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lunes, 12 de junio de 2017

Seres de la tierra, moradores de ciénagas y otras entelequias.





El título bien podría responder al de cualquier documental sobre reptiles, anfibios o alimañas de la parrilla televisiva de La Sexta porque sólo en ese canal puede hacerse semejante exaltación de la vil estulticia humana o apología del radicalismo más refractario. Es, indefectiblemente, en los platós de esa casa donde Pablo Iglesias y sus secuaces se mueven como si en el fango de su propio hábitat natural se encontraran, no podría ser de otro modo. La presentadora estrella de El Objetivo, Ana Pastor, encarna a mi juicio la corrosividad más ácida hacia todo aquello que despida el menor efluvio a Democracia o moderación. No me cae bien Ana Pastor, de hecho, he de reconocer que me cae bastante mal, me revienta y no porque su ideología se sitúe en las antípodas de la mía sino por esa característica forma suya tan ruin, torticera, espuria e, incluso, insultante de manifestarla: una cosa es la información y otra bien distinta la opinión, la primera habrá de ser necesariamente objetiva, exigencia que, en modo alguno, puede ni debe esperarse de la segunda. Fue su desafortunado –aunque tengo para mí que totalmente intencionado, ya vamos conociendo todos, aquí, el paño- comentario en relación al luctuoso atentado de Londres que se ha saldado con la vida de un compatriota, hoy elevado a la categoría de héroe nacional por su ejemplar comportamiento, cuando sin ningún rubor afirmó: "Los tres supuestos terroristas fueron abatidos ayer, ASESINADOS por la policía", la lógica reacción en las redes sociales no se hizo esperar y dio inicio la lapidación y el escarnio público de la pseudoperiodista –lamento no poder llamarla periodista pues no cumple con la misión informativa de veracidad, rigor y exactitud, no ya sólo de los hechos sino del lenguaje empleado en su difusión -, una mera sicaria del verbo, al servicio de la izquierda antisistema, proyectando el mismo mensaje que la Alcaldesa de Madrid y que se resume en la preconizada entelequia podemita de terroristas que causan incidentes y Policías que asesinan”. La familia de Ignacio Echeverría ha demostrado una categoría y altura moral que no podrán, jamás, llegar ni a intuir estos moradores de ciénagas; los hermanos de este mártir del siglo XXI, en un nuevo alarde de la educación recibida, miraban a cámara destilando un dolor difícilmente imaginable si no se ha experimentado, haciéndonos destinatarios de su sereno agradecimiento cuando somos nosotros, los españoles de bien, quienes debemos darles las gracias por la lección de heroísmo y generosa valentía que “Igna”, el caballero andante, nos ha dado al dejar su vida en el intento de salvar otra con el único escudo de un monopatín. Esta familia ha sufrido la pérdida de uno de sus miembros que ha sido asesinado -lo han matado “con alevosía y/o ensañamiento”- a diferencia de los tres terroristas, neutralizados por las fuerzas del orden británicas que se vieron obligadas al empleo de la única forma efectiva de repeler el salvaje ataque en evitación de un mal mayor: que el reguero de muertos que estas bestias habían ido dejando a su paso se incrementara. La diferencia entre asesinar y neutralizar no está sólo en el acto –modo o intencionalidad con el que se quita a otro la vida-, sino en la criminalización de la primera de las conductas, cometida por un delincuente, frente a la segunda, jurídicamente amparada, por no ser digna de reproche penal al tratarse de una represión proporcional y justificada en la legítima defensa. Si Ana Pastor tuviera, en su proceder, un ínfimo atisbo de dignidad debería, primero, pedir perdón a la familia Echeverría Miralles de Imperial por el sonrojante oprobio perpetrado y por supuesto, luego, rectificar: un terrorista jamás es “asesinado” sino “neutralizado”, los criminales no son quienes llevan uniforme. Otra discrepancia que puede apreciarse, si bien, entre Ana Pastor y yo –que no soy periodista- es que mientras sus palabras deben dar información, las mías expresan opinión y considero que se “asesina” a la información cuando se la priva de imparcialidad.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 12/06/2017

2 comentarios:

  1. La verdad es que parece que hay cierta condescendencia hacia los terroristas por parte de ciertos sectores políticos. No hay más que recordar los atentados de atocha el 11 de marzo y el espectáculo tan bochornoso que se sucedió, con cruce de acusaciones, unos culpando al gobierno de los atentados y otros culpando al adversario de haber perdido las elecciones, pero poco se escucho en contra de los terroristas. En fin, me gusta mucho la actitud de los ingleses, que pueden parecer frios, pero no sacan las cosas de contexto como aquí en España. Para ellos los únicos culpables son los terroristas, y nada más. Tampoco gastan mucha energía en repetirlo porque lo saben de sobra, basta recordar el himno que eligieron tras los atentados en Manchester (don't look back in anger). Por último, mi admiración y respeto a Ignacio Echeverria y su familia.

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    1. La condescendencia hacia terroristas sólo la pueden tener aquellos que justifican el horror evitando su condena, ya sea por parte de ETA o de EI. Es tan ASESINO quien descerraja el tiro en la nuca o la puñalada por la espalda como quien justifica su acción. Yo tengo clara mi postura: censuro el terrorismo y me posiciono justo enfrente, no sé esos sectores políticos a los que te refieres -los mesiánicos regeneradores de la "casta"- en qué bando se posicionan exactamente porque para reprobar ese tipo de acciones se hace preciso condenarlas. Puestos a recordar, recordemos la frase lapidaria de "lo que se pierde en las urnas ha de ganarse en el campo de batalla" o la más reciente de la Sra. Alcaldesa de Madrid - quien ya excarcelaba terroristas, durante su época en la judicatura, "por razones humanitarias"- cuando habla de "incidentes ocasionados por terroristas (NO DE ASESINATOS) y de policía ASESINA"... En fin, supongo que debe haber seis millones de votantes disfrutando de su voto.

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