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lunes, 12 de febrero de 2018

Sin remedio, sin perdón ni futuro, según Lola.


He tenido la prevención de llegar quince minutos antes de la hora acordada pero Lola ya está allí, siempre tuvo esa manía. Está sentada en una mesa de la (nuestra) Plaza del Pósito, donde concertamos vernos unos días antes de su regreso a Jaén después de veinte años, que son los que lleva por esos mundos de Dios, de cooperante en misiones humanitarias. Lola está más vieja, yo también, claro. Estoy a pocos metros y es cuando escucho su cantarina voz “Nene, jomío, dale chisque a eso que me estoy quedando entelería”, le dice al solícito camarero que sube inmediatamente el gas de la estufa bajo la que se encuentra sentada. Con cara de fastidio deja el periódico que estaba leyendo sobre la mesa y es cuando repara en mí, se le ilumina la cara con una amplia sonrisa. Un par de fuertes abrazos después, multitud de besos y expresiones de alborozada y sincera alegría por el reencuentro, nos sentamos y pedimos unas cervezas. Me cuenta que ha venido unos meses para “arreglar papeles” pero que su intención es volver a Mozambique donde colabora en un dispensario que ofrece información y medidas preventivas para combatir el SIDA y otras enfermedades. Cuando le pregunto cómo se ha encontrado la ciudad me mira entornando los ojos –temo lo que pueda soltar tras ese gesto, tan suyo, y me mantengo alerta esperando su respuesta- “Pues… peor que nunca ¿o es que, acaso, tú la ves mejor?. Un tranvía fantasma reconvertido en parking, unas escaleras mecánicas paradas, parques que son verdaderos campos de minas de deposiciones caninas, suciedad en las calles, una circulación rodada poco práctica…” enumera extendiendo sus dedos, largos y huesudos, según va relatando. La interrumpe el griterío de niños jugando entre las mesas, uno de ellos tropieza y acaba sobre ella. El zagal, de unos siete u ocho años, se incorpora y sale en estampida junto a los otros sin disculparse pero propinando un codazo a Lola. “Anda que… menuda educación le están dando al criaturo” y continúa diciéndome que le parece un despropósito las actuaciones que se han venido acometiendo, la emprende inevitablemente con la clase política, se enciende, aún más, con la noticia de la remodelación de la (nuestra) Plaza del Pósito que, al parecer, era lo que estaba leyendo cuando he llegado, no quiero interrumpir su discurso y la dejo explayarse: “…Porque, ea claro, es muy necesario rebajar el desnivel, ¡cómo si esto no fuera Jaén y sus cuestas!, pretenden hacer un pasillo que rodee los bares y locales y cambiar el embaldosado también – me explica -, todo eso es mucho más importante que invertir en mejorar las instalaciones municipales, los servicios públicos o el fomento del turismo… vamos que, la remodelación, es tan útil y precisa como tener unas vías de tranvía sin tranvía… – los niños vuelven a acercarse a la carrera, sorteando camareros con bandejas en alto y clientes, gritando entre empellones y ruidosas carcajadas- … ¡Nenes ya, qué a gusto deben estar vuestros papas disfrutando de su cerveza, cooooño!... – les clava una mirada asesina – En educación, habría que invertir en educación” decreta. “Oye… - es una mujer con cara de enfado que se nos acerca - ¿por qué no dejas tranquilos a los niños? sólo están jugando”, ¡glup!, me barrunto que se avecina el temporal y, antes de que termine de pensarlo, oigo la respuesta serena de Lola que, sin levantar la voz, contesta en tono de hastío “Verá, señora, esto no es una zona de juegos. Quienes venimos aquí es para disfrutar de un rato de ocio y descanso. Me parece muy bien, incluso necesario, que los nenes jueguen pero, claro, sin molestar al prójimo. Supongo que alguno de ellos es su hijo, debe estar usted, sin duda, muy orgullosa de él. Enhorabuena pero, por favor, disfrútelo usted y prívenos al resto, de tan incordioso goce. Gracias”. La atónita madre se da la vuelta, muda, al tiempo que Lola se dirige a mí “¿Qué estaba diciendo…? – frunce el ceño, bebe un sorbo del botellín - ¡ah sí!… ¿y, con este panorama, me sigues preguntando que cómo está Jaén? pues sin remedio ni perdón y creo que aún menos futuro, ya lo ves” y mira hacia los pequeños salvajes que cabriolean, ajenos, entre la sufrida concurrencia. 

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 12/02/2018.

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