Que no todo el mundo detenta las aptitudes exigibles para vivir en
comunidad es una verdad irrefutable. Que, por otro lado, la educación es una
lengua que no todo el mundo habla, también lo es. Que, en estos tiempos que
corren, la desconsideración y falta de respeto generalizada parecen ser valores
en alza… es, por su parte y finalmente, algo evidente.
Llevo un par de años sufriendo, invariablemente, el estrepitoso
despertar a una hora excesivamente temprana, con sendos portazos que se suceden
en la puerta metálica de acceso al garaje de mi edificio, uno tiene lugar a las
5.30 y otro, poco después, a las 5.45. A pesar de mi paciente actitud, de
abnegada resignación y considerada súplica, esto ha venido a determinar que
llegue a experimentar problemas de sueño que, obvia y evidentemente,
repercuten, debido a la falta de descanso, en el resto de las facetas
cotidianas: trabajo, carácter, etc., así que esta insufrible circunstancia fue
lo que motivó que, hastiada de que mis educados apercibimientos a los causantes
de semejante estrépito no dieran resultado, remitiese el siguiente correo que
ahora reproduzco, a los Sres. Presidente y Secretario Administrador de mi
Comunidad, si bien, obviamente preservando ahora su identidad.
Y tal y como narro, ocurre cada una de las noches… a la eterna espera de
mi ‘idílico’ amanecer…
Comparto a continuación, con vosotros, el contenido de la citada comunicación:
Estimado Compañero y, siempre buen
amigo, XXX y en similares términos, también, para el Sr. Presidente de la Comunidad
a quien pongo en copia por dispensarle idéntica estima:
A pesar de ser consciente de
que no todo el mundo se encuentra en posesión de las más mínimas aptitudes para
convivir en comunidad, ni goza, tampoco, de la educación suficiente como para
dispensar un comportamiento cívico y considerado, que podríamos tildar
simplemente ya de aceptable sin ninguna otra pretensión mayor, hacia
el resto de las personas que, como es el presente caso, nos vemos en la –
sufrida - obligación de compartir las zonas comunes de un edificio, te dirijo
el presente en tu calidad de Secretario
Administrador de la C.P. de XXX, desde el convencimiento de que te será,
sin duda, tan violento transmitir a quien corresponda su contenido, como
lo está siendo para mí, en este momento, hacerte partícipe de la
situación, razón por la cuál te agradezco por adelantado, muy sinceramente, tu
gestión.
Entrando ya, sin más
paliativos, en el fondo del asunto, te diré que, desde hace un par de años,
vengo soportando, de manera impenitente, cada madrugada, sendos portazos que si
sitúan en torno a las 5.30 y 5.45 de la mañana, cuando, al
parecer, propietarios de vehículos depositados en el garaje del inmueble,
acceden al mismo para proceder a su retirada.
Se trata de un turismo - el
que se retira en primer lugar - y de un ciclomotor, poco
después, cuyo conductor, SIN BAJARSE DE ESTE - lo que por otro lado
encierra un indudable riesgo para su integridad, Dios permita permanezca por
muchos años inalterada -, cierra la puerta metálica con el estruendo lógico,
derivado de dicha acción, dada la fuerza que debe imprimirle para forzar su cierre encaramado a dicho vehículo. Supongo que, en ninguno de
los casos, las personas implicadas deben
ser conscientes de que sus vehículos se encuentran estacionados, no en un
PARKING PÚBLICO, como probablemente y dadas las circunstancias, me
aventuro a afirmar, sería lo más conveniente, sino en un GARAJE PRIVADO y
que, pese a su encomiable - por otro lado – abnegación por el esfuerzo, sin
duda, de concurrir a sus respectivos trabajos a horas tan infames
en las que el resto de los mortales aún gozamos - o así lo intentamos -
del reparador descanso nocturno, sería aconsejable trasladar a los propietarios
de las plazas de garaje - las tengan o no cedidas en régimen de alquiler,
extremo que desconozco en relación al asunto que nos ocupa y que, en cualquier
caso, resulta irrelevante - la perentoria
necesidad de dispensar, a la hora de proceder a la retirada de los vehículos en ellas estacionados,
el tacto exigible a cualquier ser humano que, insisto, pese a gozar de nuestra
admiración por el suplicio que sufren al poner fin a su reposo a una hora
quizás demasiado temprana, intenten, en la medida de lo posible, no alterar el
del resto de los condueños que habitamos el edificio, pues no todos nos
vemos, afortunadamente, en la necesidad de madrugar tanto, agradeciendo, al menos así resulta en mi caso, el clásico recurso al despertador y no a los continuos
sobresaltos que motiva la irrupción - en el, ahora añorado por solazado,
silencio nocturno - de esos estallidos que más se asemejan a los prolegómenos
de un apocalíptico derribo inminente que a la salida de un estacionamiento por parte de un
bípedo.
Este correo te lo dirijo, no
obstante, por si no estuviera perdida, aún, toda esperanza y fuera posible
rectificar semejantes comportamientos, tan molestos como recurrentes, en las
dos personas en cuestión y con carácter previo a emprender, ya fuera por la
Comunidad o únicamente a mi personal instancia, las acciones que, estime,
asisten a mi derecho pues dicha conducta, ruidosa y molesta, empieza ya a
incidir en mi propia salud, sin que tenga obligación alguna, por otro lado y
resulta evidente, de seguir soportándola ya que, en todo caso, se trata de la salida
de una "casa de vecinos" en plena madrugada, supongo
deberías transmitir, y no del Parking Público de La Alameda al que, sin duda,
siempre podrán recurrir caso de no poder evitar su escandalosa salida a horas
tan tempranas, dado que, estoy convencida, en dicho establecimiento no presentarán
molestia alguna sus respectivas y desconsideradas actuaciones.
Reiterándote mi agradecimiento
por tu, y de ello estoy convencida, diligente gestión en aras de resolver tan
abyecto lance, aprovecho para enviarte
un fuerte abrazo.
Carmen Millán Cerceda.
Propietaria del XX
P.D.- Pese al tinte jocoso que
puedas percibir en las líneas precedentes, se trata de una grave cuestión por
su, reitero, indudable y obvia incidencia en la salud, la mía personal, que estoy dispuesta a
llevar a sus últimos extremos caso de no producirse el cese inmediato de los
comportamientos que he puesto de manifiesto. ¡Quiero, NECESITO, dormir!.
Y así fue, amigos lectores, como, ante mi más absoluta desesperación, lo puse en conocimiento
de la ‘autoridad competente’… y a la espera estoy de que se tomen las medidas
precisas para evitar las molestias que se vienen produciendo en lo que ya
parece ser una zona de trashumancia, en lugar de una zona de paso común de un
edificio habitado por bípedos.
Seguiré informando, no obstante, del resultado obtenido por las
gestiones del diligente Sr. Secretario Administrador, gran amigo y Compañero, aunque no espero milagros pues ya
se sabe que ‘la educación conviene sólo para usarla con quien la tiene’…
Me pregunto ahora si algunos asesinatos con ensañamiento entre convecinos no
deben estar sobradamente justificados…