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jueves, 7 de diciembre de 2017

Hoy el cupo, mañana los presos y nosotros, mientras, con sardinas a Santa Catalina.





Es lo que tiene perder la mayoría absoluta. Uno, por más que le duela, tiene que tragarse su soberbia y descender al averno de la negociación de la que tan poco parece gustar nuestro Presidente. Un nuevo chantaje, otro más, ante el que se ha visto obligado a ceder si quiere que los Presupuestos Generales salgan adelante y no, precisamente, por “Decretazo” como antaño – dichoso el tiempo aquél en el que hacía y deshacía según su antojo-. De modo que la cantidad que el País Vasco y Navarra deben abonar al Estado, en pago, por las competencias públicas no transferidas que se prestan en su territorio, con origen en antiguos fueros medievales, ya hubo de ser metida a machamartillo –dado el carácter discriminatorio del tratamiento fiscal que supone- en la Constitución para solaz del nacionalismo moderado, en plena época de la ETA más virulenta y descarnada, al que se puso  de este modo el balsámico caramelo en los labios no fuera a ser que nos viéramos como en Irlanda. Esta prebenda ha venido siendo un privilegio cada vez más jugoso para los foráneos que han visto incrementada su financiación con motivo de la “rebaja”, a modo de prolegómeno del Black Friday, de los más de 500 millones de euros en el canon que las Haciendas Forales tienen que abonar a la Estatal, arrojando una liquidación – oigan, esto ya es como en la renta – que ¡les va a salir a devolver! por la regularización de atrasos y otros ajustes de vaya Dios a saber qué. Siendo que los españoles – a quienes la Constitución, en su artículo 14, nos consagra “iguales ante la Ley” – residentes en los agraciados territorios forales no sólo van a pagar menos impuestos sino que gozarán de salarios más altos dentro de la función pública y recibirán mayores y mejores prestaciones en Sanidad, Educación o Justicia frente a los del resto del territorio nacional y, especialmente, a quienes pertenecemos a Comunidades más desfavorecidas que asistimos incrédulos a la paradoja de ver cómo las regiones más ricas no sólo no contribuyen a la caja común sino que, además, reciben de ella suculentos estipendios y todo a cuenta de cinco míseros votos que han resultado ser los más valiosos dentro del plural abanico multicolor que se despliega en nuestro democrático hemiciclo legislativo. Ya me barrunto yo que, en este cínico mercadeo de lealtades pancistas y nocivas hasta el extremo para el resto de la ciudadanía nacional, antes que después, se terminará negociando también con el acercamiento de los presos de ETA, algo en lo que, sin duda, Urkullu y ad lateres deben tener ya puesto el punto de mira y nuevamente, si las urnas no lo remedian, el Gobierno volverá a comprar esos carísimos votos del PNV. Es, ya lo ven, el elevado precio que los españoles nos vemos obligados a sufragar con motivo de frecuentar meretrices de tan alto standing pues éstas, a la vista está, no se venden por poco. Ya veremos si no cunde el ejemplo con la renovada y a partir de ahora, más que nunca, inquietante Cataluña quien, cuando ha recurrido al precedente de los territorios forales en demanda de un tratamiento similar, siempre se ha encontrado, de momento, con la indefectible negativa pero todo, señores -absolutamente todo y ya lo ha dicho Don Mariano Rajoy-, es susceptible de “revisión y negociación” aunque poco se note que aquí, los andaluces y en particular los jiennenses, tengamos paisanos en el Ministerio de Hacienda. Me pregunto si no será por eso por lo que nos fuimos, el pasado sábado, a las faldas del castillo de Santa Catalina a arrimar, cada parroquiano, el ascua a su propia sardina aunque sólo fuera una por barba que no están las cosas para tanto despilfarro ni hay, tampoco, aquí fueros que valgan.

Publicada en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, Diario VIVA JAÉN, 27/11/2017.


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