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martes, 26 de septiembre de 2017

Perder el juicio y claudicar.




Es cierto que la situación se ha ido crispando paulatinamente ante la artera permisividad del Gobierno. Los tímidos conatos, a modo de jocosa bufonada, de enarbolar esteladas ante los agentes de la Guardia Civil en Cataluña han pasado a convertirse en coacciones, insultos graves, provocaciones y constantes humillaciones hacia quienes son los verdaderos custodes de la democracia, la libertad y la legalidad que, no obstante, tienen una orden clara: “No repeler, jamás, la agresión”, es obvio que la Guardia Civil necesita un Mando Militar y no Político. Tanto como en España necesitamos un Gobierno que no claudique ante la amenaza de la desfragmentación violenta de la unidad territorial. Es canallesco, amén de vergonzante, que se ofrezca ahora a Cataluña la recompensa de una mejora económica y mayor autonomía si ceja en la vulneración de la Ley; obviamente, la previsible reacción del País Vasco no se ha hecho esperar, aquí cada quien arrima el ascua a su sardina - ¡faltaría más! -. Veo en el televisor la contenida cara de Rajoy y de su aletargado equipo ministerial, se cruzan miradas displicentes, aderezadas con bostezos de oso cavernario, hablando sin decir nada y es cuando estallo: ¡Ustedes, señores del Gobierno, son los responsables de que un puñado de secesionistas sediciosos que se ciscan en la bandera nacional y, por ende, en todos los españoles; que escupen su negra bilis en el rostro abnegado de los únicos que hacen lo que los Mozos se han negado y que no es sino velar por la Constitución Española, se encuentren en una envidiable posición negociadora. No se premia al delincuente, se le aplica la Ley y nuestra Ley de Leyes tiene el remedio más eficaz para haber sofocado esta rebelión hace años!. Son ustedes, y no otros, los cooperadores necesarios para el éxito de que unos pocos impongan vehementemente su voluntad al resto de la población. La alienación separatista, inoculada desde hace décadas mediante el adoctrinamiento masivo de mentes a medio formar, ha hecho hoy su tóxico efecto convirtiendo a una región de España en un polvorín cuyo desenlace no puede ni debe pasar por la condescendiente dádiva del Gobierno Central de insuflar, a ese separatismo salvaje, un balón de oxígeno financiero y político que, con el tiempo, lo hará más fuerte y refractario, si cabe. La solución puede y debe ser el recurso a la Ley y la inmediata – aunque postrera ya – suspensión de la autonomía. Deberían dejar, estos tibios dirigentes nuestros, de encender una vela a Dios y otra al diablo, pues por un lado se interviene el control de las fuerzas policiales y por otro se oferta la taimada ampliación financiera a una, cada vez más, instigadora Generalidad. Este nuevo desafío no se gesta huérfano de antecedentes históricos y aunque la proclamación por Companys, durante la II República, de un “Estado Catalán dentro de la República Federal Española” no fuera un acto secesionista en puridad, pues se hacía dentro de una pretendida “Entidad Federal”, la contundente respuesta de aquél Gobierno terminó con la perentoria rendición de los insurrectos a quienes con posterioridad se les iría devolviendo, hasta la plena recuperación, sus competencias empero la radicalización ya había germinado, abonada por el corrosivo odio hacia el “Estado opresor y sus Fuerzas de ocupación” transmitido, a modo de seña de identidad, de generación en generación y que aflora nuevamente con la jubilosa Democracia, estallándole en la cara a un Gobierno azotado por la corrupción, la cobardía y el descrédito. A esos radicales separatistas les tendremos que agradecer, siempre, lo que a los señores del Ejecutivo les reprobaremos: haber despertado el sentimiento patriota de toda una Nación. Que aprendan a vivir con eso… si es que pueden.

A Nayara.

A quien, con sus recién cumplidos 20 años, deseo pueda disfrutar siempre de un país demócrata, grande, unido y libre.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 25/09/17. 

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