Sigo sin dar crédito al potencial mediático de una criaturilla de
veinte años, con gran verborrea y un pobre expediente académico que ha motivado,
no obstante, la proliferación de numerosos comunicados oficiales desmintiendo
sus palabras por parte de las más altas instituciones del Estado:
Vicepresidencia del Gobierno, Casa Real e, incluso, CNI. Es más, no puedo creer
que la seguridad nacional se deje en manos de alguien que, con tan escasa edad,
aunque vista trajes de chaqueta hechos a medida y corbatas de Hermès y se
desplace en coches oficiales de alta gama, no se le conoce oficio ni beneficio,
más allá del ‘postureo’ fotográfico con altas personalidades. Lo más grave, sin
duda, no es que de vez en cuando salga a escena algún pillo, simpático y
golfete, que ponga en más de un apuro a esta clase política, idiotizada y
corrupta, para divertimento y disfrute de los españoles que empezamos ya a
dispensarle cierta simpatía al caballerete, sino que el mismísimo Centro
Nacional de Inteligencia, “cuna” de nuestros más avezados espías, se vea
acorralado por un imberbe que, tras ser expulsado de un colegio religioso por
su estrepitoso fracaso escolar, ahí anda el hombre, a trancas y barrancas con
sus estudios de Derecho y nada menos que en CUNEF. Un ‘niño sabio’ dicen, aún
cuando sus propios compañeros lo tachen de ‘zoquete’ que, digo yo, algún motivo
deberán tener para realizar semejante afirmación…
El sábado tras esa entrevista a tan pintoresco personaje, seguí tan
desconcertada como antes de que se produjera la misma, tan desconocedora de qué
es lo que, en realidad, ha pasado con este mequetrefe, porque una de dos: o es
una mente brillante o aquí los gobernantes son imbéciles… Y aunque dudo de lo
primero y me inclino más por lo segundo, siempre me quedará la duda: ¿qué hay
de verdad y qué de mentira en esta rocambolesca historia?.
Recuerdo que, durante mi
infancia, eran numerosas las horas de lectura que dedicaba a las ‘aventuras del
Pequeño Nicolás’, un niño travieso y simpático nacido de la imaginación de Renè
Goscinny que, a pesar de sus denodados esfuerzos por portarse bien, siempre
terminaba haciendo alguna trastada que, no obstante, enseñaba una sabia
moraleja al joven lector. No pensé jamás que a mis más de cuarenta años iban a
volver a encandilarme las andanzas del Pequeño Nicolás, si bien éste Nicolás es
otro: Francisco Nicolás Gómez Iglesias, o Fran,
que es como gustan de llamarle sus amigos. No habría podido imaginarme, nunca,
como un pillastre con cara de bueno y cabello anillado, iba a clavar su glauca
y angelical mirada en una cámara de televisión para mandar “mensajitos de aviso” a aquellas autoridades que intentan
desvincularse, al parecer ahora, de quien ha venido siendo “el perejil de todas las salsas”, de manera que, según parece, si
no estabas en la foto con el Pequeño Nicolás, no existías en política. Al
estupor del inicio, causado por lícitos interrogantes sobre cómo alguien tan joven
puede tener tanto morro para llegar,
incluso, a ‘colarse’ en la recepción
del flamante y nuevo Rey de España… o de cómo un mozalbete se pasea, impunemente,
en coches de la flota oficial y goza de escolta, acude a la Universidad con un
solícito chófer o posee esa lista de contactos de la que alardea, que promete
ser aún más larga de lo que insinúa, siguió, poco después, el terror provocado
por la esperpéntica situación: ¿será posible que este monigote esté poniendo en jaque al Servicio de Inteligencia del
Estado?... Me vino entonces a la mente, salvando evidentemente las distancias,
el gran Frank W. Abagnale Jr., que
inspirara, en su día, la película de Spielberg “Atrápame si puedes”, pues las similitudes son innegables, y no me
refiero – pues de momento no se ha producido en el caso patrio– a la condena
que llevó a prisión a Abagnale por los delitos de suplantación de identidad,
fraude, falsificación documental, ejercicio ilegal de profesiones, estafa o
robo de bancos… ¿Terminará así el polluelo ibérico?...
No sabemos, y dudo que
lleguemos a hacerlo algún día, qué encierra la mente de Fran y si realmente se trata de un genio, de un patriota o
simplemente de un adolescente con delirios de grandeza y la cara muy dura, a mí
personalmente poco me importa, aunque me preocupa ¿es tan fácil, entonces y
según nos lo pinta, acceder a esas altas esferas?, en ese caso ¿debemos seguir
sintiéndonos protegidos por nuestra Inteligencia?... Pero me resulta aún más
inquietante en el supuesto de que, efectivamente, Francisco Nicolás hubiere
sido elegido para realizar ciertas tareas,
pues ¿realmente tenemos una organización institucional a la altura que los
españoles nos merecemos?. A mí me parece una, sinceramente, de pacotilla, en la
que los designios del espionaje y la seguridad, la Corona o el Gobierno se
depositan en las inexpertas – aunque hábiles y a la vista está - manos de un
adolescente que aún no ha sido capaz de aprobar el primer curso de su
Licenciatura. Esto es de chiste ¿¡qué digo chiste!? de película de Almodóvar y
como siempre, una vez más, España vuelve a estar a la cabeza… del flagrante ridículo ante la Comunidad
Internacional pues ya se sabe que ‘Spain
is different’ que aquí ‘el que no corre, vuela…’ y quien ‘no mete la mano
en la caja es porque ya la ha sacado’, que lejos de primar a científicos e
investigadores, los expulsamos al vil destierro, pero eso sí, ensalzamos a
personajes mediáticos que alardean, según
el caso, de su manifiesta incultura o del 'morrazo' que se gastan… Spain is different.
Veamos, si como en mi
infancia, también en esta ocasión extraemos una sabia moraleja de las ‘aventuras del
Pequeño Nicolás”…
Y dijo Napoleón Bonaparte:
“Siempre habrá pícaros, suficientemente pícaros como para comportarse
como personas honradas”.
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