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lunes, 18 de diciembre de 2017

Matar por odio. Morir por amor.


No creo que en ningún otro país del mundo se asesine a alguien por lucir la bandera patria. Si hay alguna razón para morir, desde luego, no puede ser la de exhibir sus colores en unos tirantes como tampoco encuentro su justificación en salir, de madrugada, de un bar de copas. Intento adentrarme en la mente, perturbada y enferma, de esos odiadores profesionales que se declaran, abiertamente, “anti-sistema” cuando precisamente lo que hacen es “vivir a costa del sistema” y ni así soy capaz de dar con un motivo que explique la atrocidad del asesinato. Tanto me da que el miserable ‘okupa’, asesino de Víctor Laínez, sea chileno o español aun cuando haya de reconocer que se me torna brutalmente más doloroso que un español sea asesinado, en España, por enarbolar su bandera a manos de un extranjero que lleva a gala el ignominioso demérito de haber cumplido cinco años de condena, no “por ser un sudaca”, como denunciaba arropado por los gerifaltes de PODEMOS, sino por haber dejado tetrapléjico, de una pedrada, a un guardia urbano que se limitaba a cumplir con su labor en un desalojo. Cinco años no son nada comparados con toda una vida de limitaciones como tampoco lo serían los veinticinco por matar a golpes en la cabeza a un hombre. No quiero que me malinterpreten, amigos lectores, siempre defenderé el derecho de los emigrantes que acuden a nuestro país en busca de unas oportunidades que le son negadas en el suyo, jamás rechazaré a quienes de manera honrada y con su esfuerzo abnegado contribuyen, con independencia de su origen, al crecimiento económico de España pero a la vista de los acontecimientos y siendo éste un nuevo ataque producido por un foráneo que nada provechoso hacía aquí, más allá de delinquir, como tampoco creo que lo hicieran el senegalés que empujó a las vías del metro al policía que falleció atropellado por un convoy en Embajadores o el ciudadano del Este que ha protagonizado en Albalate el abyecto tiroteo que se ha cobrado tres víctimas mortales, dos de ellas guardias civiles, me pregunto si no estaremos teniendo la manga muy ancha para permitir la entrada de este tipo de morralla, agresiva y marginada, a la que auspicia y cobija la progresía podemita quien, como feroz depredadora de volubles votos desarraigados, agita a quienes nada tienen que perder alentándoles a una violencia desmedida y al odio hacia todo aquello que desprenda el menor tufillo a orden, a Ley, a respeto por las Instituciones y a la idea de Nación Soberana. Iglesias, máximo exponente de ese corrosivo afán desfragmentador y rupturista de España, carece de reparos a la hora de alinearse con el independentismo más radical – sea vasco o catalán –, ni los tiene tampoco para elogiar al hampa foráneo, todo sea por destrozar el país. No pueden tolerarse declaraciones como las que ha tenido la desvergüenza de verter afirmando que le “emociona ver las agresiones” a agentes de la ley posicionándose, indefectiblemente, con los outsiders, como ya hiciera a la salida de prisión con el chileno asesino a quien sólo deseo pase el resto de su desdichada existencia encarcelado, no en nuestras prisiones –cuyas envidiables condiciones son soportadas por los esforzados contribuyentes- sino en las de su país, aquél que jamás debió abandonar, pues de justicia es que cada quien recoja su propia basura. Ese despojo humano, escoria de la más baja estofa, ha asesinado a traición y por la espalda a un español que eligió portar su bandera. No entraré ahora en si, una vez, Laínez fue o no Legionario pero, aún sin serlo, lo cierto es que se ha terminado convirtiendo, por obra y gracia de un extremista de izquierdas que ni tan siquiera debía estar aquí, en el verdadero ‘Novio de la Muerte’. Quizás de la más despiadada y atroz: aquella que germina al abono de la intolerancia y del odio irracional hacia quienes generosamente acogen a un ápatrida desharrapado.

Que las salvas de honor guíen y acompañen, en el último viaje, al Caballero Legionario que murió por amor… a su bandera.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, Diario VIVA JAÉN, 18/12/2017.

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