A veces ocurre que aquello que,
aparentemente, nos resulta más complicado de resolver, tiene, en realidad, la
más fácil de todas las soluciones: la que se encuentra en el mero sentido
común. Algo así como la elemental respuesta al famoso enigma del “huevo de
Colón”. Con frecuencia, cuando nos parece que una determinada cuestión, difícil
componenda puede encontrar, es tan simple como escuchar mentalmente el temido “ten la dicha de que vaya yo a buscarlo y lo
encuentre”, recurrente frase aquella, de toda madre, en nuestra niñez, ante
los reiterativos requerimientos de dónde estaba tal o cual cosa que, curiosamente
y a modo de desesperado intento de eludir el inexorable cumplimiento de tan
funesta advertencia, siempre terminaba apareciendo. Pues bien, tengo el
convencimiento de que la razón de todas nuestras tribulaciones colectivas se
debe a que, efectivamente, no se ha optado por “profesionalizar” el altruista arte
de la “cosa pública” y no me refiero a diseñar un cumplido plan de estudios que
forme a gestores, oradores, estadistas, políticos en suma, capaces de
redimensionar los recursos públicos, ya sea en el ámbito municipal, provincial,
regional o en el estatal. No. Nada más lejos de eso, sino en poner al frente
del gobierno a una madre, de las de antes, de las de toda la vida, que coja el
timón de esta enorme nao que navega a la deriva por el motín generado, en ese
desmedido afán de timoneles, capitanes e, incluso, remeros y grumetes de
continuar con la inútil pugna de “aquí la barca la piloto yo o nadie”. ¿Que no
se ponen de acuerdo?, pues madre al canto: “no
discutáis más y haced el favor de llegar a un acuerdo que ya veréis como vuelva
yo a oír siquiera una mosca”. ¿Que las cuentas no cuadran?, ahí estaría esa
madre con sus “apartadillos” destinados a suplir los gastos precisos para el
óptimo funcionamiento de una economía doméstica que terminan estirándose hasta
el punto de conseguir, incluso, ahorrar. Que las calles están sucias por la
falta de una gestión efectiva de mantenimiento, recogida y tratamiento de
basura, bien porque no sea posible hacer un estudio presupuestario hasta no se
sabe qué fecha, bien porque no se encuentra a quien contratar para el desempeño
eficiente de este servicio público, si hubiera, también, una madre al mando ya
podríamos apostar que no habría ni un solo papel en el suelo “¿tú haces eso en tu casa?, ¡pues busca una
papelera ahora mismo que al final lo vas a terminar recogiendo con un pescozón
puesto!”. Si es que una madre es, dado su sentido común, la mejor
gobernante, la mejor gestora, la mejor en lanzarte la zapatilla y, siempre, con
tan buena puntería que ese escozor, en salva sea la parte, no es sino el más
efectivo fármaco para acabar con todos los males que, irremisiblemente, principian
con el más abundante e inevitable padre de todos: la soberana estulticia.
¿Acaso seguiríamos a vueltas con esas terceras elecciones; de verdad estaríamos
haciendo objeto de estudio municipal la concesión de un servicio de recogida y
tratamiento de basura o, incluso, tendríamos unas horribles e inútiles
escalerillas mecánicas que nunca funcionan en la Calle Nueva, si hubiera una
madre que, tras proferir el lapidario “tómate
el zumo rápido que se le van las vitaminas”, se quitara la zapatilla con
cara de pocos amigos mientras guiña un ojo para afinar la puntería?... Yo creo
que no, no sé qué opinaran ustedes.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, en Viva Jaén, el día 24/10/2016
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