mesa de la cocina a
los que alimenta con hojas de hierbabuena y lechuga, sus nombres son: CA, RA y COL. No se
complica.
Cuando
cumplimos los 30, se negó a celebrar su cumpleaños. Pero, cansada de la
recurrente pregunta que, invariablemente, le era formulada en todas las
celebraciones familiares a las que, por obligación, asistía, decidió celebrar
su boda. Una boda, sin novio por supuesto, que tuvo lugar un lluvioso día
de finales de Octubre que vino a deslucir, un poco, tan feliz acontecimiento.
Desde entonces nadie más volvió a interesarse jamás por su estado civil que,
evidentemente y para ella, es el de "casada" (sin novio) y así lo demuestran
las fotografías de los momentos más emotivos de aquel entrañable evento que
Lola organizó.
Nos citó a
las dos en punto en un restaurante donde había preparado un gran ágape,
solicitando expresamente en la invitación que acudiéramos con nuestras mejores
galas, no podía ser menos, era su boda. Me nombró testigo y acepté, aunque,
francamente, no tengo ni la menor idea de la existencia de qué acontecimiento, exactamente,
tendría que dar fe llegado que fuera el caso. Antes de los postres me pidió que
improvisara unas palabras, no podía negarme y se las dirigí a ella y al novio
ausente.
Lola, claro, también tuvo, después, su viaje de novios. Se fue diez días a Cancún - o eso dijo, cuando nos volvió a convocar para hacernos entrega de los regalitos que nos trajo, aunque ninguno fuera un sombrero mejicano ni una botella de Tequila -.
Lola, claro, también tuvo, después, su viaje de novios. Se fue diez días a Cancún - o eso dijo, cuando nos volvió a convocar para hacernos entrega de los regalitos que nos trajo, aunque ninguno fuera un sombrero mejicano ni una botella de Tequila -.
Hoy, tras
descubrir una tardía pasión por las plantas, se dedica al estudio de las mismas
y a los efectos medicinales que presentan sobre el organismo humano. Creo que
ha decidido dar a cada una la finalidad que debería tener, según su personal
criterio, por la forma que presentan o el nombre que tienen, así, con esa poco
ortodoxa clasificación realizada a su muy feliz antojo, cuando me encuentro con
ella, si le digo que me duele la cabeza me sugiere que mastique tal o cuál
yerbajo, si me pican los ojos que tome semillas de amapola o si, simplemente,
me encuentro cansada, encuentra el remedio en un puñado de semillas secas que
me aconseja deposite bajo la almohada. Nunca he encontrado la relación entre la
cura de esas dolencias y los efectos que Lola dice que tienen cada uno de esos
remedios, creo que debe ser algo sugestivo, el poder de la mente de Lola que,
es evidente, tiene una gran influencia sobre cuantos la rodean.
La semana
pasada nos encontramos casualmente en la calle y nos fuimos a tomar un café.
Lola sólo pidió una taza de agua caliente, “Bien caliente, por
favor” y me informó de que tras realizar un minucioso estudio sobre la longevidad
en los canarios en cautividad, había llegado a la conclusión de que tienen una vida muy larga
por la dieta que siguen, a base de semillas y agua. “Al ser algo tan puro,
no contaminan su organismo con toxinas. Yo la estoy siguiendo y tú deberías
probarla”. “No, gracias, Lola, a
mi me gusta hacer trabajar a mi sistema inmunitario…”, dije mientras deseé con todas mis fuerzas que no se le ocurriera analizar la forma de vida de las lombrices. Y terminé de
pasar el resto de la tarde con Lola que me hablaba de las propiedades de la ingesta de alpiste, mi amiga de la infancia que una vez se
llamó Alejandra y que vive la vida como siempre la quiso vivir: a su personal
manera.
La manera de Lola.
La manera de Lola.
Permiteme que te diga que eres genial. Leerte es deleitarse en un uso del lenguaje y de la belleza literaria fuera de lo normal. Me encanta leer tus entradas pero solo porque con cada una de ellas consigues enganchar a quien lo hace.
ResponderEliminarEscribas sobre lo que escribas, utilizando la clave que decidas utilizar resultas simplemente genial.
Sigue publicando y por favor con la misma habitualidad que ultimamente. Por cierto que te propongo un reto dado que has dicho cual era la finalidad de tu Blog: algo vivo y participativo y puesto que solo conocemos una faceta de ti ¿ sería posible que contestaras a preguntas que pudieramos formularte tus seguidores? es decir ¿te importaria dar respuesta a aquellas cuestiones que tengamos sobre ti y tu especial forma de ver el mundo?.
Muchas gracias.
Muchísimas gracias, antes que nada. Me alegro de que te gusten mis publicaciones,intentaré seguir haciéndolo con la frecuencia que requieres pero tengo que reconocer que mi tiempo es limitado, pero te prometo que lo intentaré.
ResponderEliminarSiempre acepto retos, estimad@ seguidor@ anónim@ - aunque creo que eso es algo evidente -. Sí, por supuesto, no tengo inconveniente alguno en que me formules tú o cualquier otro participante cualquier tipo de cuestión siempre y cuando, evidentemente, se haga dentro de los más escrupulosos parámetros de la educación, el buen gusto y el mayor de los respetos, dentro de esas limitaciones, estaré encantada de dar respuesta a todas aquellas cuestiones que tengáis a bien plantearme.
Gracias, siempre, a tí.
Pues... no, Lola me dice que no te cambia el nombre y menos por el de "Tostón", piensa que tienes cara de llamarte Patricia, que acertaron de pleno...
ResponderEliminarPues, sí, yo soy de esa opinión: cuanto más distinto eres de una persona, mejor te complementas con ella.