Siempre me he sentido – y me
sentiré- orgullosa de ser “más de Jaén que Furnieles”. Como enamorada de mi
tierra la defenderé a capa y espada pero he de reconocer que cada día se me
hace más difícil poner en valor mi ciudad y sus bondades. Los ‘recursos son
escasos’, hecho objetivo y totalmente cierto. No podemos ‘esperar milagros’ de
quienes los gestionan, habrá de concederse necesariamente pero… se les puede, y
debe, exigir una racionalización de su gestión. Lo que no se puede negar,
tampoco, es el paulatino efecto disuasorio que, para quienes gustamos de
practicar deporte con regularidad en las instalaciones municipales, suponen las
dificultades con las que nos venimos encontrando y que terminarán abocándonos
al uso alternativo de centros deportivos privados. Cada día, a las ocho en
punto, acudo la piscina de La Salobreja, a excepción de los viernes que, al
abrir a las nueve, la conciliación con el horario laboral se torna imposible y ahora,
al parecer, también tendré que renunciar a asistir los jueves, día en el que
los Centros Educativos, con algún Convenio suscrito, llevan a sus pupilos a
familiarizarse con la natación. De las seis calles de las que dispone, frente a
las ocho de la otra piscina municipal, se ceden tres gratuitamente para uso y
disfrute de la jubilosa chavalería a fin de inculcarle la práctica del deporte.
Esto es, los usuarios que, por afición o por prescripción terapéutica, abonamos
el precio que nos da derecho a hacer uso de la instalación pública a una hora
que, es obvio, es la única a la que podemos concurrir, nos vemos en la necesidad
de hacinarnos en tres calles. Algo que puede considerarse un dislate, las
razones son tan abundantes como abrumadoras y, con frecuencia, dolorosas. Para
empezar porque resulta absurdo pretender un uso ‘compartido’ de una calle entre
tres o, incluso, cuatro nadadores de un dispar nivel técnico – un involuntario
aletazo en la cara por aquí, un accidental palazo en la pierna por allá y un
más que irritante entorpecimiento continuo en los respectivos entrenamientos -
y es que ésta, señores, es la particular ‘tasa administrativa’ que soportamos por
inducir a la práctica de tan saludable actividad a la alborozada chiquillería.
Me pregunto si, caso de que esos Convenios contemplaran un desembolso económico
por el uso de las calles, se seguirían utilizando tres en lugar de dos o de una;
me cuestiono, también, si para evitar este tipo de molestias, los parroquianos
“de pago” que concurrimos diariamente, desistiéramos de hacerlo y migráramos,
como tengo el convencimiento de que terminará sucediendo, hacia instalaciones privadas
-ya se sabe que en ese sector “quien
paga, exige” y que “el cliente, a diferencia del votante que sólo la detenta
una vez cada cuatro años, siempre tiene la razón”- resultaría sostenible para
el Consistorio tan dadivoso empleo de sus instalaciones. Obviamente, lo
imaginarán, ya he cursado la pertinente queja; según mis habituales compañeros
de batalla acuática, las suyas – ante esta misma situación o las motivadas por
el nivel de cloro o la temperatura del agua - jamás han sido atendidas pero yo,
ya lo ven, me niego a resignarme pues cuando se abona un servicio público – y,
oigan, lo pago religiosamente – nada reprobable hay en reivindicar su calidad. Defiendo
el libre acceso de todo tipo de concurrencia, especialmente de la más joven,
como también la práctica deportiva a cualquier edad y creo que no debe ser tan
ardua la tarea, ni tan ajena a la gestión de la cosa pública, articular un
horario racional de uso, en función de las características y dimensiones objetivas
de cada instalación y de sus habituales usuarios, que armonice las necesidades
de quienes trabajamos y queremos nadar con las de aquellos cuya jornada lectiva
se extiende a lo largo de toda la mañana, optimizando así, quizás, los escasos
recursos disponibles ante una creciente demanda. No faltará luego, entre
nuestros insignes políticos municipales, quien se rasgue las vestiduras cuando sea
galardonado con el dudoso honor de ser el nuevo ‘peor gestor público de España’.
Precedentes tenemos y la senda está abierta…
Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de Butaca, diario VIVA JAÉN, 15/01/18.
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