Como cada año vamos preparando
las castañas, las nueces y las gachas que estamos en vísperas de una de las más
tradicionales aunque, ya también, más desnaturalizada
festividad, la de Todos los Santos y Fieles Difuntos. Días de recuerdo y
honra a quienes nos dejaron, aunque no creo yo que el Partido Susanista Obrero Español llore a su recién finado, Pedro
Sánchez, ni vaya, tampoco, a venerar su memoria tras la cruenta defenestración
del “noesnoísmo” que casi termina con
el sistema nervioso de los españoles y dinamita los pilares de un Partido
histórico. Y ahí andamos, a vueltas con los Santos y el exportado Halloween,
pero asistiendo en su víspera, como manda nuestra patria costumbre, a esa
escena tragicómica del estafermo Tenorio que ronda las beldades de una Doña
Inés que parece cejar, al fin, en su rechazo, portando al cuello una cruz de Borgoña, “ironías de la Historia” osó afirmar una mala e ignorante
conciencia desde el estrado. Y se ha adelantado, así, el aterrador desfile del “truco o trato” en el Camposanto de la
Democracia que es nuestro Congreso, pues como bien dijo T. Roosvelt “una gran Democracia
debe crecer para seguir siéndolo” y la nuestra, raquítica y asentada sobre las
bases del libertinaje voraz de unos espectros que ansían el don de la ubicuidad,
al pretender estar, a un tiempo, renegando del Tenorio y rodeando el cementerio
de libertades e ideologías que ha pasado a ser nuestro Parlamento, parece estar
abocada a una crispación que terminará, sin duda, destruyendo al propio Estado.
Deambulaban, estos días, Sus Señorías cuán fantasmagóricas criaturas por los
pasillos del hemiciclo portando en sus maletines los buñuelos y los huesos de
santo con los que acompañar el café del receso tras otra nueva jornada, ésta ya
más relajada, de tibias luchas de egos, escupitajos en pleno rostro, insultos ‘sotto voce’ y sustos, mientras, expectantes, aguardábamos el
final, tan próximo como ambicionado, de la obra, aquél en el que Doña Inés de
Ulloa se lleva a Don Rajoy Tenorio, con ella, por toda la eternidad de la nueva
legislatura, pero por una cuestión de honor más que de amor, que después de
diez meses, tenemos derecho, los españoles, a honrar a nuestros muertos con la
serenidad y la paz de un Gobierno estable, queda por ver, ahora, cuánto durará
la tregua de estos fuegos fatuos, pues ciertas modernidades como el amplio
abanico de opciones ideológicas que enterraron el, antes, denostado y hoy
anhelado bipartidismo, no están hechas para nosotros, los españolitos no
tenemos cultura democrática, no creemos en el voto de castigo y arrastramos,
irremisiblemente, sobre nuestra boina irónicas
cruces que son motivo de las más radicales soflamas proferidas por aquél
que un día aspiró a gobernar el grandioso país del que, incluso, desconoce su
Historia. Supongo que será un sentimiento colectivo, el de este año, cuando
camino del cementerio, con ramos de coloridas naturalezas poliméricas “Made in
China” bajo el brazo, imbuidos en nuestros pensamientos y recuerdos, dediquemos
uno muy especial a nuestros Sres. Diputados: “Señorías, si quieren que los
españoles dejemos ya a sus muertos en paz, dejen, primero, Vds. en paz a los
nuestros, olvídense de trucos que lo que exigíamos era un trato”.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, en diario VIVA JAÉN, 31/10/16.
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