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lunes, 9 de junio de 2014

La piel de la serpiente.



Desde que el Gran Duque de Ahumada, allá por el año 1.844, fundara la Guardia Civil, siempre ha habido presencia de mi familia en este Instituto, siendo, además, la misma por ambas ramas. Ocurre o así debe ocurrir, que este hecho, conlleva, supongo que imbuido en el propio ADN, el orgullo y el honor de nuestra vinculación con la Benemérita, lo que se ha ido transmitiendo y tengo el pleno convencimiento, genéticamente, junto con los rasgos físicos distintivos de mi familia. Así, tengo el recuerdo, ayer, de mis abuelos y de mis tíos, hoy, de mis primos y con toda probabilidad, mañana, de sus hijos; de amar, respetar y honrar, siempre, a la Guardia Civil.

La valentía, la dedicación, el sacrificio y el honor con el que todos y cada uno de sus miembros se entregan a la defensa de la Patria, pues optaron porque fuera éste su deber, ha provocado que sean los más castigados con una de las peores lacras que ha sufrido jamás nuestro país: el terrorismo cruento de ETA. Han asesinado, cobardemente, por la espalda y sin piedad, de un tiro en la nuca, a padres de familia que hicieron de la vocación de servicio, su medio de vida y el sustento de sus familias, culpables, sólo, de ser españoles y de estar dispuestos a dar su vida por España; han matado, también, a niños inocentes que dormían en las Casas Cuarteles y lo han hecho a traición: amparados por la oscuridad de la noche y con una bomba accionada con un detonador a distancia, que les garantizara una huída indemne. Cobardes, desalmados… Eso es lo que ha hecho y haría, si se lo permitieran, siempre ETA.

Después de oír las declaraciones de ese tal Pablo Iglesias sólo pude concluir diciendo que únicamente una alimaña puede justificar y amparar el comportamiento de otra alimaña. Es el despreciable sabor de la resaca, tras la borrachera de un inesperado éxito electoral, en una boca pastosa por la toxicidad de su propia bilis pútrida…

Desde mi privilegiada posición, ya de mera espectadora de nuestro panorama político, pues hace tiempo que me desvinculé de la participación activa, intentaba analizar los últimos resultados electorales, desde mi humilde perspectiva y no puedo por menos que compartir ahora mi análisis, al eclosionar la ponzoña de un vendedor de humo, salido de la cloaca de la indignación más injustificada, por vandálica y haragana, de una situación económica que, es cierto, nos ha mordido hasta lacerarnos el tuétano, no puede amparar comportamientos tan denigrantes ni desnaturalizados, como los que se vienen produciendo.

Así, reconozco que me alegro por ese voto de castigo dado, entre el que ha de contarse el mío propio, al bipartidismo corrupto, basado, hasta el momento, en el “como todo está justificado por el ‘anda que tú’ o el ‘tú más’, ahora me toca a mí que después ya volverás tú”, no puedo más que congratularme ante semejante varapalo que no evidencia sino cierta madurez democrática en nuestra población al ponderar su voto desde el intelecto que no desde el corazón. Es un gran paso o, al menos a mí, así me lo parece.

Pero cierto es, también, que me sorprende, nefastamente, que politólogos – o así se hacen llamar - oportunistas, mercaderes del vil estraperlo de la desesperación, consecuencia de la carestía generada por esta cruenta crisis en la que, paradójicamente, proliferan amparados por la turba, inculta y hambrienta de trasnochados ideales románticos, presa fácil de su manipulación, se muestren cuál Mesías, desgranando sin ningún pudor absurdas teorías que asemejan “la política con el boxeo” para pasar, a continuación, a consagrarse en los Anales de la más profunda Imbecilidad con la siguiente frase lapidaria: “Lo que se pierde en un campo de batalla, no se recupera en un Parlamento” y eso, en referencia al “problema vasco”. En ese momento, tras el estupor que semejante dislate me produjo, me pregunté qué tipo de ser execrable era capaz de modular aquél discurso, pues sólo tiene una posible lectura: la justificación del asesinato, dado que según sus palabras no se trata sino de una “guerra, librada en un campo de batalla”. La única respuesta que se me ocurrió fue precisamente que “sólo una alimaña, puede justificar el comportamiento de las alimañas”… ¿Qué ocurriría, entonces, si tales manifestaciones fueran tomadas como una declaración formal de guerra por parte del otro bando?, ¿acaso no se convertiría él, en otro enemigo a abatir?, pero claro, esto es un Estado de Derecho, se permite todo y su “enemigo”: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, no asesina, no mata… Se somete a la Justicia que no ha sido, nunca,  muy generosa con ellos: las únicas víctimas. Me pregunto si repetiría esa estólida teoría suya del boxeo mirando a los ojos a las viudas y huérfanos de la Guardia Civil, si tendría los arrestos para decirlo ante cualquier español de bien, los que hemos llorado y sufrido cada una de esas muertes con rabia e impotencia.

Seguí reflexionando sobre quien no puede ser considerado sino como un mero y simple anormal, con el agravante de que a éste se le presume, lo que no implica que lo posea, cierta formación y nivel cultural, pero claro, eso de ser un “progre” desaliñado, con románticos ideales utópicos, sólo es posible en un Estado (Capitalista) del Bienestar, donde los parásitos invocan una infinidad de derechos sociales sin tener, o intuir si quiera, más obligación que la de mantenerse en el propio parasitismo en el que se han instalado… Claro, ser un comunista en Rusia, Cuba o Venezuela significa comerse las uñas, porque allí no hay otra cosa que echarse al coleto, ni tan siquiera las revueltas, porque cuando se producen, llueven los palos – me pregunto si no serán los que aquí, visto lo visto, tanto escasean-. Este politólogo cuando habla de República, habla de guillotina, de actos vandálicos, de violencia y de una bandera tricolor con evidentes connotaciones ideológicas tendentes a la izquierda, sin plantearse la posibilidad de que esa misma República pueda estar presidida por un partido de derechas. Yo no soy monárquica, no lo soy, pero reconozco que sólo la Corona otorga hoy la UNIDAD a este maltrecho país, cuestionándome, a fin de cuentas, si el gasto destinado, por ejemplo, a UGT o CCOO está o no tan justificado como pueda estarlo el de la representación institucional de una Nación, con sus más y sus menos, que últimamente la monarquía anda que lo tira… Pero me llama poderosamente la atención que este más que previsible futuro Premio Nobel critique el derecho hereditario cuando se refiere a la monarquía y no se pronuncie cuando ese mismo derecho hereditario se aplica a una dictadura como la Cubana.

Cuando concluyó la entrevista que sin duda lo ha cubierto de toda la gloria que es posible detentar, viéndole ese aspecto descuidado de joven apasionado y crítico, pensé que era un pobre botarate, otro más, producto de la crispación del momento. Probablemente, dentro de unos años, cuando sea un Catedrático “de despacho”, plácidamente sentado en su cómodo y elegante sillón de Departamento, recordará ese tiempo de “batallitas” como algo propio del arrojo de la edad, los “descalabros de la juventud”, lo dará en llamar, con esa verborrea calmosa y nociva, y tras dar sus magistrales clases en alguna Universidad privada, subirá a su cochazo en dirección a La Moraleja, dejando, olvidada, sobre la percha esa vieja camisa: la piel, seca, de la serpiente que un día fue y que seguirá siendo, pues el reptil no deja de serlo por más veces que la mude.

Tras el asedio de nueve largos meses, al Santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena, bajo las órdenes del Capitán Cortés, valientes Guardias Civiles y sus familias defendieron con ahínco sus vidas y su honor.
Finalizó el 1 de mayo de 1.937, el mismo día en que el Capitán Cortés es herido de muerte, y con tan sólo 14 hombres en disposición de luchar.
El Capitán, previamente, había hecho colgar un cartel con la leyenda “la Guardia Civil muere pero no se rinde”.

Yo me pregunto… ¿qué defiende y con qué decencia el patán que justifica los asesinatos de héroes cómo éstos?.

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