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lunes, 19 de septiembre de 2016

Escuchar al campanero.






Hace unos días, se nos atragantó el primer café de la mañana al asistir, estupefactos, al vil acto televisado de arrancar de las entrañas de su familia de acogida al pequeño Joan, sus padres “pre-adoptivos” – me pregunto qué figura legal es esa de la “pre-adopción”, cuando nuestro sistema sólo recoge el acogimiento o la adopción como tal -, se veían obligados a dejar a “su” pequeño, de apenas cuatro años, en la Comandancia de la Guardia Civil, por orden de una “injusta y aberrante” Sentencia dictada a favor de la madre biológica que acababa de cumplir la mayoría de edad. A todos se nos encogió el corazón y empezó el linchamiento mediático, especialmente enardecido tras las primeras imágenes de la madre, quiero pensar que nada tuvo que ver el color de su piel, su apariencia e incluso, su juventud. Más tarde, las redes sociales, ardieron con una desgarradora carta abierta en la que esta joven de origen guineano, María José Abeng, narra su personal odisea, desde su internamiento en un Centro de Menores, su embarazo a los 14 años y lo que ella misma denomina su “lucha contra el dragón” por recuperar a su hijo “que se llama Juan Francisco, ni Joan, ni Xuanín”, nos hizo cambiar la perspectiva, ya teníamos las dos versiones…
También hemos vivido un episodio similar con la joven madrileña desaparecida en A Pobra do Caramiñal, Diana Quer, desatándose una guerra de graves acusaciones, retirada incluida de la custodia de la otra hija menor a la madre, entre sus progenitores, en plena vorágine de un cinematográfico “Quer contra Quer”, fuimos obteniendo más datos: la especial afición de la chica a “desaparecer” durante varios días de su domicilio, la alienación parental en relación a la otra hija del matrimonio, cuyo padre le aseguraba que con él estaría mejor que con la “psicópata” de la madre, por lo que tras digerir la avalancha informativa concluimos que ni el bueno, al parecer, es tan bueno, ni la mala lo ha de ser tanto, pues como alguien dijo, “siempre hay dos versiones, luego está la verdad”.
Es menos reciente, pero ¿quién no recuerda a aquél “pobre chaval” granadino, Alejandro Fernández, que hubo de entrar en prisión por haber pagado 79 € con una tarjeta falsa?, nos rasgamos, entonces, las vestiduras y cuán victimarios de un injusto sistema judicial nos mesábamos los cabellos al grito de “la justicia es para los ricos”, pero tras salir a la luz el larguísimo recorrido del pobre chaval por esos submundos del hampa y la delincuencia, pasó así de ser un ángel, a un verdadero demonio: “no, si ya decía yo que nadie va a la cárcel por 79 €”…

Todo esto, me lleva a pensar en la existencia de ese intangible cuarto Poder en España, en cómo se puede inducir o manipular a la opinión pública, dando una u otra versión, siempre sesgada, siempre partidista, para crear un convencimiento firme pero equivocado que nos termine abocando a esa inclinación, tan nuestra, de tomar parte activa en una lapidación social mientras nos negamos a escuchar todas las campanas y, cuando es posible, al campanero.

- Publicado en el diario VIVA JAÉN, Reflexiones de butaca, día 19 de septiembre de 2016 -

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