"Señor Iglesias, le
tengo menos miedo a su ideología que a su incompetencia", le espetó el almidonado Rivera al
populista vendedor de humo durante la moción de censura, gesto éste que, he de
reconocer, bien mereció entonces mi simpatía aunque no sea acreedor de la misma
tan mesiánico regenerador de la clase política. Se nos presentó, en su día,
como la única alternativa para quienes, hartos de corruptelas, creemos en la
innegociable unidad de España y amamos nuestro país pero peca tanto de soberbia
como de incontinencia verbal. Es síntoma de prudencia tenerle miedo al vampiro
necrófago. Mucho, tanto a la ideología que preconiza en las incendiarias soflamas
que regurgita como a la más que acreditada ineptitud que, a modo de credencial,
lo precede en su escabroso recorrido de derribo a sus adversarios. Una cosa es
el ridículo en el que, para la gran mayoría de nosotros, ha quedado con la
fallida moción de censura a un Presidente que cuenta, de momento y pese a la
lacra de ponzoña que arrastra el PP, con el apoyo y la aquiescencia de las otras
dos facciones democráticas -si dejamos de lado las veladuras e intereses
soterrados que mueven a cada una- y otra, bien distinta, es la demoníaca
astucia de serpiente que agita peligrosamente al de la coleta quien no
desaprovechó la ocasión ofreciendo, al día siguiente de la coronación de Pedro
Sánchez en las primarias, el acaudillamiento de la moción como candidato
alternativo a la Presidencia y aunque hubo de ser declinado por el creador del ‘noesnoísmo’,
a regañadientes se entiende, por tener que poner, antes, orden en el maltrecho Partido
Socialista que él mismo ha dinamitado, corremos el riesgo de que, antes o
después y cegado por su afán de convertirse en inquilino de la Moncloa, caiga
bajo el influjo del embaucador que, bastante más listo y hábil, terminará
fagocitando al iluso, envolviéndolo con un abrazo mortal, el abrazo del oso. A
Pedro Sánchez tanto le da, él va a lo suyo, su anhelo es convertirse en
Presidente a cualquier precio y habrá, con toda probabilidad, una nueva moción en
cuanto asegure, Sánchez, sus posiciones en el PSOE, rodeándose de acólitos que
le auxilien en una desenfrenada escalada hacia ese suicidio político y le
acompañen en el fenecimiento cierto a manos de la nociva sanguijuela que, pese
a ser sabedor de las escasas posibilidades de prosperabilidad de su moción, se
arremangó los vaqueros raídos para intentar pescar en el revuelto río
socialista con el devoto apoyo de sus fieles palmeros: los herederos naturales de
ETA y los secesionistas catalanes. Finalmente el varapalo fue mayor y más
descarnado de lo esperado y el flautista de Hamelim terminó herido en lo más
profundo de su henchido ego, aunque no cejará en el intento y seguirá alentando
al ‘tonto útil’ que, finalmente, le proporcionará
el acceso al ansiado poder –o quizá no e invoco para ello al intelecto de los
votantes a fin de que sopesen la catadura moral y los peligros del sectarismo que
imbuye al aprendiz de brujo aspirante a gobernarnos instaurando un régimen
bolivariano-. Espero que, llegado el momento, el reptiliano de Don Tancredo,
tenga los reflejos –y suficientes ardiles, seamos claros- de disolver las
Cortes y convocar unas nuevas elecciones. En caso contrario estaremos ante la
crónica de una catástrofe anunciada, no
sólo para el PSOE, enfermo en estado crítico, sino para todos y cada uno de los
españoles que creemos en un Estado de Derecho y Democrático. No sé, amigos
lectores, qué opinarán ustedes pero las posiciones están claras, las jugadas
son previsibles, los riesgos evidentes y mis temores, estoy convencida, más que
fundados.
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 19/06/2017.
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