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miércoles, 27 de julio de 2016

En el Nombre del Padre.







Contemplo, horrorizada, a la circunspecta presentadora del informativo dar la noticia de un nuevo ataque yihadista en Normandía con el tétrico resultado de un sacerdote, de 86 años, degollado ante los fieles que asistían a la celebración de la Santa Misa, dos religiosas y dos laicos, mientras sus asesinos grababan el primer ataque perpetrado contra la Iglesia Católica.

Allah u-Akbar… Objeto de la ira más radicalizada, inoculada por el recién instaurado Califato de DAESH en ese caldo de cultivo que es la marginalidad y la falta de instrucción de las que salen los soldados de Allah. Estos muyahidines ya habían sembrado el terror en un supermercado judío, una redacción de prensa, un tren, en terrazas y bares, en una sala de conciertos, un colegio, un estadio deportivo, incluso en la vivienda de dos policías y en un paseo marítimo abarrotado de familias con niños que se disponían a celebrar su Fiesta Nacional, generando con esta abominable sacudida la fractura social de Francia, brutalmente golpeada, donde ha terminado por germinar, a partes iguales, el patriotismo xenófobo y la reivindicación de los derechos humanos de los refugiados. Pero hasta ayer, los sicarios islamistas habían respetado lo que mayor odio les suscita: la Iglesia Católica. Allah u-Akbar…

Esos ignorantes a quienes consiguen, desconozco el método empleado pero debe, sin duda, estar basado en la más pedestre de las quimeras cuando quienes saltan por los aires provienen de los estratos más bajos de la sociedad, de ese fangoso submundo del hampa y la delincuencia, empujar a la propia inmolación que les abrirá las puertas del Paraíso con la premisa de alcanzar mayor gloria en función del número de vidas infieles que arrebaten en su resurgimiento como mártires de la Yihad, se han atrevido, finalmente y en un osado acto de oprobio, con un hombre de Dios, no del suyo claro está, asaeteando las entrañas mismas del Catolicismo, llamando a una Nueva Cruzada, heredera de la descalabrada que auspiciara el rey francés Luis IX. La Historia sigue, inexorablemente, un recorrido cíclico y ha de empezar donde terminó, así ha venido sucediendo desde el inicio de los tiempos y así seguirá siendo. Con Francia terminó, con Francia habrá de principiar.


Se reabrirán las heridas que empujen, quizás, a la guerra entre sarracenos y cristiandad, proclamando mártires en uno y otro bando, una lucha en la que lo que menos importa será la religión, el mundo del siglo XXI sólo se mueve por intereses económicos y políticos, pero ¿eso qué más da?, no faltará, jamás, quien con el Corán en una mano y la cimitarra en la otra despoje de vida al infiel al grito de Allah u-Akbar, sin llegar a comprender, durante tal ignominia, la Sura 5.32 del Corán “quien matara a una persona que no hubiera matado a nadie, ni corrompido en la tierra, fuera como si hubiera matado a toda la Humanidad. Y quien salvara una vida, fuera como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad”. Y, mientras tanto, los Cruzados, inermes y desarmados por la desidia de nuestros dignatarios, seguiremos recibiendo la cuchillada asesina en el Nombre del Padre.

"Dios, mi Señor, consigue con mi espada que aquellos que te buscan,
te encuentren.
Dame fuerza para los desalentados, dame esperanza para los oprimidos, 
dame misericordia para los arrepentidos,
sobretodo da tormento para los perversos y 
ante todo, da justicia a los excluidos".
(Oración de los Caballeros del  Temple antes de la batalla)

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