Tras nueve tediosos meses y
dos agónicos procesos electorales, las grandes
familias patricias siguen sus pugnas políticas emulando a los Emilio Paulos, los Metelos o los Escipiones,
en encarnizados combates dialécticos, alianzas y traiciones mediante, que
quedan reducidos a la simple disputa por conseguir el honorable título del más
imbécil, mientras el pueblo, sofocado ya el primer ataque de risas y chanzas, ante
lo que bien podría ser una hilarante comedia de Plauto, se instala en un hastío
que adereza con el encabronamiento,
lógico y natural, de saberse ninguneado por tan indolente desgobierno.
Estúpida lucha de egos que
esquilma el Tesoro público con fallidas fiestas
de la Democracia, enfilando vamos, inexorablemente, el camino hacia la
tercera en un año, los unos manteniendo el no tan claro mensaje de gobernar en
precario, los otros, reivindicando la pretenciosa posición de resultar
indispensables y, cuan lena en la antigua Roma, haciendo obscenos guiños a
derecha e izquierda, cualquiera es bueno si les paga sus servicios, los de más allá alegando un compromiso con su
electorado y mientras tanto, la ciudadanía, garabateando en los desconchados
muros el “No reírse de Pedro Sánchez, por
favor, no reírse”, cuando la realidad es que ya no nos quedan más
carcajadas que soltar, ni más guasa que derrochar, pues el nivel de ineptitud
de quien se ofreció en su día para Sumo Pontífice de esta herética religión,
zozobra en un mar de ridículo e impericia. Y ahí siguen, viviendo de la sopa boba, que les pagamos su sueldo por
no hacer nada, a la vista queda, no son capaces de llegar a un consenso por el
bien del pueblo soberano al que representan y ya sólo les falta citarse en los
aledaños del Congreso para solventar a puñetazos sus diferencias –a ver quien
la tiene más larga – que, con corbata o descamisados, no son sino simples
macarras de barrio. Indecentes trabajadores del dolce far niente, burlándose impunemente de su electorado: los abnegados
españolitos de a pie, extraña raza ésta que se caracteriza por ganarse el pan
con el sudor de su frente, no está para más pamplinas, y ya sólo aspira a tener
un Gobierno del que poder quejarse, pues no nos vale el “pan y circo”, tenemos el vicio de ganarnos el sustento trabajando
a diario y el espectáculo montado en la gran carpa de San Jerónimo ya empieza a
importunarnos.
Pónganse de acuerdo de una vez
y si no lo hacen, al menos, no sigan cobrando, que a nosotros, los que, por
miedo o practicidad, les hemos puesto en esa pista central, nadie nos paga por
perder el tiempo.
- Publicado en diario VIVA JAÉN, "Reflexiones de butaca" el pasado día 12 de septiembre de 2016 -
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