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jueves, 21 de febrero de 2013

Con el alma a la espera.




Siempre creí que fue la Profesión la que me eligió a mí y no yo a ella. Cuando empecé, hace ya años, me sentía orgullosa de portar la TOGA, distintivo de DIGNIDAD y HONESTIDAD. Me gustaba y me gusta seguir el ceremonioso ritual de las formas protocolarias cuando accedo a la Sala de Vistas, así lo ví hacer a quien fuera mi MAESTRO y así lo repito yo hoy cada vez que me dirijo al estrado. Hace tiempo que perdí la fe. No creo en la JUSTICIA y cada día creo menos en el RESPETO que quienes vestimos la TOGA estamos obligados a dispensarle. No creo, ya tampoco, en la NOBLEZA y en la LEALTAD del contrario y es evidente que la pérdida de las formas, ha derivado en el paulatino envilecimiento de MI PROFESIÓN.
Sin duda, el influjo de películas norteamericanas en unión al primado de la voraz competencia y el hambre de éxito sobre cualquier otro principio, ha motivado que hoy, más que un honorable combate dialéctico, un juicio se convierta en el escenario de una pelea "pandillera", donde todo está permitido, incluso los golpes bajos y las puñaladas traperas, donde el Compañero es tu peor enemigo... Para Letrados que hemos sido formados en la "Vieja Escuela" es algo frustrante, la extendida - como símbolo de triunfo y valía -  mala praxis profesional de algunos que denosta lo que a otros nos transmitieron como el "arte de lo bueno y de lo justo".
A pesar de mis ideales románticos, de ir contra corriente, de mi personal lucha por dignificar lo que tuve la suerte de recibir, respetuosamente, de quien me precediera, cada día se me hace más tediosa la batalla. Aún así, continúo siempre con el alma a la espera...


Hoy, como tantos otros días en el pasado, no consigo encontrar esa tranquilidad que me induce, habitualmente, a perderme en el estudio sosegado de los asuntos de mis Clientes. Hoy, como tantos otros días, me siento cansada.

Con frecuencia me pregunto si no son ya, todos éstos, demasiados, los años dedicada a la lucha por lo que creo, creía, justo. ¿Me estaré haciendo mayor?. Ya no creo en la Justicia, sólo en mi personal lucha por conseguirla y si antes era más Abogado que persona, hoy ya no estoy tan segura de eso. Sí, sin duda, me hago mayor.

Miro por la ventana el cielo plomizo que, a caprichosos intervalos, vacía una lluvia fría, fina y gris sobre la ciudad que parece aliarse con el tiempo que transcurre, con una asfixiante calma, esta mañana extraña. Me sorprendo, nuevamente, divagando por los laberintos de mi memoria, me siento como el náufrago exhausto a quien empiezan a flaquearle las fuerzas al no avistar tierra firme, asido a la tabla que, a la deriva, le arrastra entre olas grises que lo engullen sin piedad, provocándole continuos ahogamientos. Acaso no debiera afectarme. No – me digo -, en eso consiste la madurez del Abogado: buscar la posible solución al problema sin hacer de éste, nunca, algo propio y con independencia, siempre, del ulterior pronunciamiento judicial…

Repaso, visualmente, los expedientes abiertos sobre mi mesa que hoy cobran vida propia para tener rostro, nombre, apellidos, dificultades e, incluso, esperanzas… Más allá, sobre la percha, descansa la toga sin vida, a la espera de que mañana la vista, por un breve lapso de tiempo que sentenciará los designios de dos anhelos encontrados en pugna.

Mi toga, símbolo de una honestidad casi perdida en la profesión, sálvese quien pueda, al erigirse en capa de ese falso superhéroe que cree estar por encima del bien y del mal. Pues, preciándome de pertenecer a aquellos de los denominados “de la Vieja Escuela”, sigo manteniendo intacto el convencimiento de que “ningún fin justifica los medios”, de que “el cliente pasa, el Compañero queda” y otros muchos dichos, manidos ya, según el comportamiento generalizado de la feroz competencia más reciente, que antaño dignificaban el ejercicio libre de esta profesión. Una profesión que, denostada con frecuencia por sus propios integrantes, hoy, se hunde en la marea de la envidia, los celos y las malas artes.

Arrecia la lluvia y con ella el sentimiento de profundo desencanto que se va apoderando de mí. Me estoy haciendo mayor. Mañana, según los principios deontológicos que me infundiera mi Maestro – hoy ausente, descanse en paz allí donde esté - en los comienzos de mi andadura profesional, me pondré la toga y entraré, respetuosamente, en la Sala de Vistas observando cuantas formas protocolarias son exigibles para contribuir, con mi labor, a “hacer justicia” que es lo que se espera, lo que debería esperarse, de todo ABOGADO. Lo haré con total y absoluta nobleza hacia el contrario - pues así me lo enseñaron -, desgranando, con lealtad, los pausados movimientos de esa partida de ajedrez. Me sentaré en el estrado y dará comienzo un combate de esgrima que es lo que no debió, jamás, dejar de ser un juicio. Una lucha limpia y ceremoniosa, en pos de la verdad y la justicia. Puede, incluso, que al finalizar con el “visto para Sentencia” felicite a mi adversario por su impecable tarea que habrá de pasar necesariamente por la nobleza y la pulcritud de la lucha dialéctica. Creo que me estoy haciendo mayor... Muy mayor.

Me hice ABOGADO para pertenecer a una Profesión que, con dignidad, contribuyera a que el imperio de la JUSTICIA y la EQUIDAD siguiera ocupando el norte en la brújula de la Sociedad. Quiero ser ABOGADO para hacer de mi mundo, otro mejor y quiero luchar, aunque ya me falten las fuerzas, porque mi PROFESIÓN siga siendo tan DIGNA y HONESTA como una vez, hace tiempo, lo fue. Sí, me hago mayor.

Hoy, mientras el expediente reposa sobre mi mesa y la toga aguarda al juicio de mañana yo continúo, cansada pero firme, con el alma, ya mayor, a la espera…


“El Arte de lo Bueno y de lo Justo”.
(Definición de  Derecho, según Ulpiano. Digesto)

5 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu articulo, mi experiencia, hasta ahora no ha sido la esperada, llevo cinco largos años esperando que se haga justicia y aun la espero, por supuesto.
    NO CREO EN LA JUSTICIA. Me gustaría tener otra opinión con el tiempo.
    Espero leer muchos mas artículos, me encantan. Gracias.

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    1. Estimad@ anónim@: Con frecuencia ocurre que la experiencia -en asuntos judiciales- no es la esperada. La ralentización en la tramitación de los procedimientos o, simplemente, un criterio judicial diferente al que nosotros consideramos como justo, hace que lo ansiado no se corresponda con el resultado o, simplemente, éste tarde más de lo deseable. Mi consejo, a mis Clientes y ahora a tí, es siempre que NO ESPEREN JUSTICIA, QUE SE CONTENTEN CON INTENTAR ENCONTRARLA SIN CEJAR EN LA LUCHA Y SIN RESERVARSE NINGÚN ESFUERZO.

      La JUSTICIA o la EQUIDAD, que puede que sea el concepto más adecuado, corresponde impartirla con total RESPONSABILIDAD a los Jueces y Tribunales y ocurre que, en ocasiones, se imparte sin hacer uso de esa responsabilidad y en otras, que como humanos que son, pueden equivocarse.

      Sinceramente, considero que se DEBE LUCHAR POR LO QUE SE CREA HASTA EL FINAL, SIN ESPERAR NADA, PUESTO QUE EL RESULTADO NO DEPENDE, NI DEPENDERÁ JAMÁS DE NOSOTROS.

      De cualquier modo, mucha suerte. Espero que tu larga espera, al final, te sea recompensada.

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  2. Personalmente, Patricia, mi satisfacción llega siempre por esa sensación del trabajo bien hecho. He venido diciendo que el resultado de un pleito no depende del Abogado, hace años aprendí que lo importante es "dejarme la piel" en cada uno de los asuntos que me son encomendados, son todos igual de importantes - con independencia de su cuantía económica o su complejidad -, tiendo a reducirlos, en esencia, al suponer un problema, "el problema" de cada Cliente que, en mayor o menor medida, le genera ansiedad y preocupación, mi labor radica en intentar resolverlo puesto que depositan en mí su confianza para ello, confianza que jamás traicionaría y la negligencia es otra forma de traición.
    Así, una vez estudiada la viabilidad del asunto - si no es posible llegar a un acuerdo extrajudicial, siempre más aconsejable que llevarlo a los Tribunales -, éste habrá de defenderse sin ninguna reserva, sin escatimar esfuerzos pero... el resultado del mismo, desgraciadamente, ya no depende de mí, de manera que la conciencia tiene que quedarse en el mismo estado de placentera tranquilidad, siendo la Sentencia favorable o desfavorable a las pretensiones de mi Cliente y esa tranquilidad sólo me la otorga el convencimiento de que "he hecho todo cuanto estaba en mis manos", que, en lo que depende de mí, no he dejado de utilizar ninguno de los medios a mi alcance.

    Eso sí, reconozco que cuando el pronunciamiento judicial resulta favorable a mi Cliente, es inevitable que me embargue un sentimiento de total satisfacción cuya duración, por lo general y no obstante, procuro que no se prolongue más de lo necesario, puesto que, en resumidas cuentas, se trata, únicamente, de cumplir con mi obligación: la de trabajar y hacerlo bien, que es lo único que, objetivamente, depende de mí.

    Pues sí, finalmente, y ya lo dijo Ulpiano en el Digesto: "es el Arte de lo Bueno y de lo Justo"... o, eso debería ser.

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  3. Hija: tienes casta de escritora todos tus comentarios son extraordinarios.Sigue asi(nena: tu vales mucho)

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  4. Me encanta leerte y es lo que siempre te digo cuando comento tus artículos pero es que creo que me gusta aun mas tu concepto de la vida, de tu profesión. No sabria decir si eres mejor escritora que abogada lo que queda claro es que eres una gran persona en todos los aspectos de tu vida.
    Tienes razon en que los abogados son muy criticados pero profesionales como tu son quienes dignifican la abogacia. No creo que tengas unas ideas romanticas creo simplemente que eres una persona honesta. Me pondria en tus manos ante cualquier problema judicial que se me presentara. Enhorabuena por el blog y por como eres. Saludos.

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