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lunes, 28 de noviembre de 2016

De la biliosa obscenidad mortuoria, ese deporte nacional tan nuestro.



La vida política se paralizó el pasado miércoles, ante el abyecto y repentino fallecimiento de la ‘Alcaldesa de España’. El, ya maltrecho, corazón de Rita también le jugó una mala pasada y decidió abandonarla a su suerte, como hiciera antes su Partido, el mismo al que consagrara su vida y que terminó arrebatándosela, quizás, del modo más indigno y deshonroso para todo político de raza, al desterrarla al sombrío reino del ostracismo y la fría indiferencia, antesala anunciada del patíbulo en el sacrosanto escenario de la res publica.
No faltó el execrable desaire de unos refractarios enemigos políticos incapaces de estar a la altura de un respetuoso minuto de silencio en memoria de la difunta, aunque no creo que a ella le importara un bledo, acostumbrada, como estaba, a lidiar en fieros combates dialécticos de los que salía airosa esgrimiendo, con gran temple y maestría, las letales armas de una aguda inteligencia y ese sarcasmo, tan corrosivo como certero, que zanjaba toda disputa con similar efecto al de la plúmbea descarga del bofetón dispensado con un puño de hierro, creo que, por el contrario, lo que, con toda probabilidad, hubiera desatado su furia habrían sido las aduladoras palabras farisaicas de sus antiguos compañeros de filas, sepulcros blanqueados y esperpénticos portavoces de la hipocresía más baja y rastrera, defendiendo la honestidad de aquella a quien despojaron, a jirones, de presunción de inocencia y militancia, a modo de leal ofrenda por ese victimario ávido de ocupar el Gobierno que proclamaba, en escrupulosa observancia del pacto alcanzado que lo elevara al poder, la cruenta extirpación de los viscosos tentáculos de las corruptelas. Ese mismo trilero del verbo que, tras vocear la irremisible expulsión de la “presunta corrupta”, vino el miércoles a justificar, con gesto adusto, el destierro infligido por el todopoderoso PPadre como único medio de evitar el previsible linchamiento mediático de la finada. Alguien dijo, una vez, que “en política, hoy ERES y mañana, ERAS”, yo me atrevo a afirmar, “hoy ERES y mañana ERAS, salvo que te mueras, pues entonces SIEMPRE SERÁS” y es que en esta España nuestra, la biliosa obscenidad mortuoria, ese deporte nacional tan nuestro, nos lleva a lapidar al “culpable sin juicio” para canonizarlo tras su muerte, pasando, así, de ser despiadados verdugos para convertirnos en dolientes plañideras, desdiciéndonos, sin pudor, de lo que dijimos para culpar de nuestros propios actos a quienes, adversarios naturales, carecen del mínimo poder para producir tan deletéreo daño. Y es que así somos, fuimos y seguiremos siendo, siempre, los españoles.

DEP, Rita Barberá Nolla - Eterna "Alcaldesa de España".

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, de VIVA JAÉN el 28/11/2016.


                                                                                                                                                      

lunes, 21 de noviembre de 2016

El monstruo que ya no vendrá a verla.




En ocasiones como ésta, la empatía no resulta suficiente para llegar a comprender el dolor ajeno. Dolor de una niña a quien, del modo más despiadado, cruel y atroz, le han arrebatado la infancia y dolor, también, de la madre que le dio la vida. Una vida resquebrajada a los 11 años, cuando comenzó a sufrir, en silencio, el más humillante de todos los abusos, infligido por quien debía protegerla, aun a costa de la propia existencia: su progenitor, discúlpenme si no lo llamo padre pero el término le viene muy grande a un ser capaz de encontrar el disfrute en lascivos tocamientos realizados a su propia hija. No puedo imaginar el sentimiento de vergüenza, de repulsión y de angustia que la criatura debió experimentar, ni las amargas lágrimas engullidas bajo la mordaza que la ha atenazado durante cinco años. El miedo, su miedo, esa pegajosa sensación que se va apoderando, lentamente, de tus músculos hasta paralizarte y que nadie debería jamás experimentar, mucho menos un niño. Leí, estupefacta, la terrible noticia y si cualquier daño a un menor me parece execrable, éste constituye la peor de todas las aberraciones que un ser humano pueda cometer. Pese a que resuena aún el estallido, no termino de digerirlo, no puedo, no DEBO, pues no escandalizarme ante semejante oprobio significaría que me estoy desnaturalizando, que paso a engrosar esa larga lista de enfermos sociales que hacen víctima de su delirio, siempre, al más vulnerable. No soy penalista, nunca lo he sido, ni pretendo tampoco serlo ahora, pero habré de reconocer el éxito profesional del abogado que ha conseguido semejante reducción de pena quedándose, el tiempo que el autor de tan reprobable conducta deba estar confinado, precisamente, en la mitad del que su hija vivió en el infierno: sólo dos años y medio, una indemnización - ¿tiene, acaso, precio la feliz infancia? -, la privación de la patria potestad - ¡qué menos! – y una orden de alejamiento por ocho años a partir de su excarcelación. Me pregunto si no sería más justo aplicar la Ley del Talión... Hoy, mientras escribo estas líneas, a la pequeña valiente le deseo que el maravilloso resorte de autoprotección llamado memoria selectiva cumpla pronto con su labor; la serenidad y el consuelo que otorgan la certeza de que el monstruo ya no vendrá más a verla y, también, que llegue el día en que, ojalá, comprenda que si la Naturaleza erró al darle semejante padre, Dios la ha compensado con la mejor de las madres, a quien le muestro mi sincera admiración por la entereza y el coraje que sólo aquellas a quienes llamamos ‘MAMÁ’ poseen y que, instintivamente, enarbolan ante el ataque a un hijo; no quiero, tampoco, olvidarme del delincuente confeso de semejante brutalidad, para quien ruego que el tiempo de prisión le sea propicio y no se convierta en un averno habitado por malignos espectros al acecho, durante las horas tristes de oscura soledad, de obsequiarle con la misma acción de su propia culpa; pido porque la indeleble huella de su pecado lo acompañe hasta el último de sus alientos y que, más allá de esta falible justicia humana, purgue un día su doble falta: la cobarde dejación en sus deberes de padre y la de la vileza de romper la vida de aquella por quien debió estar dispuesto a perderla. Dijo, una vez, Jean A. Petit – Senn “los hijos se convierten para los padres, según hayan recibido, en una recompensa o en un castigo”… ¿le serán suficientes treinta meses para reflexionar sobre ello?. Que la culpa lo ampare: salud y larga vida.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, en Viva Jaén 21/11/2016.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Desiderátum: el Presidente con nombre de pato que nadie recordará.





Si Stephen Grover Cleveland, quien fuera el 22º y 24º Presidente de los Estados Unidos de América, Demócrata, para más seña, que será siempre recordado por su lapidaria frase “solo tengo algo que hacer y es hacer lo correcto”, hubiera considerado que lo acertado no era masacrar a los apaches bajo el mando de Gerónimo, auténticos nativos de las tierras norteamericanas, como medio de erradicar la molestia que los asentamientos indígenas suponían para la progresiva colonización blanca del Oeste, sino construir muros que impidieran el acceso a inmigrantes de modo que a un tal Friedrich Drumpf, alemán llegado en compañía de su esposa, también alemana, en 1885 a América, en lugar de permitirle su naturalización, años después, como ciudadano americano se le hubiere deportado a su país de origen “por delincuente”, estoy segura de que el más ario de los norteamericanos, Frederick Trump antes Friedrich Drumpf, no sería el abuelo del nuevo Presidente de Estados Unidos. Ese histriónico teutón – por carácter y genealogía - hilarante en su comportamiento, misógino convencido, racista proclamado, clasista confeso y homófobo impenitente que se auspició, cuán Mesías redentor, bajo el lema “We are going to make OUR country great again” – “Vamos a hacer NUESTRO país grande de nuevo” – es ya el Presidente nº 45 de ese enorme territorio que aniquiló a sus pobladores autóctonos para convertirse en una nación sin Historia, fundada, en origen, por los condenados a galeras de la Corona Británica y otros desechos excretados por la vieja Europa pero que ha terminado erigiéndose en el mayor artífice de los designios de la Humanidad; un vasto país, aquél, en el que se persigue ese “sueño americano” como paradigma de las libertades, los derechos y la igualdad y que hoy se convulsiona en plena crisis social: el nuevo Presidente electo, descendiente de inmigrantes como todo el mundo allí, es repudiado por casi el 70% de la población norteamericana habiéndose izado, contra todo pronóstico, en el democrático trampolín de unas elecciones presidenciales que se han decantado, finalmente, del lado Republicano. Y mientras pienso en esa previsible ruptura del Tío Sam con esta Europa nuestra, condenada al pago del portazgo, me convenzo del peligro que nos acecha en los radicalismos proteccionistas e intervencionistas que, desde un extremo y otro, terminan convergiendo para materializarse en bizarras figuras caracterizadas por su personal estética capilar, pues si en Estados Unidos tienen el tupé rubio pollo de la extrema derecha, en España no nos iba a faltar la coleta desgreñada de la extrema izquierda. Espero que mi desiderátum de que el extravagante Presidente de los EEUU, con nombre de pato animado, pase sin pena ni gloria por la Casa Blanca nos haga reflexionar acerca de los riesgos del descontento generalizado en una Democracia, pues ya se sabe que “más vale prevenir que curar” y poco avezados han estado allí cuando, hoy, miles de ciudadanos lo lamentan al grito de “¡no es mi Presidente!”. ¿Escarmentaremos aquí, aun cuando sea por una sola vez, en cabeza ajena?. Ya veremos.

Publicado en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, de VIVA JAÉN el 14/11/2016.




lunes, 7 de noviembre de 2016

Los galones de Cospedal y la cabra Lola.


Leía el otro día un artículo de Arcadi Espada en el que a colación de la, en aquél momento, quiniela de ministrables, apelaba al “hartazgo icónico” que ya padece el pueblo y expresaba, con un acertado criterio, la necesidad de ir rompiendo esa red de compromisos, favores, amistades y enemistades personales que el bueno de Don Mariano, tan dontancredo, tan estafermo y tan gallego él, había ido tejiendo y que, lógica y consiguientemente, al rodearse de deméritos más que de méritos, había terminado descalabrando algunas de las patas de su Ejecutivo. Escribía el periodista, también con gran acierto, acerca del objetivo fracaso de la Vicepresidencia en la tarea de coordinación ministerial, su incompetencia manifiesta en relación al coqueteo secesionista catalán o en la simple gestión de la televisión pública. Pasaba Arcadi, no obstante, de puntillas por las torpezas y mentecateces  - con el único y aciago precedente de los ministros zapateristas - de Margallo y Fernández Díaz, sin olvidarse de la “despótica brutalidad” de Montoro, al emplear un conocimiento privilegiado para el ataque descarnado hacia determinados contribuyentes, tras lo cual concluía, el columnista, en la necesidad “adjetiva y sustantiva” de un nuevo gobierno. Le di la razón: existía un imperativo de sangre nueva que fluyera por el organigrama estatal, y ese convencimiento parecía desprenderse, también, de las palabras del Presidente en ciernes, ya más relajado pero igual de gallego, al afirmar que “había entendido el mensaje y que se hacía preciso negociar”, apelando, entonces, a ese talante conciliador de quienes integrarían – o así lo entendimos la mayoría – el nuevo, competente y flamante Gobierno, para, una vez asegurada su investidura, desdecirse de lo dicho porque a él, tan gallego, “nadie le iba a coaccionar, ni siquiera la oposición”. ¡Toma ya!, y con ese plúmbeo ostracismo se fue del Congreso, dejándonos a nosotros las cábalas y elucubraciones de quién ostentaría, por ser el mejor cualificado, una cartera u otra y así anduvimos hasta que, por fin, se levantó el secreto de sumario sobre tan espinoso asunto: repetían caras, pese al “hartazgo icónico” e inhabilidad acreditada de los propietarios de las mismas, frustrando el esperanzador nombramiento de los “nuevos valores del PP” que facilitara esa anhelada ‘sucesión natural’ que ya va tocando si la derecha española quiere seguir evolucionando, pero, al menos para mí, lo más sorprendente ha sido la designación de María Dolores de Cospedal como Ministra de Defensa y no porque crea que una mujer no puede ser una buena “sargenta” sino porque poco o nada puede aportar, al cargo, una Abogado del Estado, algo así como encomendar la dinámica castrense a un pacifista, cuando si invocamos esa “aptitud y preparación” prometida por el PP tras la agónica impericia de la era ZP, lo predecible hubiera sido designar a un militar. Pero no, Don Mariano es así y María Dolores, me cuentan, ya ha empezado a estudiarse los rangos del escalafón militar, memorizando disciplinadamente el significado de las divisas que festonean cada uno de los uniformes verde caqui, blanco y azul… Quién sabe si, en un alarde de esa férrea caballerosidad marcial que la caracteriza, la Legión no llamará Lola a la próxima cabra que desfile con ellos el Día de la Hispanidad. ¡Hagan sus apuestas, señores, abran juego!.

Publicada en la columna de los lunes, Reflexiones de butaca, en VIVA JAÉN el día 07/11/2016.