Para todos a quienes nos gusta
escribir nada puede haber más gratificante que ser leído. Al publicar, hacemos
partícipes de nuestros pensamientos y opiniones a aquellos otros a los que les otorgamos
el legítimo derecho a enjuiciarnos, pudiendo o no compartir nuestras ideas, si
bien con la única limitación del respeto y las buenas formas, algo que, aun
siendo mínimamente exigible, siempre he creído que es como un idioma: hay quien
lo habla y hay quien no. No negaré que ha sido un curso muy placentero y plagado
de anécdotas para esta humilde plumilla. Así, recuerdo que con el segundo
artículo, un Juez, tras darme la enhorabuena al encontrarnos en un pasillo del
Juzgado, me dijo “espero que el periodismo,
Letrada, no te seduzca hasta el punto de abandonar la profesión. Personalmente
lo lamentaría” o cuando aquél simpático abuelete
me paró en la plaza de San Ildefonso sólo para decirme “el Evangelio, niña, el Evangelio has hablao’ que parece que aquí, nosotros,
no pagamos los impuestos, muy bien dicho, di que sí. Sigue, sigue escribiendo
lo que escribes, hija mía” en relación a otra de las columnas, o el día en
el que, al entrar en el estanco, el saludo fue “Yo sí te entiendo, ¿eh?”, tras pedir dos paquetes de Camel Light,
lo que provocó un estallido de cómplices carcajadas a cuenta del relato de mi
visita a Barcelona y del incidente lingüístico con un estanquero del Paseo de
Gracia. Siempre guardaré en el alma, pues ahí es donde los llevo a todos ellos,
el agradecimiento de “mis Civiles” y
su emotiva reacción ante aquél “Intxaurrondo,
ese último batión de honor y dignidad que resistió a Caín”. Han sido miles
los episodios que podría narrar hoy, las risas y chascarrillos con ustedes,
amigos lectores, en la consulta del médico, en el supermercado o en cualquier
terraza en la que hayamos podido coincidir, en relación a los “asustaviejas”, “Sénecas”,
“moradores de ciénagas”, “pagafantas” o “sabeores” retratados en mis columnas;
las peticiones que, en la medida de lo posible, he intentado siempre atender pero,
sobre todo, ha sido alentador recibir sus comentarios, siempre enriquecedores,
y su franco cariño. Deberán, no obstante, disculparme, pues para ustedes ha
sido más fácil ponerme cara e ir familiarizándose, a través de los artículos semanales,
con mi personal forma de ver el mundo que nos rodea y aunque aquí nos
conozcamos todos, sea sólo “de vista”, les ruego sean condescendientes si, al
pararme en la calle, detectan en mí una momentánea reacción de desconcierto que
no deben jamás confundir con fastidio. Siempre voy a agradecer sus sanas críticas
y sugerencias pero no deben molestarse si, alguna vez, no las satisfago con la
celeridad que, sin duda, todas merecen. Sé que valoran ese peculiar sentido del
humor que procuro no perder nunca, por nefasta que pueda ser la actualidad, hay
quien dice de mí que tengo “buena
puntería” o que lo que escribo “lo
piensan muchos de ustedes aunque no lo digan” pero, sin duda, no faltará
tampoco a quien pueda incomodar con mis palabras, casi siempre en socarrona
clave de humor, en este último caso pido sinceras disculpas pues nada más lejos
de mi intención que ofender a nadie. Y aunque este primer año podamos
entenderlo como un “rodaje” sepan que
es mi intención seguir compartiendo muchos más si ustedes me lo permiten, claro,
pues en esto de la escritura es siempre el público soberano quien manda. Me
gustaría reiterarles mi eterno y profundo agradecimiento por la cálida acogida
que me han dispensado y desearles, como no, un reparador descanso durante el
mes de agosto. A partir de septiembre les estaré esperando en mi “butaca” para
compartir con ustedes, cada lunes, las reflexiones que la misma me inspira o, puede
que sea más acertado decir, me susurra. Hasta entonces, lectores, sean felices
y muchas, muchísimas gracias de corazón.
Publicado en Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 28/07/2017.