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lunes, 23 de octubre de 2017

Presos políticos y otras idioteces que agradecer.




La maquinaria de la justicia es lenta, dicen, pero inexorable cuando el resorte que la acciona se activa, afirmo. La payasada sediciosa ya ha comenzado a pasar las primeras facturas, un impacto económico que, los más versados en ese arte de los números y las cuentas, tasan en una suma nada desdeñable con origen cierto en la fuga de empresas que paulatinamente va desangrando a Cataluña o el formidable gasto que ha supuesto el ingente despliegue de medios, ya lo fueran para llevar a cabo la bufonada del 1 de octubre o bien para paliarla. Aunque lo que, personalmente, celebro con el regusto agridulce de no ver a la totalidad de los cabecillas a buen recaudo y soportando el peso del Estado de Derecho, es la entrada en prisión de los “Jorges”, Jorge Cuixart y Jorge Sánchez, gerifaltes de las dos asociaciones que, nutridas hasta el hastío con el dinero público de la Generalidad, fueron las escogidas para instigar la traición perpetrada; comandando, ambos, las hordas enardecidas que hostigaban la labor de unas fuerzas del orden que, ante la negativa de los Mozos a hacerlo, se limitaban a velar por la legalidad en Cataluña y que han terminado convirtiéndose, hoy, en los anhelados mártires que los golpistas necesitaban para presentarlos ante los medios internacionales como presos políticos de un Estado opresor. Tienen la obscena desvergüenza de erigirlos en presos políticos, es decir, los catalogan sin pudor alguno como personas que son privadas de su libertad de movimiento sólo por sus ideas políticas, a la defensa de semejante definición, no podía ser de otro modo, se suman, pidiendo su inmediata excarcelación, las alimañas y demás moradores de ciénagas de la izquierda radical, descendientes de aquellos otros que, no sólo han destrozado vehículos policiales sino que asesinaron, en su día, servidores del orden público, no podíamos esperar nada distinto de semejante escoria parasitaria. Presos políticos, y se les llena la boca, mientras el brazo armado del esperpento secesionista sigue al mando de más de 16.000 Mozos con la única obligación de personarse en el Juzgado cada quince días. Presos políticos, gritan a quienes los quieran escuchar, mientras el hombre del extraño flequillo sigue representando a la rebelde Institución que lleva años inoculando un odio recalcitrante en mentes a medio formar, velando la historia con tintes sesgados y ajusticiando a los que optan por usar el castellano. Presos políticos no, delincuentes, todos ellos, reos de sedición, de prevaricación y de malversación de caudales públicos, incitadores al odio… Los únicos y verdaderos presos políticos son los millones de catalanes no independentistas que olvidados, o castigados vayan Vds. a saber, por el Gobierno Central se ven privados de su libertad de movimiento, de expresión y de opinión, condenados al ostracismo ideológico, sin voz ni voto – a la vista está-. Esta farsa se dilata ya demasiado en el tiempo con el consiguiente incremento de un, cada vez más, inasumible coste social, económico y crediticio ante el resto de Europa que venimos obligados a soportar; las ambigüedades que dan paso a la impunidad empiezan a hastiarnos y los plazos, “replazos” y “contraplazos” derivados de una interpretación subjetiva del artículo 155 de la Constitución sólo pueden ser índice de una cobardía indolente que, antes que después, pondrá a cada quien en su sitio: a los delincuentes entre rejas, a la ciudadanía ante las urnas y al pusilánime Gobierno en una más que merecida oposición donde seguir jugando al “pinta y colorea”. España pide un paso, ya sea al frente o bien al lado pero, sobre todo, exige la restitución de una legalidad perdida sin que tengamos aún claro si la causa del quebranto ha sido la demencia del catalán o la pasividad del gallego pero España, señores del Gobierno, pide respeto y dignidad. A ver cómo se las apañan.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 23/10/2017.

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