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lunes, 22 de mayo de 2017

El Pagafantas.




Son las bondades de nuestro indulgente clima las que inducen, sin duda, a tomar ese refrescante aperitivo diario en buena compañía antes del almuerzo. Entre los parroquianos asiduos a los agradables veladores primaverales es posible encontrar al que encarna a la perfección mi personal concepto de patán, cuyo dudoso mérito en la vida no excede, casi nunca, de haber amasado un pequeño capital de un modo más que cuestionable o el de pretender, indefectiblemente, deshacer entuertos a golpe de talón pero sin destacar, en modo alguno, por una valiosa contribución a la sociedad. Es decir, para mí, el Pagafantas, aunque los haya de diversas edades, suele ser alguien que no destaca más que por manifestar en su comportamiento un gran mimetismo con la garrapata común, no ya sólo por ser un eficiente vector de enfermedades infecciosas –como la lacra de la adulación que termina convirtiéndose, con el tiempo, en el virulento mal de la vanidad, el engreimiento y la petulancia en el inoculado – sino por la insufrible molestia en la que, al final, se acaba tornando. Prolifera el individuo, en estas fechas, acudiendo puntual a esa cotidiana reunión de personas de cierta notoriedad en la ciudad, situándose en una mesa, preferentemente la más visible para todo viandante, a departir amablemente mientras comparten unas cañas; regodeándose entonces, el zoquete autocomplaciente, en la exposición pública de encontrarse entre  los integrantes de su pretendido Olimpo y como si, su pertenencia, lo fuera por derecho propio o logros personales, en lugar de haber ido enroscándose a tuerca, en ese mecanismo, mediante el acostumbrado pago de rondas. Se pavonea con displicencia desde el espejismo de su posición suprema, alardeando, entre risueños besos a la copa, de sus “amistades” con estruendosas carcajadas que acompaña de palmaditas en la espalda a sus venerados compañeros de mesa, como si cualquiera de los allí concurrentes estuviera dispuesto, en el fondo y llegado el previsible momento, a jugarse el tipo por dispensar un comprometido favor al Pagafantas de quien, no obstante, absorben los agasajos. Y así seguirá el infeliz: convidando a sus ídolos, que se arriman al querer, cumplimentados por la canonjía del esbirro. Sonrío para mis adentros, contemplando diariamente al medrador abrirse paso a codazos, haciendo ostentación de su adquirida condición aun cuando él, cándido y estúpido a más no poder, se sienta “poderoso”, “respetado” o, incluso, “temido”. Paso a su lado mientras le dirijo una mirada no exenta de sorna y pienso en el sentimiento que debe embargar a ese pobre diablo luciéndose, como un impostado igual, con la presunta flor y nata. No es sino el grotesco amago de una maniobra intimidatoria a fin de que se le dispense un respeto del que, es obvio, le hace carecer su propia disposición servil. Me produce, también, cierto rubor pues si, en realidad, lo que pretende es hacerse notar, aquí el Pagafantas, lo consigue: es innegable su brillante interpretación del papel de bufón. Tomo asiento en una mesa próxima mientras me clava, de soslayo, su mirada ratonil y miope pertrechada tras las gafas de sol graduadas, le devuelvo la mía que destila socarronería e incapaz de mantenérmela la desvía, con la avidez del radar, rastreando ahora el panorama en busca de espectadores más impresionables, sin duda. Pido una cerveza y con gran dificultad reprimo la primera intención de indicarle al camarero que la apunte a la cuenta. A la del Pagafantas del lugar.

“Pocos pueden ver lo que quieres aparentar cuando todos adivinan lo que, en realidad, eres”
(N. Maquiavelo)

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, diario VIVA JAÉN, 22/05/2017.



3 comentarios:

  1. La descripción de este tipo de gente es genial. A medida que leía el artículo me entraba la risa al imaginarme la situación. Enhorabuena por tu estupenda capacidad descriptiva.

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    1. Entrañable y buena amiga mía, gracias, en primer lugar, por tu comentario, siempre amable. Aunque he de reconocer que la descripción se ajusta al realismo más descarnado, ya digo que ésta es una especie que prolifera como las setas y creo que, todos, conocemos a más de un Pagafantas... ;oP

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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