Vuelvo, absorta en su mirada azul cielo de la que
aún permanezco suspendida y ajena a cuanto nos rodea, a beber un nuevo sorbo de ese
café negro, fuerte y aromático que, un rato antes, ha servido en la taza de porcelana china al
tiempo que me acercaba el azucarero delicadamente. No ha dejado de hablar desde el principio,
con ese característico timbre de voz – a veces creo que lo imposta para
volverla más aguda -. Está retirándose
el flequillo hacia un lado, cruza las piernas y enciende otro cigarrillo. Todo
en él es elegante, histriónico, magnético, encantador. El menor gesto que realiza, ya sea
de forma consciente o no, adquiere un estilo "gótico, introspectivo". Personal.
Muy Truman. Muy Capote.
Sigue
narrando aquellos episodios de su infancia que dejaron una huella indeleble en
el niño enfermizo que fue, como una impronta de su carácter. Empiezo a
sospechar que se confunden los límites de la realidad y de la ficción en aquellos
recuerdos, retazos de lo que fue y pudo ser y que él, ahora, rememora embutido en
el batín de seda, verde esmeralda, que acentúa aún más su, ya extrema, palidez. Me sonríe, parece solicitar mi anuencia para continuar
con el relato, asiento ligeramente y dejo que se vacíe de todas las imágenes infantiles que pueblan su memoria. No quiero
interrumpirle, sé que la reacción sería desproporcionada en él. Siempre le han
molestado las perturbaciones, por nimias que sean, “me hacen perder el hilo”,
insiste en esto continuamente, le provocan una explosión de ira que, con escasa
frecuencia, consigue dominar. Me gustaría hacerle algunas preguntas pero sé que
sólo se las podré formular cuando él lo estime oportuno y no antes. Todo, en la
vida de Tru, tiene su momento preciso: el que él, fastuosamente, determina.
-
“… de manera que, amiga mía – hace una pausa teatral, como intentando dotar
de mayor solemnidad su discurso, con esa mueca tan suya -, cuando Dios te da un don, también te da un
látigo y ese es, únicamente, para autoflagelarse”. Sonríe, entornando los ojos azules
que enmarcan esas lentes de miope, para a continuación, exhibirme su perfil
mientras expulsa, hacia arriba, con la mirada perdida en algún punto del infinito, el humo de su cigarrillo. Todo en él es
ceremonioso, glamouroso, melodramático. Sonrío y aprovecho ese inciso de mutismo para
hacerle una pregunta:
-
“Entonces, ese látigo para la autoflagelación del que hablas, ¿es la
justa contraprestación al presente divino que nos ha sido concedido?. ¿Es lo que
crees realmente, Truman?”.
-
“Si no lo creyera, no lo afirmaría. Es un regalo divino envenenado: te
otorgan la dádiva de poseer una visión aguda de lo que nos rodea que a la gran mayoría de los demás les
pasa desapercibida para, a continuación, lamentarte y martirizarte por la
ceguera de quienes tienen limitada su capacidad de percibirla con la
claridad con la que tú lo haces. Es frustrante. Hasta el punto de omitir
cualquier explicación que jamás llegarían a comprender. Por eso nunca las doy”. Concluye sonriendo. Estoy
totalmente de acuerdo con ese pensamiento suyo y es, entonces, cuando pienso si
no sería esa, precisamente y no otra, la inspiración de su “Música para
camaleones”, donde conviven las dos caras opuestas de la vida: el horror más descarnado y lo onírico, descrito con esa peculiar forma suya de delicioso equilibrio, inteligente y mordaz. Con frecuencia, cuando miro su sonrisa, me pregunto si no estaría hablando de algo que, para los demás, resultaba imperceptible. Pero así era, así es y así seguirá siendo ÉL: muy Truman, muy Capote...
"Soy alcohólico. Soy drogadicto.
Soy homosexual. Soy un genio".
(Truman Capote - "Música para camaleones")
Un verdadero lujo el de haber asistido a una charla entre dos de mis escritores favoritos. Esta vez, Carmen Millan, te has superado a ti misma. Te sugiero un subtítulo para el post de hoy: “Un café entre dos genios”. Mi mayor y enésima tambien enhorabuena.
ResponderEliminarTu fiel lector y admirador.
Muchas gracias por tus palabras. Realmente reconfortantes y alentadoras para continuar escribiendo y publicando.
EliminarLo mejor es que siempre consigues que me imagine la escena. Es genial mientra iba leyendo os imaginaba tranquilamente hablando a ti y a Capote. Leere ese libro, el de Musica para camaleones, con cada escrito me descubres un poco mas de un mundo nuevo para mi. Envidio tu cultura y me gustaria poder escribir como tu por que escribes de todo y asi da gusto. Gracias.
ResponderEliminarGracias a tí. En realidad es lo que pretendo: haceros partícipes, cómplices en realidad, de la escena que tiene lugar en mi cabeza y, al parecer, lo consigo. Te recomiendo esa y cualquier otra lectura de Capote - no sólo su famoso "A sangre fría" -, personalmente adoro sus "Cuentos" pero "Se oyen las Musas" o "El arpa de hierba" son deliciosos, cualquiera de sus escritos es, simplemente, muy Capote, me encanta "Otras voces, otros ámbitos" o su archiconocido y cinematográfico "Desayuno en Tiffany's"... Él, era así: muy Truman, muy Capote... Un GENIO.
EliminarEs una narracion preciosa que parece real. Tan verdadera como cualquier otra escena.Me gusta mucho leer lo que escribes y desde que te leo me estoy aficionando a bichear en internet de los personajes de los que hablas. Es facil aprender contigo. Muchas gracias.
ResponderEliminarNo. Gracias a tí por leerme, por seguirme y por comentar mis publicaciones. Me alegro de que hayas adquirido esa "sana afición" por mi culpa.
ResponderEliminarGracias, nuevamente, a tí.
Muy bonito. Me encanta pero eso es lo que me pasa siempre que te leo. Nunca me podria imaginar como seria si pudiera hablar con un escritor y menos aun si tuviera que contarlo. Tu lo haces de una manera preciosa.
ResponderEliminarLo malo de no ser el primero en comentar es que cuando lo haces eres reiterativo, estoy totalmente en consonancia con lo que ya te han comentado los anteriores participantes. Personalmente me parece precioso como eres capaz de imaginar una conversación con otra persona y plasmarla luego en tu relato. Lo que hace especial a lo que publicas es la extremada sensibilidad e inteligencia con la que te expresas. Me gustaria poder hablar con alguno de mis ídolos como tu haces con los tuyos pero no tengo la suerte ni por supuesto el arte que tienes tu, no solo para imaginarlo si no para conseguir tocarle el alma a quien te lee. Lo he dicho en otras ocasiones pero es pura sensibilidad cada una de las publicaciones con las que nos obsequias a tus seguidores.
ResponderEliminarAnónimo.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Es gratificante leerlos y el mejor impulso para continuar publicando, a todos, una vez más: MUCHAS GRACIAS.
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