He tenido la prevención de
llegar quince minutos antes de la hora acordada pero Lola ya está allí, siempre
tuvo esa manía. Está sentada en una mesa de la (nuestra) Plaza del Pósito,
donde concertamos vernos unos días antes de su regreso a Jaén después de veinte
años, que son los que lleva por esos mundos de Dios, de cooperante en misiones
humanitarias. Lola está más vieja, yo también, claro. Estoy a pocos metros y es
cuando escucho su cantarina voz “Nene, jomío,
dale chisque a eso que me estoy quedando entelería”,
le dice al solícito camarero que sube inmediatamente el gas de la estufa bajo
la que se encuentra sentada. Con cara de fastidio deja el periódico que estaba
leyendo sobre la mesa y es cuando repara en mí, se le ilumina la cara con una
amplia sonrisa. Un par de fuertes abrazos después, multitud de besos y
expresiones de alborozada y sincera alegría por el reencuentro, nos sentamos y
pedimos unas cervezas. Me cuenta que ha venido unos meses para “arreglar
papeles” pero que su intención es volver a Mozambique donde colabora en un
dispensario que ofrece información y medidas preventivas para combatir el SIDA
y otras enfermedades. Cuando le pregunto cómo se ha encontrado la ciudad me
mira entornando los ojos –temo lo que pueda soltar tras ese gesto, tan suyo, y
me mantengo alerta esperando su respuesta- “Pues… peor que nunca ¿o es que,
acaso, tú la ves mejor?. Un tranvía fantasma reconvertido en parking, unas
escaleras mecánicas paradas, parques que son verdaderos campos de minas de
deposiciones caninas, suciedad en las calles, una circulación rodada poco
práctica…” enumera extendiendo sus dedos, largos y huesudos, según va relatando.
La interrumpe el griterío de niños jugando entre las mesas, uno de ellos
tropieza y acaba sobre ella. El zagal, de unos siete u ocho años, se incorpora
y sale en estampida junto a los otros sin disculparse pero propinando un codazo
a Lola. “Anda que… menuda educación le están dando al criaturo” y continúa diciéndome que le parece un despropósito las
actuaciones que se han venido acometiendo, la emprende inevitablemente con la
clase política, se enciende, aún más, con la noticia de la remodelación de la
(nuestra) Plaza del Pósito que, al parecer, era lo que estaba leyendo cuando he
llegado, no quiero interrumpir su discurso y la dejo explayarse: “…Porque, ea
claro, es muy necesario rebajar el desnivel, ¡cómo si esto no fuera Jaén y sus
cuestas!, pretenden hacer un pasillo que rodee los bares y locales y cambiar el
embaldosado también – me explica -, todo eso es mucho más importante que
invertir en mejorar las instalaciones municipales, los servicios públicos o el
fomento del turismo… vamos que, la remodelación, es tan útil y precisa como tener
unas vías de tranvía sin tranvía… – los niños vuelven a acercarse a la carrera,
sorteando camareros con bandejas en alto y clientes, gritando entre empellones
y ruidosas carcajadas- … ¡Nenes ya, qué a gusto deben estar vuestros papas
disfrutando de su cerveza, cooooño!... – les clava una mirada asesina – En
educación, habría que invertir en educación” decreta. “Oye… - es una mujer con
cara de enfado que se nos acerca - ¿por qué no dejas tranquilos a los niños?
sólo están jugando”, ¡glup!, me barrunto que se avecina el temporal y, antes de
que termine de pensarlo, oigo la respuesta serena de Lola que, sin levantar la
voz, contesta en tono de hastío “Verá, señora, esto no es una zona de juegos. Quienes
venimos aquí es para disfrutar de un rato de ocio y descanso. Me parece muy
bien, incluso necesario, que los nenes jueguen pero, claro, sin molestar al
prójimo. Supongo que alguno de ellos es su hijo, debe estar usted, sin duda,
muy orgullosa de él. Enhorabuena pero, por favor, disfrútelo usted y prívenos al
resto, de tan incordioso goce. Gracias”. La atónita madre se da la vuelta,
muda, al tiempo que Lola se dirige a mí “¿Qué estaba diciendo…? – frunce el
ceño, bebe un sorbo del botellín - ¡ah sí!… ¿y, con este panorama, me sigues preguntando
que cómo está Jaén? pues sin remedio ni perdón y creo que aún menos futuro, ya
lo ves” y mira hacia los pequeños salvajes que cabriolean, ajenos, entre la sufrida
concurrencia.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 12/02/2018.
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