Es cierto que la situación se
ha ido crispando paulatinamente ante la artera permisividad del Gobierno. Los
tímidos conatos, a modo de jocosa bufonada, de enarbolar esteladas ante los agentes de la Guardia Civil en Cataluña han
pasado a convertirse en coacciones, insultos graves, provocaciones y constantes
humillaciones hacia quienes son los verdaderos custodes de la democracia, la
libertad y la legalidad que, no obstante, tienen una orden clara: “No repeler,
jamás, la agresión”, es obvio que la Guardia Civil necesita un Mando Militar y
no Político. Tanto como en España necesitamos un Gobierno que no claudique ante
la amenaza de la desfragmentación violenta de la unidad territorial. Es
canallesco, amén de vergonzante, que se ofrezca ahora a Cataluña la recompensa de
una mejora económica y mayor autonomía si ceja en la vulneración de la Ley;
obviamente, la previsible reacción del País Vasco no se ha hecho esperar, aquí
cada quien arrima el ascua a su sardina - ¡faltaría más! -. Veo en el televisor
la contenida cara de Rajoy y de su aletargado equipo ministerial, se cruzan
miradas displicentes, aderezadas con bostezos de oso cavernario, hablando sin
decir nada y es cuando estallo: ¡Ustedes, señores del Gobierno, son los
responsables de que un puñado de secesionistas sediciosos que se ciscan en la
bandera nacional y, por ende, en todos los españoles; que escupen su negra
bilis en el rostro abnegado de los únicos que hacen lo que los Mozos se han
negado y que no es sino velar por la Constitución Española, se encuentren en
una envidiable posición negociadora. No se premia al delincuente, se le aplica
la Ley y nuestra Ley de Leyes tiene el remedio más eficaz para haber sofocado
esta rebelión hace años!. Son ustedes, y no otros, los cooperadores necesarios para
el éxito de que unos pocos impongan vehementemente su voluntad al resto de la
población. La alienación separatista, inoculada desde hace décadas mediante el
adoctrinamiento masivo de mentes a medio formar, ha hecho hoy su tóxico efecto
convirtiendo a una región de España en un polvorín cuyo desenlace no puede ni
debe pasar por la condescendiente dádiva del Gobierno Central de insuflar, a
ese separatismo salvaje, un balón de oxígeno financiero y político que, con el
tiempo, lo hará más fuerte y refractario, si cabe. La solución puede y debe ser
el recurso a la Ley y la inmediata – aunque postrera ya – suspensión de la
autonomía. Deberían dejar, estos tibios dirigentes nuestros, de encender una
vela a Dios y otra al diablo, pues por un lado se interviene el control de las
fuerzas policiales y por otro se oferta la taimada ampliación financiera a una,
cada vez más, instigadora Generalidad. Este nuevo desafío no se gesta huérfano
de antecedentes históricos y aunque la proclamación por Companys, durante la II
República, de un “Estado Catalán dentro de la República Federal Española” no
fuera un acto secesionista en puridad, pues se hacía dentro de una pretendida “Entidad
Federal”, la contundente respuesta de aquél Gobierno terminó con la perentoria
rendición de los insurrectos a quienes con posterioridad se les iría
devolviendo, hasta la plena recuperación, sus competencias empero la
radicalización ya había germinado, abonada por el corrosivo odio hacia el
“Estado opresor y sus Fuerzas de ocupación” transmitido, a modo de seña de
identidad, de generación en generación y que aflora nuevamente con la jubilosa Democracia,
estallándole en la cara a un Gobierno azotado por la corrupción, la cobardía y
el descrédito. A esos radicales separatistas les tendremos que agradecer,
siempre, lo que a los señores del Ejecutivo les reprobaremos: haber despertado
el sentimiento patriota de toda una Nación. Que aprendan a vivir con eso… si es
que pueden.
A Nayara.
A quien, con sus recién cumplidos 20 años, deseo pueda disfrutar siempre
de un país demócrata, grande, unido y libre.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 25/09/17.
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